Bruce Smith: Doscientas veces la misma pesadilla
No son los cuatro Super Bowls perdidos los que definen al legendario defensive end, sino su insaciable hambre por derribar quarterbacks.
Bruce Smith renunció al equipo de football de preparatoria luego de tan sólo dos días de entrenamientos. Su padre, conductor de camiones de día y chofer de un taxi por las noches, llegó ese tarde a casa y le dio la lección más importante de su vida.
“Hijo, hagas lo que hagas en la vida, nunca te rindas”, fueron las palabras de George Smith a su hijo.
Y durante sus 19 años en la NFL, Bruce Smith nunca volvió a rendirse. No se rindió cuando tenía enfrente a Richmond Webb o a Trace Armstrong o a ningún otro tackle que estuviera en la liga entre 1985 y 2003. No se rindió con la velocidad para desprenderse del balón de John Elway o Dan Marino. No se rindió cuando sus Buffalo Bills perdieron cuatro Super Bowls consecutivos. Y no se rindió en camino a derribar a 76 quarterbacks distintos, desde Steve Grogan a Rex Grossman.
“Tenía una excelente motor”, dijo alguna vez Drew Bledsoe, el segundo mejor cliente en la carrera de Smith. “Bruce no era de esos tipos que se tomara muchas jugadas de descanso. Jugaba duro casi todo el tiempo, es lo que me acuerdo”.
Esa insaciable hambre de quarterbacks y las palabras de su padre años atrás lo llevaron a convertirse en el líder histórico con 200 sacks, además de 8 designaciones All-Pro, un busto en Canton, Ohio y un número 78 que nadie más volverá a portar con el uniforme de los Bills.
Son muchos los aportes de Smith a la NFL y es casi imposible destacar cual es el más importante o imponente. Desde sus estadísticas sin precedentes hasta el hecho de haber conseguido la mayor parte de ellas como defensive end en un esquema 3-4, lo que sería imposible hoy en día o en cualquier otra era.
Pero tal vez, su principal aporte sea el molde de cómo debe lucir un cazador de cabezas. Con 1.93 de estatura y 118 kilogramos, es apenas 2 centímetros menor y cinco kilos más liviano que Joey Bosa. Ahora imaginen esa talla, velocidad y fuerza en 1985. Simplemente era demasiado para los linieros de su época.
Y a pesar de ser el primero de su estirpe, también fue ─en cierto sentido─ el último. Un ala defensiva de tres downs, que lo mismo era incansable en su persecución del quarterback que en el juego por carrera, un aspecto que se ha perdido de la mano de la especialización en la NFL. No con Smith. “Bruce era parte de sólo un puñado de jugadores que tenías que saber en qué parte del campo estaba en cualquier momento”, declaró Bledsoe.
A Bruce Smith no se le escapaba nada, salvo por los quarterbacks de Chargers, Ravens y Bills ─a los que nunca pudo capturar─ y un anillo de Super Bowl. Pero no quedó por él. En el Super Bowl XXV, cuando Buffalo tuvo su mejor oportunidad de alzar el título, Smith logró un safety sobre Jeff Hostetler que dio a los Bills ventaja de 12-3 en el segundo cuarto y después frenó a Otis Anderson en cuarto down en el tercer periodo para mantener a Buffalo a distancia hasta que Scott Norwood hizo lo suyo.
Smith fue implacable, indefendible, incesante e intimidante.
La primera vez que lo vi “casi me hago un poco en los pantalones”, dijo Bledsoe, quien cayó 12.5 veces a manos de Smith.