Javy Báez es el mago indestructible de los Cubs
El shortstop es uno de los peloteros más espectaculares de la Gran Carpa en todas las facetas y uno de los principales motivos por los que Chicago es líder de su división.
Se puede odiar o se puede amar a Javier Báez. Cuando se trata del shortstop de los Cubs, simplemente no hay áreas grises. Pero para todos es innegable que el boricua juega siempre a ganar.
Con el guante es atrevido al límite de la arrogancia. En los senderos, siempre está en busca de un metro, un centímetro siquiera, que le de cierta ventaja. Con el madero, no hay muchos más agresivos que él.
Es esa agresividad la que tiene a Báez como líder de ponches de todas las Grandes Ligas con 111. Pero es también ese mismo rasgo de su juego el que le da una dimensión de la que no muchos otros pueden presumir. En una época en la que los ponches se venden a granel, no es inusual que peloteros como Báez se coloquen regularmente abajo en la cuenta. En el mundo del baseball, profesional o no, un conteo de 0-2 es una sentencia de muerte. Para Báez es solo otra oportunidad de causar daño.
Como lo demuestran sus 111 ponches, Báez mantiene la misma mentalidad en la caja de bateo en cuenta de 0-2. La diferencia con el resto de la liga es que el boricua está aprovechando esa última oportunidad a un ritmo histórico. En sus últimos 88 turnos, el de Bayamón batea .302 con .733 de slugging, producto de sus 10 dobletes y 9 cuadrangulares, después de colocarse en ese conteo. Sus 19 extrabasaes son la mayor cantidad para un pelotero en cuenta de 0-2 en los últimos 30 años.
Para poner esa cifra en perspectiva, Báez batea en su carrera para .271 con .484 de slugging, por lo que queda claro que, ya en su sexto año en la Gran Carpa, o aprendió a dominar la presión, o le perdió el miedo a poncharse o una combinación de ambas, lo más probable.
No es el mismo caso en el resto de Grandes Ligas, que tienen un promedio colectivo de .166 de bateo con .197 de promedio en base y .271 de slugging. Sí, prácticamente la mitad de lo que ha cosechado el boricua en la última temporada y media.
En el baseball, las posibilidades de tener un impacto son apenas limitadas: Tres, tal vez cuatro turnos por partido a la ofensiva, un puñado de jugadas a la defensiva y un margen de error mínimo. Pero Báez saca el mayor provecho de cada oportunidad, como lo demuestra su segundo lugar en la votación a MVP de la Liga Nacional el año pasado y el aporte esta campaña a unos Cubs que encabezan, apenas, la división más competida de Grandes Ligas.
A muchos, conservadores casi todos, su actitud relajada dentro del diamante raya en la falta de respeto. Para otros, especialmente entre las nuevas generaciones es esa misma candela latina la que lo ha convertido en un ídolo en Chicago, Puerto Rico y buena parte del territorio entre esos dos puntos.
La razón es fácil, todos pueden encontrar empatía en aquel que nunca se rinde. Y Javier Báez no se rinde.