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Los Dodgers apuestan todo con la llegada de Mookie Betts

El exestrella de los Red Sox podría ser la pieza faltante para que Los Ángeles ponga fin a una sequía de títulos que data de 1988.

Estados Unidos
El exestrella de los Red Sox podría ser la pieza faltante para que Los Ángeles ponga fin a una sequía de títulos que data de 1988.
Michael DwyerAP

Han pasado más de tres décadas desde que Los Ángeles Dodgers se encumbraron en la cima del baseball. Demasiado tiempo para una de las franquicias de mayor tradición. Una espera que debe terminar ya. Cueste lo que cueste.

Siete títulos consecutivos del Oeste de la Liga Nacional y dos infructuosas apariciones en la Serie Mundial en las últimas tres temporadas no son suficientes para los Dodgers. La ventana de un título se cierra rápidamente y había que tomar medidas desesperadas para mantenerla abierta.

La llegada de Mookie Betts esta semana en un canje con los Boston Red Sox es la apuesta final de unos Dodgers que no han levantado el gallardete desde 1988 a pesar de contar con una de las nóminas más altas y uno de los planteles más talentosos de Grandes Ligas.

Dos veces victimados en la Serie Mundial en años consecutivos por equipos envueltos en escándalos de robos de señales, los Dodgers no pretenden dejarle nada a la suerte. Por eso enviaron a tres importantes prospectos a Boston por un año de alquiler de Betts, el MVP de la Liga Americana en 2018. Para anclar a un orden al bate que, desde ya, es uno de los más temibles del circuito.

La llegada de Betts no solo le suma algo así como 30 cuadrangulares a una alineación que ya cuenta con el reinante Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en Cody Bellinger, sino que le da al manager Dave Roberts balance en el orden al bate, una defensiva envidiable en los jardines y una enorme flexibilidad desde la banca.

En sus últimas cuatro temporadas (todas en los primeros 8 en la votación a MVP de la Liga Americana), Betts promedia un bateo de .305 con 29 cuadrangulares, 24 robos de base y 121 carreras anotadas. Un demonio en la parte superior del orden al bate.

La simple visión de Betts en cualquier alineación es suficiente para infundir temor en el pitcher rival. Ahora, la Liga Nacional en su totalidad debe prepararse para enfrentarlo en mancuerna con Bellinger, quien el año pasado se quedó con el MVP gracias a una campaña de .305 con 47 vuelacercas, 115 carreras impulsadas, 15 robos y 121 carreras anotadas. Un formidable 1-2. Derecho y zurdo.

Con la llegada de Betts, los Dodgers son el cuarto equipo en los últimos 30 años que tienen a ganadores del MVP de dos años consecutivos en el plantel, uniéndose a los Tigers de 2013 (Miguel Cabrera y Justin Verlander), los Phillies de 2008 (Jimmy Rollins y Ryan Howard) y los Giants de 2002 (Jeff Kent y Barry Bonds). De esos conjuntos, solo Filadelfia conquistó el campeonato.

Los Dodgers esperan unirse a Filadelfia en esa exclusiva lista y tienen argumentos para hacerlo. La alineación angelina incluye a Max Muncy (35 HRs), Corey Seager (19 HRs), Justin Turner (27 HRs) y Joc Pederson (36 HRs), además de los jóvenes Will Smith en la receptoría y Gavin Lux en la segunda base. Un lineup, tal vez un poco cargado a la derecha, pero temible de cualquier forma.

Para complementar a la mejor ofensiva de la Liga Nacional en 2019, Roberts también adquirió a otro abridor en el veterano David Price, quien se integrará a una rotación conformada por el tres veces ganador del Cy Young Clayton Kershaw (16-5, 3.03), el talentoso joven Walker Buehler (14-4, 3.26) y posiblemente el mexicano Julio Urías. Nuevamente, cargada a la izquierda, pero un problema que ya quisiera cualquier otro manager en Grandes Ligas.

El plantel de los Dodgers es tan completo que tiene a dos de los primeros cuatro favoritos en Las Vegas para ganar el MVP de la Liga Nacional ─Betts y Bellinger, obviamente─ y a dos de los primeros seis en los momios al Cy Young en Buehler y Kershaw.

Pero los Dodgers tienen muchos galardones individuales, pueden prescindir de ellos y con gusto cambiarían cualquier premio en puerta en 2020 por ganar el último juego de la Serie Mundial.

Tres décadas son demasiadas.