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Lo mejor y lo peor de las finales de Conferencia

Los referees alteraron drásticamente el resultado en ambos encuentros.

Los referees alteraron drásticamente el resultado en ambos encuentros.
Peter AikenAFP

Cuando hablamos de los mejores receptores de la NFL, siempre son los mismos nombres en la conversación: Julio Jones, Antonio Brown, DeAndre Hopkins o Michael Thomas.

Todos ellos son increíbles y tienen la capacidad para alterar el resultado de un partido con su habilidad. Pero de alguna manera, siempre parecemos olvidarnos de Julian Francis Edelman. Tal vez lo hecho en estos playoffs sea suficiente para que eso no vuelva a ocurrir.

Edelman no es el más rápido, el más alto ni el más atlético, pero siempre que envías un balón en su dirección estás tranquilo porque si es atrapable, lo atrapará y si no lo es, hará todo lo humanamente posible por hacerlo. En otras palabras, no te vuelves en el objetivo más confiable del mejor quarterback de la historia solo por tu linda sonrisa.

Lo de Edelman en estos playoffs ya raya en lo ridículo. El domingo en Kansas City terminó con siete recepciones y 96 yardas, números bastante terrenales para los estándares actuales de la NFL. Pero siempre que Tom Brady necesitaba una jugada, de alguna u otra manera el balón terminaba en las seguras manos del número 11.

Cuatro de sus siete recepciones fueron en tercer down y dos de ellas para mantener con vida lo que eventualmente se convirtió en la serie de la victoria en tiempo extra. Las dos veces en tercera y 10 por avanzar, una recepción de 20 yardas y otra de 15.

A estas alturas, ya pocos hablan de Edelman especialmente porque es a lo que nos ha acostumbrado a todos. Su recepción circense en el Super Bowl 51 fue crucial para completar la mayor remontada en la historia del juego por el título. Su actuación de nueve recepciones para 151 yardas en la ronda divisional ante los Chargers fue tan solo el merengue encima del pastel.

Al inicio de la temporada se cuestionaba la profundidad del cuerpo de receptores de New England ante la partida de Brandin Cook y Dany Amendola, la incógnita que representaba la llegada de Josh Gordon, la estabilidad emocional de Rob Gronkowski y la suspensión por cuatro partidos del mismo Edelman. Sin embargo, está claro que mientras Brady tenga a su frazada de seguridad mejor conocida como Julian Edelman, nada puede salir mal.

Lo peor de la semana

A estas alturas, ya todos habrán visto la flagrante interferencia defensiva de Nickell Robey-Coleman sobre Tommylee Lewis. Los árbitros ya habrán aceptado su error y tal vez, incluso, ya habrán empezado a tomar sus clases de lectura en braille.

Eso no cambia nada. Solamente el resultado de uno de los juegos más importantes de la temporada.

Entre lo sucedido ayer a manos de Bill Vinovich y su plantilla y lo ocurrido el año pasado en el “Milagro de Minnesota”, tal vez los Saints estén pagando algún tipo de karma (¿alguien dijo “bountygate”?).

Y desafortunadamente, no fue el único error del fin de semana. ¿El más costoso? Sin duda. ¿El único? Ni cerca. Durante todo el encuentro Vinovich (quien también estuvo al frente del controversial encuentro entre Steelers y Chargers) y su plantilla se comieron pañuelos. Dos facemask en contra de los Saints entre los más obvios.

Muchas veces, en playoffs, los referees “dejan jugar” y se guardan los pañuelos y eso fue lo que sucedió aquí. Viendo toda la tormenta que se desencadenó, la liga habrá girado instrucciones para que el duelo de la tarde se oficiara con un poco más de rigidez.

Eso resultó en un ridículo cobro de “roughing the passer” en contra de los Chiefs, revertir un fumble sin tener evidencia contundente y otras joyas que le dieron un mal sabor de boca al que debía ser uno de los fines de semana más importantes del año.

Ahora, no se sorprendan si, a partir de la próxima temporada, jugadas como las de Robey-Coleman se vuelven revisables a través de desafíos. Es así como funciona la liga, siempre reaccionando en lugar de previniendo.