Chuck Noll: El mago que transformó a Pittsburgh
Los Steelers fueron uno de los peores equipos de la liga hasta que Noll llegó a cambiar la mentalidad, los resultados y la reputación de toda una organización.
Cuando Joe Namath, un originario del área de Pittsburgh, cumplió su garantía y derrotó a los Baltimore Colts en el Super Bowl III, no solo cambió la historia de los Jets, sino también la de su ciudad natal.
Un día después de la sorpresiva derrota, el coordinador defensivo de aquellos Colts, Chuck Noll, se entrevistó para la vacante de head coach de los Steelers ─un puesto que recién había rechazado Joe Patterno─ y la historia de Pittsburgh jamás volvería a ser la misma.
“Chuck Noll es lo mejor que le pasó a la familia Rooney desde que llegaron en barco (a Estados Unidos) desde Irlanda”, dijo en su momento Art Rooney II, actual dueño y presidente de los Steelers y director de personal durante buena parte del mandato de Noll.
Antes de la llegada de Noll en enero de 1969, los Steelers eran la peor franquicia de la NFL con 105 juegos debajo de .500 (156-240-18). La pregunta obligada en su presentación era si sería él quien hiciera de la organización una respetable.
“¿Respetable? ¿Quién quiere ser respetable? Eso suena como un completo perdedor”, respondió en una de las pocas declaraciones memorables de un coach que estaba mucho más cómodo afuera que adentro de los reflectores.
No tardó mucho en comenzar la transformación: Un día después, el 28 de enero, Pittsburgh tomó como su primera selección del draft, cuarta global, a Joe Greene, el primero de nueve miembros del Salón de la Fama que reclutó durante sus 23 temporadas.
Al siguiente año, después de una temporada de 1-13, llegaron Terry Bradshaw y Mel Blount, y Jack Ham y Franco Harris llegaron dentro de las siguientes dos temporadas. Y por apenas la segunda ocasión en 38 años, los Steelers eran un equipo de playoffs. Uno que cayó en la Final de la AFC ante su antiguo mentor, Don Shula, ahora al frente de los perfectos Miami Dolphins.
Fue el draft de 1974, el mejor reclutamiento para un equipo en la historia, el que finalmente completaría la transformación de Pittsburgh. Con las selecciones de Lynn Swann, Jack Lambert, John Stallworth y Mike Webster, los Steelers conquistaron su primer Super Bowl. El primero de cuatro en los próximos seis años. La Cortina de Acero había nacido.
No nació espontáneamente. Requirió de la inigualable detección de talento y atención al detalle que poseía Noll, quien nunca será reconocido como autor de grandes discursos. A menudo les decía a sus jugadores, y acertadamente, que si necesitaban motivación entonces probablemente también merecían ser despedidos.
No, Noll no era elocuente. Nunca lo fue.
Noll predicaba con la experiencia y la paciencia de su verdadera vocación de maestro ─fue profesor en una secundaria de Cleveland durante sus días como jugador con los Browns en la década de 1950. Se enfocaba en los fundamentos, un par de centímetros en un “stance”, una técnica de acuerdo a la formación del receptor. Pequeños detalles que nunca escaparon a su atención.
Chuck Noll se despidió del football como uno de los coaches más laureados de la historia. Aún lo es. Ganó cuatro Super Bowls, tres títulos de la NFL (dos como jugador con los Browns y uno como coordinador defensivo con los Colts). Un campeonato de la AFL (como coordinador con los Chargers) y 209 partidos en total.
Pero más importante, Noll se despidió a su manera: Con discreción y éxito. Como un maestro que vuelve a casa el último día de clases, con la satisfacción de que le enseñó a ganar a una franquicia que, desde entonces está acostumbrada al éxito.