¿Qué posibilidades hay de que se suspenda el Mundial de Rusia?
La tensión política en Oriente Medio, a raíz de las más recientes intervenciones militares en Siria, han desencadenado una ola de reacciones contra el régimen de Vladimir Putin.
El 15 de abril de 2018, una 'noticia' rondó las redes sociales. Era una imagen de Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa, sobre un cintillo de CNN que leía "Putin: 'El Mundial de 2018 fue cancelado". Evidentemente, era una 'fake news', propagada con tal éxito que medios de referencia como RT y Sputnik desplegaron a sus redacciones para desmentir el 'trascendido'. La razón del bulo, sin embargo, tenía mínimo sustento paranoico. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, había ordenado un bombardeo a Damasco, la capital de la Siria de Bashar Al-Assad, en coordinación con Francia y Gran Bretaña, en represalia al uso de armas químicas contra la población civil de la ciudad de Duma. En los días previos al cañoneo, el mandatario estadounidense había responsabilizado a Putin, vía Twitter, de haber cobijado al régimen del "animal Al-Assad", presunto autor del ataque químico cuyas estruendosas imágenes impactaron al mundo.
Desde la época en la que coincidieron el régimen de Háfez y el soviético, Rusia es un aliado de Siria. En términos armamentísticos y geopolíticos, el país musulmán es una alhaja para el Kremlin. Siria es clave para reinvindicar la influencia rusa en la región en el contexto de la agresiva política exterior del régimen Putin, ilustrada por su militarismo en Georgia (2008) y en la anexión de-facto de la península de Crimea en 2014.
Además, según el SIPRI, el Instituto de Estocolmo para la Paz, los contratos de venta de armas de Moscú a Damasco ascendieron a $687 millones de dólares en 2011 y 2012. El intercambio obedece a razones mútuas: Rusia entiende que Siria juega un papel clave en la contención del radicalismo islamista, que se ha extendido hasta territorio propio: en Chechenia, para ser específicos. Las tensiones entre el Kremlin y las guerrillas chechenas han desencadenado dos guerras cruentas y han instalado el terrorismo como un modus-vivendia en la Rusia post-soviética. Por su parte, Siria también comparte el temor islamista, y Rusia es un aliado en su combate. Bajo esa bandera ha justificado Putin su protección a Al-Assad: derrotar finalmente el Estado Islámico, entidad que ya ha amenazado a la Copa del Mundo en varias ocasiones utilizando fotomontajes de varios futbolistas estelares ensangrentados. De hecho, la Oficina Federal de Investigación Criminal alemana (BKA) estima que un número significativo de combatientes de Daesh, sin específicar la cifra, son de origen de ruso.
Boicot
Guerra Fría 2.0, decíamos. El ataque contra un exagente los servicios secretos rusos, oculto en Inglaterra, desató un terremoto diplomático cuya onda telúrica llegó hasta el mismo Comité de Organización de la Copa del Mundo, en Moscú. El gobierno de la primera ministra, Theresa May, no enviará a ningún representante oficial a los encuentros; ni a la inauguración, ni a los partidos del equipo comandado por Gareth Southgate. A finales de marzo, Islandia secundó la posición del gobierno británico. Y, de hecho, pocos líderes han confirmado su presencia en Rusia. Alexandr Schetinin, jefe del Departamento de América Latina de la Cancillería rusa, aseguró en abril, tras el desprecio internacional por los ataques químicos y el bombardeo ordenado por Trump, que "varios líderes latinoamericanos han expresado su interés en concurrir al Mundial", y mencionó el caso específico del presidente de Argentina, Mauricio Macri.
Sin embargo, a pesar del aislamiento político y la agitación bélica en sus terruños aledaños, la Copa del Mundo solo sería cancelada si su organización supone una afrenta seria a la seguridad nacional. Y el Mundial también es poder e imagen, y Putin no estaría dispuesto a brindar una imagen de debilidad o descontrol de la seguridad en sus dominios. "Debemos hacerlo de modo que su organización esté al más alto nivel y ante todo asegurar la máxima seguridad de los deportistas y de los aficionados", declaró Putin en una reunión de ministros en febrero.
Por ello, el régimen prometió un operativo policial-militar que blindará la Copa del Mundo, que incluirá a una patrulla extra-oficial de cosacos pro-Putin, según informó el diario británico The Guardian, y una "policía turística", que operará bajo la dirección del Ministerio del Interior. "Respecto a lo que concierne a la seguridad de la Copa del Mundo 2018, la FIFA confía plenamente en los dispositivos de seguridad preparados para la cita, y organizados por las autoridades rusas y el propio comité organizador", apostilló la FIFA en un comunicado de prensa publicado en febrero.
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