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Mientras escucho el solo de Home de Depeche Mode y se oye el “thank you” de fondo, me doy por medio satisfecho, por ir a medio gas y ganar.

Es todo tan extraño. Tan raro. Una parte no desea los cambios de tiro de cámara porque se ve el templo del fútbol vacío.

En otras ocasiones veo a Messi sin barba y me retrotrae a cuando éramos felices y no lo sabíamos.

Después admiro a la última perla del Barça llamada Fati marcando un gol y envió mensajes a mis amigos diciendo que él es Neo y Messi es Morfeo.

Sin embargo, me incorporo en el sofá cuando veo que Setién le saca y mantiene a Griezmann en el campo. ¿Pero qué está pasando aquí?.

¿El chaval se deja la piel, marca un gol y lo cambias?. Es una broma.

Debe haber apostado alguna vaca con algún amigo. No se le puede hacer esto al fútbol. A la estética. A la justicia.

Sobre el francés, hemos pasado de la ilusión, al enfado, a la desazón, al desencanto y por último a la lástima. Y tiene que ver por su situación.

No es un nueve. Nunca lo ha sido. Para ser un nueve tiene que haber nacido nueve. No puedes reconvertirte. Un jugador se puede reconvertir en muchas cosas, pero nunca en un nueve. Naces nueve: Lineker, Ronaldo el gordo, Suárez, Cavani, Van Basten, ... nueves.

Nadie ha sido un ocho o un diez y se ha reconvertido en delantero centro. Nadie.

Griezmann juega en la posición de Messi y con eso, ya está dicho todo. Aún así seguirán repitiendo el momento como el día de la marmota. El francés es Bill Murray, pero sin nieve.

Una de las finales de la Liga es el viernes contra el Sevilla. Ese es el partido.

¿Estaremos preparados?. No sé. Tengo miedo. Será que soy viejo y ya lo he visto esto.