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Así los veo: previa NFL 2017 de Los Angeles Chargers

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Los Chargers nacieron en Los Angeles en 1960 y se mudaron a San Diego a los pocos meses porque nadie les hacía ni puñetero caso en la ciudad de las estrellas. Ahora, 57 años después, han decidido regresar a sus orígenes y arriesgarse a que sigan sin hacerles ni puñetero caso.

El principal problema es que en Los Angeles es muy complicado triunfar si no eres una estrella. Y una muy brillante. Sus calles están llenas de vagabundos que llegaron dispuestos a comerse el mundo y terminaron tirados entre la basura. Para empezar, van a jugar en un estadio provisional en el que caben 30.000 espectadores. Como no podía ser de otra manera, vendieron todos los abonos del estadio de Carson rápidamente. Y publicitaron el hecho como un éxito, y como una muestra de que Los Angeles sí que había recibido con entusiasmo a la franquicia. Sin embargo, quizá sea buena idea recordar que los Rams vendieron los 70.000 abonos del Memorial Coliseum en seis horas hace doce meses. Y no, las comparaciones no son odiosas.

Una reubicación complicada

Por tanto, seguimos con la duda sobre cómo recibirá la ciudad a un equipo que ha despreciado durante años. “El jardín del vecino”, con todo el desdén, indiferencia y repulsa que merece casi siempre el jardín de los vecinos. Los más optimistas creen que victorias son amores y que lo único que tienen que hacer para que la gente se entusiasme con ellos es ganar. En mi opinión, no será tan sencillo. Viendo el resultado habitual en otros deportes, hacerse un hueco en una ciudad con tanta oferta deportiva suele ser una labor lenta que requiere muchos años de éxitos. Y más sabiendo que tendrá que ocupar un estadio provisional de juguete más tiempo del esperado.

Todo eso con la incógnita de si la NFL quiere realmente establecer definitivamente el equipo en Los Angeles o es solo un traslado provisional, casi un experimento, que podría hacer de nuevo las maletas si alguien hace una puja interesante. De entrada, ni Alex Spanos, propietario, ni Roger Goodell, comisionado, han manifestado demasiada satisfacción pública con el traslado y ese es un síntoma de que se produjo con nocturnidad y alevosía cuando no había otro remedio.

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Philip Rivers en el centro de los focos

El cambio de sede también ha traído consigo un cambio radical en el staff. Con Anthony Lynn como entrenador principal, Ken Whisenhunt coordinador ofensivo y Gus Bradley defensivo. Lynn ha sido históricamente un especialista en corredores, posición en la que jugó en Denver y San Francisco en los ’90 y será interesante ver lo que puede hacer con Melvin Gordon. Aunque la gran incógnita volverá a ser el rendimiento de Philip Rivers.

El quarterback de los Chargers es uno de los cinco mejores quarterbacks de la NFL… cuando juega bien. Porque también es uno de los cinco quarterbacks más irregulares de toda la NFL. Capaz de disputar una temporada maravillosa, como en 2010, para diluirse como un azucarillo doce meses después. Rayar la perfección durante media temporada, como sucedió el año pasado, para transformarse en una sombra de sí mismo, y casi un lastre, en los últimos siete partidos. Jugar dos primeros cuartos inimaginables y rifar el balón como si no le importara en los dos siguientes. Nadie duda del talento de Rivers, la gran incógnita es su inexplicable irregularidad. Su tendencia a pasar de doctor Jekyll a Mr Hyde sin motivo. Casi siempre se argumentan las lesiones para justificar la montaña rusa que es su rendimiento, pero esos cambios tienen casi siempre muy poco que ver con las circunstancias externas. Rivers, por lo que sea, entra y sale de los partidos, de las temporadas y de la liga sin que nadie pueda explicarlo. Ese, por mucho que duela, ha sido uno de los lastres de este equipo durante la última década.

Nueva y flamante línea ofensiva

Esa imprevisibilidad de Rivers puede marcar una temporada que, para muchos, va a significar la resurrección de la franquicia. Puedo aceptar que han fichado muy bien, y que su draft ha sido de los mejores de toda la NFL, pero una vez más estarán en manos de un quarterback que el año pasado lanzó 15 touchdowns, 7 intercepciones y sufrió 21 sacks en la primera mitad de temporada y 18 touchdowns, 14 intercepciones y 19 sacks en la segunda mitad. Cuando Rivers se echa al monte, los Chargers enloquecen.

