Lo bueno, lo malo y lo feo de las Finales de Conferencia de la NFL
Tampa Bay será el primer equipo en jugar un Super Bowl en su propia casa.
El domingo de campeonato fue todo lo que esperábamos de él… si no es que un poco más. Desde luego que hubo quien no terminó el día con un buen sabor de boca, pues después de todo no es fácil recorrer un camino de cinco meses para quedarse en la orilla, pero así es este negocio.
Hubo, por supuesto, grandes actuaciones individuales, tal vez ninguna más reconfortante que ver a Patrick Mahomes completamente saludable y desplegando el nivel al que nos ha acostumbrado al dictar cátedra en camino a su segundo Super Bowl.
Tom Brady sigue reescribiendo la historia de la manera en que sólo Brady puede hacerlo, aunque también es cierto que en esta oportunidad su defensiva le brindó una enorme ayuda en camino a su décimo Super Bowl y llevar a Tampa Bay a ser el primer equipo en jugar el partido grande en casa propia.
A Josh Allen y a los Bills les ganó la falta de experiencia tanto o más que los propios Chiefs y Aaron Rodgers y los Packers comienzan a ser conversación sobre si el título de 2010 fue la excepción y no la norma de un jugador y una franquicia que han encontrado todas las maneras de quedarse en la orilla sin importar cuánto éxito hayan disfrutado en la campaña regular.
Y así se nos escaparon 20 semanas de football y nos quedan dos semanas larguísimas antes de llegar a una conclusión. Para aminorar la espera…
Lo bueno
Los Tampa Bay Buccaneers brindaron un ejemplo de libro de texto de lo que es el football complementario y del porqué este es el deporte de equipo por excelencia.
En la primera mitad, Brady asumió el control del juego como lo que es: El Maldito Tom Brady. Completó 13 de 22 para 202 yardas y dos pases de touchdown. En la segunda mitad, en la que lanzó tres intercepciones, fue una defensa subestimada por muchos la que brindó una gallarda actuación para frenar a Rodgers.
Los Bucs ejecutaron dentro del campo y Bruce Arians fue el coach que hizo su trabajo con un sentido de urgencia, que dirigió con un propósito y puso a sus jugadores en posición de tener éxito. Algo que no se puede decir a ciencia cierta de Matt LaFleur. Es la forma elegante de decir que lo llevó a la escuela.
Después de que los Packers anotaron dos veces en la segunda mitad para convertir el juego en uno de cinco puntos, la defensiva de los Bucs permitió 53 yardas totales y 3 puntos en las tres siguientes marchas para mantener a raya a Green Bay. Y lo hizo justo después de perder a sus dos safeties titulares, que no es poca cosa.
Y Brady, con todos sus problemas en el complemento, hizo lo que debía hacer. Conseguir puntos para ampliar el margen y llevar el reloj a doble cero. Imposible pedir más.
Lo malo
Después de lanzar su segundo pase de touchdown de la segunda mitad, un envío de dos yardas a Davante Adams para reducir el margen a 28-23 y devolverles la vida a unos agónicos Packers, se pudo ver a Aaron Rodgers enviarle un breve, conciso y contundente mensaje a la defensiva de Green Bay: “Get a stop”. Deténganlos, en el idioma de Cervantes.
La defensiva de los Packers hizo su trabajo. Rodgers no.
Jaire Alexander interceptó dos de los siguientes tres pases de Tom Brady, concediéndole los deseos al señor Rodgers. La respuesta del candidato principal a MVP y la ofensiva más productiva de la liga fueron seis jugadas para un total de -5 yardas, sí MENOS cinco yardas, en las próximas dos series ofensivas combinadas y una nueva oportunidad desperdiciada.
Sí, la decisión de LaFleur de patear un gol de campo en cuarta y goal desde la yarda 8 y abajo por ocho puntos será cuestionada por mucho tiempo en el lugar en donde Vince Lombardi escribió su leyenda. Pero la realidad es que Green Bay tuvo todas las oportunidades para evitar ponerse en esa situación y no aprovechó ni una.
Lo feo
Cuando los Bills firmaron su pase a la Final de la AFC con un sólido triunfo sobre Baltimore una semana atrás, los amantes de las ofensivas se relamían los bigotes por un duelo entre Josh Allen y Patrick Mahomes y la posibilidad de que la dinastía de los Chiefs muriera incluso antes de nacer. El problema es que sólo Mahomes se presentó al encuentro.
Allen fue una de las sorpresas más gratas de la temporada, un joven que en su tercer año en la liga se convirtió en el único jugador en la historia con 40 pases de anotación y otros 10 touchdowns totales (9 por tierra y uno por recepción). Una bocanada de aire fresco por su versatilidad e irreverencia y alguien que podría ser uno de los rostros de la liga a futuro. El domingo, sin embargo, todas las expectativas que yacían sobre sus hombros terminaron por colapsarlo.
Allen eligió el peor momento para reavivar los cuestionamientos sobre su precisión que aparentemente había dejado atrás luego de su magnífica temporada regular. Más preocupante aún resulta el hecho de que ligó su segunda actuación mediocre en la postemporada.
El domingo, cuando los Bills requerían que la ofensiva que fue la segunda más anotadora de la liga en el calendario regular se presentara a un tiroteo contra Patrick Mahomes, Allen fue a un tiroteo armado con un cuchillo. Completó 28 de 48 pases (58%) para 287 yardas y dos touchdowns por una intercepción. Esos números simplemente no están a las alturas de sus expectativas.
La actuación de Allen es atribuible directamente al estupendo trabajo del perímetro de los Chiefs, que se mantuvo hermético incluso cuando la línea ofensiva le brindó tiempo de sobra a Allen para trabajar.
Pero tampoco se puede descartar que la noticia dada a conocer durante la semana de que su papá estuvo internado recientemente por un cuadro de neumonía y COVID-19 haya tenido algo que ver, pues el joven quarterback se mostró impreciso y titubeante incluso en los raros momentos en que tuvo receptores desmarcados.