La transición pacífica del poder, a prueba en las elecciones 2020
La democracia estadounidense está sustentada en la confianza en su sistema electoral y en la transferencia pacífica del poder, tradición que podría terminar en esta edición.
"Juro solemnemente que desempeñaré con fidelidad el cargo de presidente de los Estados Unidos y haré lo mejor de mis habilidades para preservar, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos". Son las palabras que todo presidente electo de la Unión Americana ha pronunciado cada enero de cada cuatro años desde 1789, el culmen de una antigua y valiosa tradición de la que se afana la cultura política estadounidense: the peaceful transition of power, la transferencia pacífica del poder.
‘That’s the american way’, presume el statu quo de la máxima potencia del orbe en libros, conferencias, series televisivas. Es más que una ‘tradición’ centenaria, más que una muestra de civilidad y respeto a las instituciones y al Estado de derecho; es el mejor síntoma de la sanidad de la democracia estadounidense, uno de los primeros países del mundo en adoptar un sistema de gobierno republicano. Pero ahora, en 2020, en las elecciones de la pandemia del COVID-19 y de la tumultuosa era-Donald Trump, dicha orgullosa usanza americana se expondrá a una de las pruebas más difíciles de su historia.
En ningún momento de la campaña electoral, Donald Trump ha confirmado si permitirá que la transferencia ocurra sin sobresaltos, en caso de que Joe Biden obtenga más de los 270 votos del Colegio Electoral para convertirse en el 46º presidente de EEUU. Por el contrario, ha sembrado de dudas un proceso que ningún candidato en la historia había cuestionado previamente. “Vamos a ver qué pasa”, aseguró en conferencia de prensa en la Casa Blanca el pasado 23 de septiembre. El presidente no confía en el sistema de votación por correo, el cual tilda de ‘arreglado’ y ‘deshonesto’. Por ello, la nación contiene el aliento mientras la votación continúa y el escrutinio se prepara. Los medios de comunicación han decidido, casi en pleno, no adelantar vísperas; la Casa Blanca ha erigido una muralla a su alrededor para protegerla de posibles protestas y varios negocios (hoteles, restaurantes, tiendas) han optado proteger sus puertas y ventanas con tablones de madera, como medida de precaución ante hipotéticos disturbios. Imágenes poco comunes en un escenario post-electoral estadounidense. La polarización del país y la discusión en torno a los resultados han creado un clima enrarecido que supone un reto para las instituciones nacionales.
El periodista Timothy Naftali explica en un texto en Foreign Policy los peligros que corre la vieja transferencia del poder en la elección de 2020. Estados Unidos, diserta Naftali, introdujo el concepto de transición política, el periodo que transcurre desde que termina un proceso de votación ciudadana hasta la toma de protesta del nuevo presidente. A lo largo del tiempo, dicho lapso ha cambiado de duración (de seis a 11 semanas), igual que las reglas y tradiciones (la fiesta de inauguración, el juramento sobre la Biblia), pero casi nunca, con algunas excepciones, hubo riesgo de ruptura del orden constitucional. Dos meses de colaboración institucional y civilidad mutua que desembocan en el juramento en las escalinatas del capitolio. El único antecedente es la elección de 1876, destrabada por el Compromiso de 1877 mediante el cual Rudolf Hayes, presidente electo, logró el retiro de las tropas federales de los estados sureños, lo que activó la Reconstrucción del país tras la Guerra Civil. Con ello, Hayes conjuró una potencial crisis constitucional.
"Por primera vez en la historia moderna de Estados Unidos, la limpieza después de una administración fallida podría involucrar varios abusos políticos y financieros", escribió Naftali. Sin embargo, el exgeneral Mark Hertling, quien sirvió durante 37 años en el Ejército, sentenció en una entrevista en The World que la Unión Americana cuenta con una estructura institucional lo suficientemente sólida como para asegurar la pacífica transferencia del poder. Incluso aludió a mecanismos militares para ello: "Tenemos los procesos. Si un presidente se niega a dejar la Casa Blanca, hay formas de efectuar su salida. Pero no quiero ver jamás una marcha militar, porque se convertirían en un cuarto brazo de gobierno. Y eso va en contra de la Constitución".
Continúa la incertidumbre
Según CNN, Donald Trump no planea un discurso de concesión para esta noche. No hasta el momento de redacción de este artículo. Esto aumenta las suspicacias respecto a la conducta que asumirá el mandatario: ¿activará el protocolo que ha caracterizado a la democracia estadounidense desde 1789? Horas cruciales para el país están por vivirse.