¿Y qué puede fallar?
Qué ganas de que Setién nos calle la boca a los incrédulos.
Porque si analizamos lo ocurrido no es que tienda a lo grotesco y sórdido, es que lo sobrepasa mil millones de años luz.
Una cosa es no querer a Valverde, otra que un señor que le ha jugado dos partidos al Barça buenos con el Betis y después de estar tantos años con el Lugo, ahora sea la reencarnación de Sacchi o Capello. Por no hablar del más grande: Pep.
Su sinceridad abruma con frases como "ayer paseaba con las vacas y ahora estoy entrenando al Barça".
Es que es el cuento de la Cenicienta (con 61 años y canoso), o el de Julia Roberts con Pretty Woman donde el acaudalado ricachón de turno se prenda de ella y la "salva" de su misera vida y profesión dura y criticada.
Yo, no sé vosotros no tengo argumentos. De hecho a mitad de este humilde artículo de opinión me he dicho: "qué ganas tengo de que me parta la boca Setién". Y decirme, "mira atontao, mira como yo sí sabia de fútbol y tú no".
Setién, un hombre que recuerdo perfectamente porque me salía en los cromos de los años 80 y 90. Y muchas veces repetido, debo decir.
Y lo último, me pregunto lleno de mediocridad y absorto en mis imaginaciones: ¿cómo fue la entrevista de trabajo?
Fue algo así, pregunto: "A ver don Quique, vamos a ver su curriculum"
"Pues verán... les gané un partido, en el Lugo muchos años, quisiera que Cruyff me hubiese entrenado, paseo con las vacas..."
"No se hable más, ¡contratado!"
Y así es como llegamos a otro panfleto que nos trae efluvios del pasado de Gaspar o aquella vez en los 80 que ficharon a Luis Aragonés pocas semanas antes de ganar una Copa del Rey.
Es esa sempiterna voluntad de autolesionarse y de autosabotearse que está en el ADN del Barça, nos guste o no, nos pese o no.
¿Y qué puede fallar? Pues todo, caramba, todo.