Cuando hacer gol no significa nada
No nos engañemos, lo que hace del fútbol el mejor deporte del mundo, es el furor de los presentes en la celebración de los goles.
El calor de la afición cantando, aplaudiendo, riendo, con amigos, con familia, con pareja, es lo que hace el fútbol increíble.
En la Bundesliga hemos podido sentir un atisbo de post apocalipse. El fútbol lo hace grande las personas que lo siguen. Los que lo amamos.
Celebraciones sin abrazos. Fallos de ocasiones claras sin el respetable aullando ni despotricando contra jugadores que son héroes y villanos en base a su acierto o fallo.
Imaginad si somos importantes en el fútbol, el público, que todos los video juegos llevan el griterío incorporado. Cánticos de aficiones. Ritmo de palmas.
Nos tocaron las celebraciones de los goles con el VAR. Maldita justicia igual de deseada que rechazada. El suspiro entrecortado por pensar “lo celebro o no lo celebro, grito o no, y no quiero tener cara de tonto si me vengo arriba demasiado y luego nos lo anulan”.
Ayer, en Alemania una victoria de seis en casa. Sin afición no hay alma. La pelota rueda de forma diferente por no hablar de los tres lesionados en el partido del Borussia.
Y mientras tanto, el Barça sigue inmune a toda la tormenta perfecta por la que estaba pasando. Abrió la excusa de la pandemia y calla, no digas nada, que de lo único de lo que se puede hablar es del virus. Lo otro está prohibido.
No importan todas las verdades que se destaparon en la trama de las redes sociales. Nadie exige reclamaciones. ¿Hasta cuándo?