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Contra el Madrid, el Barça llegó a su cúspide de mediocridad permitida y bien entendida porque no se podía dar más. Y la gente lo entendió y hasta cierto punto lo aceptó y el Presi lo llegó a aplaudir.

Sin embargo, ahora parecemos cangrejos, ya que vamos hacia atrás. Posiblemente contra el Alavés ha sido uno de los peores partidos de la historia del Barça. Top Ten de calamidad.

No sé qué más tiene que hacer Nico para que le den galones, no sé qué tiene que hacer Pedri para que le hagan capitán y no sé que tiene que hacer Alba para que cada vez que haga o le hagan una entrada no se caiga como si le hubieran roto todos los huesos y entrara en una catarsis epiléptica al estilo Luis Suárez.

Alba es uno de los mejores jugadores de la historia del Barça pero no cae bien a la gente y me pregunto por qué será. Los hay que caen de pie y otros sentados, él cayó rodando.

El problema del insípido partido de hoy ha sido de falta de insistencia, escasez táctica y condescendencia genética.

Xavi tiene que hablar menos y hacer más, como con Dembélé. Recordamos hechos y no palabras y si se tiene que demostrar al mundo quien puede y quien no puede jugar en el Barça, pues se demuestra con conductas salomónicas. Sin contemplación.

Los valores no están en venta, pero la crítica constructiva es que jugar al toque y a la suavidad del pase del balón con Iniesta, Xavi y Messi era sencillo, pero ahora pocos te bajan el balón al pie.

Hristo ya lo dijo desde Miami a Dembélé porque jugó en su posición: si no sientes el escudo ni la historia, deja la camiseta y vete a tu casa.

La tormenta perfecta que está sacudiendo al Barça es tan fuerte que empuja y sopla hacia atrás el barco de la salvación blaugrana capitaneada por un Xavi que sigue creyendo, pero ¿hasta cuándo?