Pronóstico para el Super Bowl LIII
Patriots y Rams llegan al primer domingo de febrero con todo en la línea.
Lo voy a admitir, primero porque no tiene nada de malo y segundo porque posiblemente se den cuenta de cualquier forma, pero empiezo a teclear este texto sin tener la más remota idea de quién es mi favorito para el Super Bowl.
Tal vez, al terminar este texto, haya completado con éxito el poco saludable, y mucho menos recomendable, ejercicio de convencerme a mí mismo.
Durante los últimos diez días me he ido a dormir pensando en que va a ganar tal equipo solo para levantarme a la mañana siguiente cambiando de parecer. Mi corazón dice una cosa, la cabeza me dice otra. La disyuntiva ha llegado a tal extremo que, francamente, ya no sé si me importa quién gane el Super Bowl LIII, solo quiero un partido que cumpla con mis expectativas.
Patriots o Rams, cualquiera de ellos, tiene los méritos para ser campeón, solo necesitan demostrarlo en un partido más. El más difícil de todos, en el que todos los aspectos están en el microscopio y cada detalle, por mínimo que parezca, podría resultar crucial para definir toda una temporada.
Como ya lo habrán leído hasta en la caja del cereal, este es un juego de experiencia contra juventud. ¿Importa? Solo si el equipo afectado, en este caso los Rams, permite que así sea. Esa labor le corresponde a Sean McVay y a quienes ya han estado antes en esta posición, llámese Brandin Cooks, C.J. Anderson etc.
Dentro de esa misma línea de análisis, también ya se ha hablado suficiente de Tom Brady contra Jared Goff. So riesgo de ser sumamente impopular, algo que me quita el sueño por las noches ─y en horarios de trabajo─ lo de Brady y Goff es como el tercero o cuarto duelo más importante de este Super Bowl. Obviamente los dos pasadores son cruciales en el desempeño de sus escuadras. Los Patriots sin Brady no serían algo muy diferente a los Jets y los Rams sin Goff se parecerían a los Titans o algo así.
Sí, Tom Brady y Jared Goff sirven para vender publicidad, ilustrar páginas y ganar algunos partidos. Pero en este juego en particular, el camino al Vince Lombardi se recorre corriendo.
Lo más apropiado para un Super Bowl en Atlanta es que los reflectores se centren en dos egresados de Georgia, Sony Michel y Todd Gurley. Michel ha sido un caballo de batalla durante toda la campaña y en especial en playoffs, mientras que Gurley ha tenido apenas destellos desde que se lesionó en la recta final. Ambos serán parte focal del plan de juego. Garantizado.
¿Por qué? Sencillo, porque tenerlos en el campo significa tener a la ofensiva rival fuera mientras se machaca a una frontal al punto del agotamiento. Es ahí donde se destraban los juegos, en la maldita trinchera. Y estos dos equipos lo saben muy bien.
Pero no solo son Michel y Gurley, sino que ambos equipos llegan con una profundidad envidiable en el backfield.
Por los Pats está James White, quien vio 123 balones en su dirección, con 87 recepciones, en campaña regular y otros 17 con 15 atrapados tan solo en el duelo divisional ante los Chargers. White es un arma de cuidado y ya lo demostró siendo parte fundamental en el triunfo de New England en el Super Bowl LI, donde tenía argumentos para anotarse la designación de MVP.
Por los Rams está Anderson, el mejor fichaje en la recta final de la campaña. El rollizo y rotundo Anderson promedió 116.5 yardas en sus cuatro juegos desde que llegó a Hollywood y con 123 yardas fue parte fundamental de la aplanadora ofensiva que le corrió 273 a los Cowboys. Si los Rams pueden establecer un plan de juego similar con Gurley y Anderson de manera exitosa, los Patriots están fritos.
Pero no es tan fácil. Nunca es tan fácil cuando de un lado está Bill Belichick. En los playoffs los Patriots han permitido 60 yardas por tierra. Totales. Diecinueve miserables yardas de los Chargers y otras 41 de los Chiefs. ¿Por qué? No es que la frontal de New England sea la nueva versión de la Gran Muralla China, es porque su ofensiva ejecuta con tal precisión que los rivales se ven obligados, casi de inmediato, a jugar desde atrás.
Aunque, por otro lado, en ocho apariciones previas en el Super Bowl en la era Brady, los Pats tienen un majestuoso total de tres puntos en el primer cuarto. Totales. Un inicio lento sería catastrófico, a menos que los Rams se conviertan en los Falcons o algo así.
Si los Patriots quieren iniciar rápido, como lo han hecho durante toda esta postemporada, 21 puntos en el primer cuarto, el primer asunto en la lista es encontrar la manera de frenar a los angelitos de Aaron Donald y Ndamukong Suh, una fuerza destructora de quarterbacks, capaz de crear estragos ante cualquier esquema. Donald ha comandado dobles, y hasta triples, equipos en buena parte de las jugadas. Eso le deja la responsabilidad a Suh de ser quien irrumpa en la ofensiva de New England, que batalla particularmente con la presión interna.
Pero, en ese sentido, Brady y Belichick tienen la sartén por el mango. Brady ha retrocedido para lanzar 90 pases en estos playoffs y no ha sido capturado en una sola ocasión. En parte se debe a la eficiente labor de la línea, en parte a las rápidas lecturas y aún más rápida mecánica para deshacerse del balón.
Si los Rams le han de pegar a Brady ─como lo pretenden─ la labor tiene que ser de afuera hacia adentro. Cuidando a Edelman, White y Gronk en rutas rápidas y obligando a Brady a buscar terceras y cuartas opciones. De lo contrario el riesgo de correr el mismo destino permanece latente.
Si la frontal de los Pats no tiene acceso a Brady, es poco probable que logren muchas detenciones. Eso pondría a los Rams a depender principalmente de Jared Goff. ¿Es lo ideal? No, pero tampoco es la peor noticia. El joven Goff ya demostró que puede mantener el paso con los Brees y los Mahomes de esta liga, pero es una apuesta riesgosa.
Siempre lo son en el Super Bowl.
Y después de mil palabras y dos días. Logré convencerme. PICK Patriots 29-26 Rams.