El contrastante mundo de Russell Wilson y los Cowboys
La NFL es una liga violenta y por momentos cruel e injusta. Todos los jugadores y equipos son evaluados de acuerdo al resultado final, pero la competencia se realiza en condiciones desiguales. De ahí parte mi primera conclusión.
Sería tan fácil justificar a Russell Wilson. Su línea ofensiva es pésima. Ahora que Tyler Lockett se ha lesionado, al parecer grave, no tiene, ni cerca, uno de los 20 mejores receptores o corredores de la liga. Pero antes que hundirse en un mundo de pretextos, sale a la cancha y consigue resultados extraordinarios.
Los Seattle Seahawks amanecieron 8 ganados y 2 perdidos, tras derrotar al último invicto. El triunfo sobre los 49ers fue emocionante, debo decir electrizante, ejemplificando con claridad que Russell Wilson es un quarterback que, simplemente, encuentra caminos para ganar.
En Dallas, en cambio, tenemos el mundo de los excesos. El corredor mejor pagado, el guard mejor pagado, la línea ofensiva más cara, un quarterback que pide 40 millones. Todos, confundidos, en medio de un equipo perdedor. Porque los Cowboys de Jason Garrett, con 5 ganados y 4 perdidos, son un equipo perdedor, incapaz de ganar partidos trascendentes, hundidos en un mundo de pretextos y justificaciones.
Sabemos que este es un juego de equipo, que en el campo hay diversas unidades con distintas funciones, pero en batallas de alto nivel, en momentos decisivos, éste es un juego y un duelo de quarterbacks. El lunes fue Russell Wilson contra Jimmy Garoppolo, y claramente ganó el de Seahawks.
En esta liga de quarterbacks, disculpe la insistencia en señalarlo, Seattle tiene al mejor del momento, a un ganador natural. El peor error que podríamos cometer es evaluarlo por sus estadísticas, 24/34 completos, 234 yardas, 1 TD, 1 INT. Números irrelevantes. Encontró el camino para ganar un partido decisivo, fundamental dentro de su división, camino a playoffs.
Sobre los 49ers sólo quiero decir. Me queda claro que Jimmy G tuvo un comienzo explosivo. Me queda claro que le soltaron varios pases de las manos, algunos de ellos comprometiendo seriamente el partido. Pero en los momentos decisivos, en el tiempo extra, me queda claro que vi un Jimmy G nervioso, inseguro, desconfiado, y sobre todo incapaz de hacer la jugada que ganara el partido.
Retomando los Cowboys, no tengo duda del alto nivel del tackle ofensivo Tyrone Smith, el guard Zack Martin, o el centro Travis Frederick, mucho menos de Ezekiel Elliott o Amari Cooper. Son jugadores elite. Su problema es que en este deporte los jugadores ejecutan las estrategias y decisiones de los coaches.
A 1:57 minutos del final, perdiendo 24-28, los Cowboys llegaron a la yarda 11 de Minnesota. Tenían 2ª. oportunidad, tres yardas para primero y gol. Hablamos del momento que definió el partido, y de un partido que muy probablemente defina la temporada de los Cowboys.
A 11 yardas de ganar, en una noche en la que Zeke fue limitado a 2.4 yardas en veinte acarreos de balón, al coach Jason Garrett y su coordinador ofensivo Kellen Moore se les ocurrió mandar…. dos carreras más del #21, que sepultaron su temporada.
El gran problema para Jason Garrett y su staff, en noches como la del domingo pasado, no es la derrota en sí, sino la forma en que son exhibidos.
No quiero ni imaginar lo que pasaría si Russell Wilson tuviera en su línea ofensiva a Tyrone Smith y Zack Martin, a Ezekiel Elliott de corredor, y Amari Cooper de receptor. ¿Se imaginan?
Claro, con Pete Carroll como coach.