El Mundo llora a Kobe Bryant
El mundo llora a Kobe Bryant. Es un llanto de profundo dolor, porque es un llanto auténtico. Lo provoca la pérdida de un hombre que se ganó en la cancha de juego el respeto y admiración de sus rivales, el cariño y veneración de sus fanáticos. La muerte de Kobe Bryant no es sólo una dolorosa pérdida del basquetbol, lo es para el deporte mundial, porque personajes como él dignifican la actividad deportiva.
Murieron nueve personas en el helicóptero que, inexplicablemente, volaba las montañas de California en un día muy nublado, sin las condiciones necesarias para volar. Deja viuda a su esposa Vanessa; con él falleció su hija Gianna, a quien llevaba a un partido de basquetbol, deja huérfanas de padre a tres niñas más, Natalia, Bianca y Tery
Desde que Michael Jodan se retiró la NBA vive la enfermiza búsqueda del “nuevo Jordan”. Kobe fue uno de esos etiquetados. Muy pronto, el joven que arribó a la liga directo de la Preparatoria, con sólo 17 años, se sacudió esa absurda campaña mediática, y comenzó a crear su propia historia, una historia monumental.
Ha fallecido el hombre que marcó, en una noche de NBA, 81 puntos. El mismo que ganó 5 títulos NBA, 2 medallas de Oro en Juegos Olímpicos, tras dos décadas dedicadas en cuerpo y alma a los Lakers de Los Angeles.
No tenga usted dudas, Kobe fue más grande que el basquetbol. Por eso ayer le lloraban en cinco continentes, le lloramos en México, en Asia, en Europa. Si Neymar tuvo un momento para honrarlo en pleno partido del PSG, fue porque Black Mamba nos llegó al corazón.
En el deporte existe una llave mágica a la que poca gente puede acceder. Una llave que multiplica los logros en la cancha, los lleva a distintos extractos sociales, los traduce a diversos idiomas, y convierte al personaje en un ícono. Pocos, muy pocos tienen acceso a ella. Hay quienes la poseen pero no la saben usar.
Kobe vivió parte importante de su infancia y adolescencia en Europa, porque su padre, Joe Bryant, al retirarse de la NBA, decidió continuar jugando en la liga italiana de basquetbol. Ese episodio de su vida le hizo entender que el mundo del basquetbol es mucho más que la NBA. Años después esto le ayudaría a trascender más allá de las duelas estadounidenses.
Kobe hablaba, por supuesto, inglés, italiano, entendía chino mandarín, y también español. Esto no es común en el deporte estadounidense.
En el 2008 lo entrevisté por primera vez, en inglés. Al terminar la entrevista le pedí que leyera en español el slogan que TV Azteca tenía para los Juegos Olímpicos de Beijing, “prende tu pasión olímpica en TV Azteca”. Cuando le di la hoja para que la leyera, lo hizo con tal naturalidad, que me quedé convencido que hablaba español.
Cuatro años después, previo a los Olímpicos Londres 2012, volví con él y la selección de Estados Unidos. Esta vez no perdí tiempo. Acompañado de mi querido amigo y compañero camarógrafo, Roberto López “el Zuzú”, una vez concluido el entrenamiento, corrimos tras él. Llegué antes que todos y le dije, ¿cómo está Kobe?, me contestó, “cómo estás tu amigo, yo todo bien”.
Fue la primera vez que habló en español para una televisora.
Cuando te dedicas a este negocio del periodismo deportivo, desde México es difícil tener acceso a los mejores atletas del mundo. El día que estás con ellos esperas que te tomen con seriedad, puede ser una vez en la vida. Aquel Kobe que entrevisté el 2012, para entonces ya cinco veces campeón NBA, me enseñó que la humildad es el mejor uniforme de un atleta.
Kobe fue tan humilde, que el día que se retiró lo primero que se le ocurrió fue crear un cortometraje animado para agradecer al basquetbol una vida de enseñanzas y logros. Lo tituló, “querido Basquetbol”. Y fue tan brillante que por él se ganó un Oscar.
La tragedia de Kobe nos recuerda cuan frágil es la vida, lo rápido que todo puede terminar sin importar quien seas. Se fue Kobe Bryant pero se queda el Mito, la leyenda, el ícono, el atleta ganador, el hombre humilde.
Adiós Kobe, gracias por tus enseñanzas, que Dios bendiga a tu esposa e hijas.