Como primera medida, necesitaban reconstruir su línea ofensiva desde los cimientos. Y lo han hecho a conciencia fichando a Russell Okung para blindar el tackle izquierdo y eligiendo en segunda y tercera ronda del draft a Forrest Lamp y Dan Feeney, dos guards que tendrían que haber sido titulares de inmediato, pero el plan se ha ido al traste con la lesión de Lamp para todo 2017 con lo que el rompecabezas puede dar muchas vueltas durante la pretemporada. Con el despido de Orlando Franklin y King Dunlap solo seguirán dos titulares de 2016: Matt Slauson (C) y Joe Barksdale (RT). Es un salto de calidad espectacular, pero las líneas necesitan tiempo para asentarse y no será sencillo que en 2017 esa inyección de talento tenga impacto inmediato.

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Melvin Gordon, pieza clave

Con esa mejora en la línea, y si Rivers juegan regularmente como sabe, debería notarse un gran salto de calidad tanto en el juego de carrera como en el de pase. El año pasado, Melvin Gordon mejoró su decepcionante año de rookie, pero no tanto como nos quieren vender. Una media de menos de 4 yardas por intento, y estupendas actuaciones básicamente ante defensas muy débiles contra la carrera, son datos que animan a la prudencia. Anthony Lynn tiene una dura labor por delante si, como se espera, quiere hacer crecer su ataque desde la carrera. En el juego de pase el equipo debería dar un salto explosivo con la elección de Mike Williams en primera ronda del draft pese a sus problemas físicos que nos han sobresaltado durante el verano. En teoría, es una mala bestia que debería formar una pareja letal con la irrupción de Tyrell Williams, un receptor no drafteado en 2015 que un año después se convirtió en el mejor aliado de Rivers. Dontrelle Inman, que también apareció casi de la nada en 2016, es otro emergente con grandísimo potencial que se sumará a un Keenan Allen, ya recuperado y con vitola de estrella, y a Travis Benjamin para forma el mejor grupo de Receptores que han tenido los Chargers en años. El incombustible Antonio Gates y Hunter Henry, su heredero en el tight end, completan un bloque ofensivo de ensueño.

Seguridad en el front seven y dudas en secundaria

La defensa estará en manos de Gus Bradley, que intentará recuperar el prestigio ganado en Seattle como coordinador defensivo después de su espantoso paso por Jacksonville como entrenador principal. Como siempre, la agresividad volverá a ser su discurso con Goe Bosa y Malvin Ingram como abanderados. Entre los dos sumaron el año pasado 18,5 sacks y liderarán una 3-4 que tiene empaque y consistencia con jugadores como Corey Liuget, Denzen Perryman, Brandon Mebane, Jatavis Brown o Kyle Emanuel.

El grave problema seguirá estando en una secundaria que sigue echando mucho de menos a Eric Weddle. Tiene delito que su mejor cornerback pueda ser Casey Hayward, descartado por unos Packers que ahora se deben tirar de los pelos por dejarle ir. Es de suponer que Jason Verrett volverá como estrella, si está recuperado tras perderse casi un año por rotura del ligamento anterior cruzado. Craig Mager y Trevor Williams lucharán por ocupar el nickel. Ninguno de los safeties convencía al staff técnico. Lowery no da la talla y Addae sigue tan loco como siempre. Por eso, han elegido a Rayshawn Jenkins y Desmond King en 4ª y 5ª rondas del draft. El objetivo es que poco a poco vayan asumiendo la titularidad. Sin embargo, que nadie se extrañe si el año que viene a estas alturas estamos hablando de la gran pareja de safeties encontrada por los Chargers en el draft de 2018.

Los Chargers tienen un equipo muy joven y prometedor, y muy bien cubiertas casi todas las posiciones clave, al menos en teoría. Ahora toca montar el puzzle, que es lo verdaderamente difícil. Por potencial, no sería de extrañar que aspiraran a entrar en playoff en el primer año de Anthony Lynn como entrenador. Sin embargo, la realidad casi siempre es mucho más cruda cuando hablamos del nuevo equipo de Los Angeles. En los últimos diez años ha tenido en varias ocasiones una de las plantillas más potentes libra por libra a priori y luego no se ha acercado ni de lejos a las expectativas. E independientemente de cualquier otra consideración, necesitan que Philip Rivers demuestre en cada serie ofensiva, y sin montañas rusas, que es uno de las grandes quarterbacks de esta NFL.

Mi pronóstico

Aparte de su división, que debería ser muy competitiva, los Chargers tienen un calendario muy complicado fuera de Los Angeles y bastante más benigno en su pequeño estadio provisional. El termómetro de lo que puede ser su temporada se verá en las semanas 2, 3 y 4, cuando reciban como locales a Dolphins, Chiefs y Eagles. Si ganaran los tres, podrían aspirar a terminar con una marca equilibrada. Dudo que lo consigan, y que puedan aspirar a un récord 8-8 que para ellos sería un éxitazo. Pero cuidado, en 2018 podrían dar el salto definitivo que les convierta en aspirantes a playoff.

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