Barry Bonds se convirtió en Rey del home run hace 12 años
El cuadrangular 756 en la brillante carrera de Barry Bonds llegó hace exactamente hace 12 años y MLB prefiere olvidar ese momento.
Conforme se acercaba a la marca del gran Babe Ruth, las amenazas de muerte que recibía Hank Aaron se volvían cada vez más explícitas, especialmente jugando en una de las ciudades de peor reputación racial en aquella época como lo era Atlanta.
Sin embargo, aquel 8 de abril de 1974, mientras la esférica desaparecía detrás de la barda de jardín izquierdo del viejo Atlanta Stadium, los aficionados de todas las razas saltaron al campo para acompañar a “Hammerin’ Hank” en su recorrido por las bases. Era el nuevo rey del cuadrangular.
Más de 30 años después, cuando Barry Bonds borró del libro de récords a Aaron, ni siquiera recibió una advertencia. La oficina de Grandes Ligas, el comisionado Bud Selig, y la opinión general ya le habían dictado sentencia de muerte.
El 7 de agosto de 2012, Barry Bonds se convirtió en el nuevo rey del cuadrangular. Su tablazo en la quinta entrada ante Mike Bacsik a lo profundo del jardín derecho-central, fue el 756 de su carrera, y la gota que derramó el vaso.
La pelota desaparecía en el oscuro cielo de San Francisco, no tan negro como el moretón que Bonds le causó a la imagen de Grandes Ligas. Su récord más prestigioso no podía quedar en las mismas manos del hombre que se había convertido en la imagen de la era de los esteroides.
Bonds fue objeto de persecuciones y sospechas de uso de esteroides ─muy probablemente justificadas─ durante años y a la fecha no ha podido sacudirse ese estigma. E incapaces de comprobarle algo más que reportes y testimonios bajo acuerdos de culpabilidad. MLB decidió ser juez, jurado y verdugo.
Injustamente.
Sí, los números en la parte final de su carrera son obscenos. Desde su temporada de 35 años en 2000 hasta la fecha de su retiro en 2007 a los 42 años, Bonds sacudió 317 vuelacercas, 33 por temporada, incluyendo los 5 que sonó en sus apenas 14 juegos de 2005. Eso no es normal. No sucede en los videojuegos, no sucede en la vida real.
Posiblemente necesitó de ayuda química para convertirse en una máquina de bateo. Pero no hay sustancia a la fecha que ayude a mejor la coordinación ojo-mano. Tampoco hay un anabólico, legal o no, que ayude a distinguir bolas de strikes. Y en ese entonces Bonds no veía muchos lanzamientos en zona buena (1,128 bases por bola a cambio de 427 ponches).
Lo de Bonds, definitivamente, no era natural. Pero pocas cosas dentro del baseball en esa época lo eran. El toletero de San Francisco, injustamente o no, compitió en un terreno parejo. Le guste o no a Bud Selig y a los puristas de Grandes Ligas. No todos en esa era eran Frank Thomas, Ken Griffey o Cal Ripken y la viva imagen del juego limpio, si acaso, eran minoría.
Barry Bonds era un digno miembro del Salón de la Fama antes de la sospecha de los esteroides. En sus primeras 12 temporadas bateó 374 cuadrangulares, ganó tres premios MVP, se robó 417 bases y gano 7 Guantes de Oro. Todo eso antes de 1998, cuando las sospechas comenzaron a subir de magnitud.
Barry Bonds era un digno miembro del Salón de la Fama y lo sigue siendo.