Hank Aaron, el adiós de la leyenda de MLB
Expresidentes de Estados Unidos, activistas sociales, peloteros de diferente época y múltiples celebridades expresaron su admiración por Hank Aaron.
A sus 17 años, en 1952, partió a las Negro Leagues sin dinero en sus bolsillos para jugar pelota como profesional, tres años antes de que Autherine Lucy se convirtiera en la primera estudiante afroestadounidense en matricularse en la Universidad de Alabama. Su reporte del caza talentos se lee: “Gran par de manos, se ve relajado todo el tiempo y es un bateador de buenas muñecas”. Su obituario ahora aglomera palabras de un sinfín de peloteros que sintieron inspiración al escuchar el tronido de la madera en el cuadrangular 715 de su carrera el 8 de abril de 1974 o que evidenciaron la grandeza ofensiva de una de las carreras más ilustres en la MLB.
Nacido en una familia de ocho hijos, de clase baja, en la marginal Alabama, Henry Louis "Hank" Aaron (Mobile, 1934) usó material de lo que se encontrase en la calle y con ayuda de la imaginación creó pelotas y bates. Su ídolo de infancia fue Jackie Robinson, quien se convirtió en 1947 en el primer pelotero negro en la Gran Carpa al firmar con Brooklyn Dodgers.
Tras una trayectoria de 755 cuadrangulares y 2,297 carreras producidas (líder histórico de Grandes Ligas), Aaron obtuvo su placa en el Museo de Baseball de Cooperstown con un 97.8% de votos a su favor en su primera aparición en la boleta, MLB tomó su nombre para apremiar la superioridad ofensiva a partir de 1999 y recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de la administración de George W. Bush (2002).
“Hank Aaron está cerca de la cima para todos en sus listas de los mejores de todos los tiempos. Sus logros monumentales como jugador solo se vieron rebasados por su dignidad e integridad como persona. […] Su carrera demuestra que una persona que trabaja con humildad cada día puede labrar su paso a la historia y encontrar una forma de brillar como nadie más”, indicó Rob Manfred, comisionado de la Gran Carpa.
Como todo buen bateador, Hank Aaron supo embestir con su swing la recta; como pocos, hizo ver los lanzamientos rompientes fáciles de abanicar. También encontró cómo botar las curvas. Dentro y fuera de los diamantes Aaron vivió el racismo de primera mano. En su camino a romper la marca de 714 jonrones de Babe Ruth apedrearon su domicilio, evitó las multitudes saliendo por la puerta trasera de los estadios, recibió amenazas de muerte por las cuales se iniciaron investigaciones en el FBI y se le adjuntaron un par de guardaespaldas. Que un hombre negro cruzara el plato rompiendo la marca de Ruth, para muchos el máximo ídolo del baseball, fue descrito como un "acontecimiento maravilloso" en la transmisión de Vin Scully. "Allí fue percibí el panorama completo de lo que es este país", reconoció Aaron para The New York Times en 1990.
"Tenía una clara visión sobre Estados Unidos, pero también era una persona muy positiva. Esa es una de las cosas maravillosas de estar en su compañía y hablar con él sobre una de las cosas más difíciles sobre la raza y la oportunidad y la inequidad. Siempre había un sentido de esperanza y de calma y enfoque en él, lo cual encontré increíblemente reconfortante”, dijo Sherrillyn Iffil para MLB.com, directora y consejera del Fondo de Defensa Legal de la Asociación Nacional para el Progreso de Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés).
Legado en Atlanta
Por medio de un telegrama, el pelotero recibió sus opciones para jugar en la MLB. Una de ellas era San Francisco, la otra Atlanta. Un cheque de 50 dólares más al mes fue lo que le impidió cruzar su carrera junto a la de Willie Mays, bromería años más tarde.
Pocos atletas tienen la capacidad de transformar el significado de la institución para la que juegan. Aaron fue uno de ellos. Su legado es una gran parte del legado de toda una organización, los Braves, novena para la que jugó por 21 años de los 23 que permaneció activo en Grandes Ligas. “Él es básicamente los Braves. Somos lo que somos por Hank Aaron. Sé que hay muchos que han utilizado el uniforme, pero nadie como Hank”, comunicó Derek Schiller, CEO y presidente del club de Atlanta.
Para Brian Snitker, manejador de los Braves, Aaron es el epítome de la “gracia y profesionalismo”. Fue Hank quien lo llamó de la posición detrás del plato en las Ligas Menores para ubicarlo como estratega décadas atrás. "Estoy agradecido por tener a mi alrededor a varios integrantes del Salón de la Fama en mi carrera, nadie más importante para mi carrera, mi familia y mi vida que Hank Aaron”.