Lo mejor y lo peor de la ronda divisional de los playoffs
Los Patriots avanzaron a su octava final consecutiva de la AFC con el sello de la casa, un excelente plan de juego y una ejecución perfecta.
Hablar de los playoffs se ha convertido en sinónimo de hablar de los Patriots. La exhibición del domingo en Foxboro es tan solo el ejemplo más reciente.
Las huestes de Bill Belichick, como pocas veces antes, llegaron a playoffs sumidos en un mar de dudas. Dos derrotas en diciembre, algo completamente inusual para ellos, sus cinco derrotas en la temporada fueron la mayor cantidad desde las seis en 2009 y todos sus reveces de la campaña habían sido contra equipos que no alcanzaron los playoffs.
Ante los Chargers nada de eso importó.
New England escogió el partido más importante de la campaña para dar, tal vez, su exhibición más contundente del año. Sus 41 puntos fueron la segunda mayor cantidad de toda la temporada, al igual que sus 498 yardas totales. Las 343 yardas de Tom Brady fueron su segunda mejor actuación de la campaña, como también lo fueron sus 34 pases completos y 44 intentos. Los Chargers no permitían más 490 yardas desde la semana 1 ante los Chiefs.
Más importante aún fue que su línea ofensiva lo mantuvo de pie durante todo el encuentro ante un equipo que venía de sumar siete capturas en su triunfo de la semana pasada ante los Ravens.
Más allá de los números, los Patriots operaron con precisión quirúrgica a unos Chargers que nunca tomaron el vuelo a Foxborough.
Mantuvieron la posesión del balón durante más de 38 minutos, exhibiendo un balance entre la ofensiva aérea (44 intentos de pase) y el ataque terrestre (34 acarreos), para culminar en touchdown sus primeras cinco series, en las que recorrieron al menos 67 yardas en cuatro de ellas. Lo mejor de todo (para ellos) es que lo hicieron sin abandonar su identidad, con la fórmula de siempre. Pases de alto porcentaje, yardas después de la recepción y fundamentos.
Los Patriots no perdieron tiempo para enviar el mensaje de que si Chargers quería estar en el juego, tendría que ejecutar a la par de ellos. Obviamente, no lo hicieron. New England se fue al frente con una demoledora serie de 14 jugadas y 83 yardas que devoró los primeros 7:11 del juego y sentó el ritmo del encuentro. Por si fuera poco, incluso con el marcador 35-7 al regresar del descanso, Brady y compañía repitieron la dosis con una marca de 14 jugadas, 57 yardas y 7:22 minutos que significó un agónico tiro de gracia.
Ahora necesitarán replicar la fórmula ante un ataque mucho más explosivo.
Lo peor
Nick Foles estaba en medio de su más reciente milagro y a punto de convertirse en el protagonista de los sueños más alocados de cualquier aficionado de Philadelphia. Entonces, la tragedia tocó a la puerta.
La tragedia, en este caso, tenía nombre y apellido: Alshon Jeffery.
La defensiva había mantenido a los Saints a distancia. Will Lutz acababa de fallar el gol de campo de la puntilla y Foles tenía 2:58 y 58 yardas por delante para trabajar su magia. Esas 58 yardas se convirtieron en 27 en cuestión de medio minuto. El reloj era su aliado, Jeffery no.
El pase de Foles rebotó en las inseguras manos de Jeffery y hacia la desgracia. Marshon Lattimore estuvo atento para quedarse con su segunda intercepción del juego y matar al campeón de la manera más cruel.
En las manos de Jefferey. El campeón murió con su propia espada.
¿Quieren saber qué es lo irónico? Tan solo el pasado 4 de diciembre, Jeffrey se atrevió a declarar: “Creo que tengo las mejores manos de la liga”.