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El mundo del deporte también le cierra las puertas a Donald Trump

El presidente de Estados Unidos ha perdido espacios que ya tenía ganados en la industria deportiva. La PGA, la más reciente organización que le ha dado la espalda.

Ciudad de México
El mundo del deporte también le cierra las puertas a Donald Trump
CHERISS MAYREUTERS

El violento asalto que sufrió el Capitolio de Washington la semana pasada durante la confirmación de los votos del Colegio Electoral a favor de Joe Biden supuso un auténtico terremoto político-social en la Unión Americana. O, quizá, más bien reflejó cabalmente la profunda brecha ideológica sobre la que se ha cimentado Estados Unidos desde, según apuntan varios autores, la Guerra Civil. Como fuere, la opinión pública ha adjudicado la autoría intelectual del episodio, protagonizado por los seguidores del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al mismo mandatario. De acuerdo a una encuesta de ABC News e Ipsos, publicada el pasado 10 de enero, 67% de los consultados cree que Trump incitó a la turba; de ellos, el 52% cree que el neoyorkino tiene la culpa de lo sucedido, justificados en el discurso que había pronunciado horas antes de la invasión a las afueras de la Casa Blanca. El veredicto popular se ha replicado en la Cámara de Representantes, donde 232 congresistas (222 demócratas y 10 republicanos), aprobaron el pasado miércoles iniciar un nuevo juicio político (impeachment) contra el presidente. El mundo deportivo ha tomado nota y también ha rechazado a Trump.

El primer paso después de los incidentes lo dio la PGA Tour, el principal circuito de golf profesional masculino en el mundo, quien anunció el pasado domingo 11 de enero que el US PGA Championship de 2022 no se celebrará en el Trump National en Bedminster, Nueva Jersey, tal como estaba planeado. PGA tomó la decisión tajante de retirar el torneo de un campo que es propiedad del presidente, a raíz de los sucesos del 6 de enero en Washington. "Se ha vuelto muy claro que acoger el PGA Championship en Trump Bedminster iría en detrimento para la marca PGA America y no queremos poner en riesgo la capacidad de la organización en entregar nuestros programas y mantener la longevidad de nuestra misión", apuntó Jim Richerson, presidente del circuito. Seth Waugh director general de la PGA, fue más explícito en su consideración: "Después de lo que pasó, sabíamos que no podíamos seguir disputando el torneo en Bedminster. El daño podría haber sido irreparable. Lo único que podíamos hacer era marcharnos de ahí", sentenció. Trump no se manifestó públicamente al respecto, pero un portavoz de su emporio expresó 'profunda decepción' por ella.

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BRENDAN SMIALOWSKIAFP

El 'Bedminster-gate' no sería el primer golpe que la industria del golf asestaría en contra el presidente de la Unión Americana. El Royal & Ancient, uno de los clubes de más larga tradición en el globo, dejó en claro que su torneo insignia, el British Open (uno de los cuatro majors del calendario de la PGA) no aterrizaría en Turnberry, uno de los dos campos que posee Trump en Escocia. Al menos, "no en un futuro cercano", refrendó R&A. El prestigioso torneo no tiene una sede fija, aunque la más común es el Old Course de St. Andrews; sin embargo, Turnberry sí lo ha organizado en cuatro ocasiones (1977, 1986, 1994 y 2009). Ninguna de ellas, eso sí, bajo la gestión de Trump, quien adquirió el complejo en 2014, dos años antes de que fuese electo como presidente de Estados Unidos. Anteriormente, en junio de 2016, la PGA también había movido de locación el torneo que solía realizarse en Miami's Trump Doral hacia la Ciudad de México a partir de 2017, competición que en la actualidad se denomina WGC-Mexico Championship y tiene su hogar en el Club de Golf Chapultepec. "Es un día triste para Miami y para el golf en Estados Unidos", dijo Trump entonces. "Espero que tengan seguro contra secuestros", soltó con sorna en entrevista con Fox News.

A lo largo de su trayectoria política, Trump ha perdido espacios en la industria deportiva y, además, ha puesto en peligro otros proyectos y eventos. El golf ha intentado desmarcarse de él, sobre todo después de los sucesos en el Capitolio, mientras otras disciplinas y organizaciones también han puesto distancia de por medio en los últimos años. En entrevista con AS en 2017, Víctor Montagliani, presidente de Concacaf, aceptó que las políticas migratorias de Trump podrían suponer un problema para la candidatura tripartita México-EEUU-Canadá para acoger la Copa Mundial de la FIFA en 2026. El informe final del Task Force de FIFA, que evaluó las condiciones de las propuestas en carrera (los tres países de Norteamérica y Marruecos), sí consignó las medidas impuestas por la administración Trump en materia migratoria; de hecho, las calificó como un potencial freno al libre tránsito y al respeto de los Derechos Humanos. No obstante, la candidatura prosperó y Trump agradeció a la FIFA la concesión de la sede del primer Mundial con tres países. Conocidos son, además, los enfrentamientos verbales del mandatario con la NBA, la NFL, US Soccer, la Selección Femenina de fútbol de Estados Unidos, la MLB y NASCAR; todos, con un factor en común: las protestas anti-racismo como tema central.

Roturas con la NFL y NASCAR

Precisamente, la NFL y NASCAR eran dos 'bastiones' trumpistas en el statu quo deportivo estadounidense. Los controversiales eventos que ha escenificado su presidencia (la lista es interminable) abrieron una brecha. Amigo personal de Robert Kraft, dueño de los New England Patriots, y Tom Brady, actual QB de Tampa Bay Buccaneers y multi-campeón de Super Bowl con los Pats, Trump tomó partido en diversas ocasiones a favor del tándem en las disputas que libraron contra la NFL y su comisionado, Roger Goodell. El magnate neoyorkino, quien intentó, sin éxito, comprar a los Buffalo Bills en 2014, destinó varios mensajes beligerantes a Goodell a lo largo de sus cuatro años en la Casa Blanca: "débil", "estúpido", "imbécil" fueron algunos de los insultos utilizados. El mayor punto de encuentro entre ambos fue el apoyo de la NFL a las manifestaciones en contra del abuso y el racismo policial, órdago que inició Colin Kaepernick en 2016, con su popular gesto durante la interpretación del himno nacional estadounidense y que tomó impulso tras el asesinato de George Floyd en mayo de 2020. Goodell condenó cualquier forma de opresión hacia la comunidad afroamericana en EEUU y pidió disculpas por desoír las peticiones de libre expresión de los jugadores de la liga en torno al racismo sistémico. Aliados de Trump en la NFL, como Drew Brees (QB de New Orleans Saints) y Stephen Ross (dueño de los Miami Dolphins, donante de las campañas presidenciales del republicano), se posicionaron contra los postulados del mandatario y acordaron que existe un problema de racismo en Estados Unidos que la NFL no debe ni puede ignorar.

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Shannon StapletonREUTERS

La NASCAR, una fortaleza del conservadurismo blanco estadounidense (no existen conteos oficiales de audiencia, pero estimaciones de distintos medios apuntan que más de un 70% de los televidentes de NASCAR son hombres blancos de mediana edad), también ha colisionado con el presidente Trump. El republicano atizó al circuito por vetar la bandera confederada (icono de los estados del sur y considerada por sus detractores como una apología del racismo), después de la controversia que protagonizara Bubba Wallace, el símil de Kaepernick en NASCAR, quien denunció haber visto un lazo anudado (símbolo de linchamiento) en el garage de su coche en la pista de Talladega, Alabama. Esto representaría una amenaza de muerte a Wallace, el primer piloto afroamericano en la historia del circuito, quien ya era muy vocal sobre la justicia social y la inequidad de oportunidades debido al color de piel.

Ante las protestas de su parrilla de pilotos y amenazas de boicot de equipos y patrocinadores, la NASCAR determinó prohibir la presencia de la bandera de la Confederación. Trump señaló: "La decisión causó los peores ratings de la historia (lo que la empresa Speed Report desmitió poco después)", y tildó a la acusación de Wallace como un 'montaje'. El establishment de NASCAR cargó con dureza contra Trump. Tyler Reddick (piloto), Bob Pockrass (conocido periodista en el gremio) y la misma organización rechazaron los enunciados del inquilino de la Casa Blanca y cerraron filas en torno a Wallace. "Ni siquiera la NASCAR apoya a Trump. Cuando tus opiniones son más reaccionarias que aquellas en el deporte más conservador en la parte más conservadora del país, quizá seas un personaje en el borde del espectro político de la ultra-derecha", escribió Jennifer Rubin en The Washington Post en julio de 2020.

Sin visitas en la Casa Blanca

La gira de victoria de los campeones de las ligas profesionales estadounidenses solía culminar con una visita 'de Estado' (de facto) a la residencia oficial del presidente del país. Una jornada de discursos, fotografías, camaradería y sonrisas. La tradición terminó durante la administración Trump. Otrora un 'gran honor' para los monarcas nacionales (con varios desplantes incluso antes de la administración Trump, cabe señalar), que lucían sus mejores galas ante el líder del ejecutivo, la excursión a la Casa Blanca ha perdido interés entre los deportistas. No solo eso. Muchos la han desdeñado públicamente. Tal es el caso de Megan Rapinoe, otra de los enemigos públicos predilectos de Trump en la esfera deportiva. "No iré a la jo... Casa Blanca", espetó en junio de 2019, antes de la Copa del Mundo Femenina de la FIFA.

Mediado su mandato (junio de 2019), 10 de 20 campeones nacionales no acudieron a Pennsylvania Avenue. Ninguno de los clubes que conquistaron la NBA (Golden State Warriors, Toronto Raptors) y la WNBA (Minnesota Lynx, Seattle Storm) durante ese periodo recibieron invitaciones desde el Despacho Oval. Sí asistirían Philadelphia Eagles, ganadores del Super Bowl LII, pero Trump retiró la invitación cuando el equipo anunció que no se presentaría con su róster completo, pues varios jugadores habían declinado la oferta. Durante 2020 las visitas quedaron suspendidas debido a la pandemia del COVID-19. Antes de ello, ni siquiera los Patriots de Kraft, Brady y Bellichick, quien recién rechazó la medalla del Presidencial de la Libertad, el máximo honor civil que concede Estados Unidos, atendieron el llamado de su ‘colega’ en la Casa Blanca para celebrar su conquista en 2019 (Super Bowl LIII).

Para más inri, ningún equipo femenino (WNBA, USWNT, campeonatos colegiales, NWSL, etcétera) visitaron la Casa Blanca durante la estadía de Trump. La ceremonia se ha politizado. Normal. Si el intercambio, en lugar de los apretones de manos, ha cambiado a “ir a la Casa Blanca era un gran honor hasta que apareciste”, tal como tuiteó LeBron James en 2017, es síntoma de que la situación es intolerable. Y que el deporte, en varios frentes, no tolera más a Donald Trump.