El caviar de Messi
Cuando a uno se le acaban los adjetivos, ya poco sabe qué decir. No sé si estamos preparados para todas las lágrimas que dejaremos ir cuando él ya no esté.
Es una mezcla extraña de seguir alucinando y ver lo aburrido que será todo cuando se vaya. No sé si estamos preparados para todas las lágrimas que dejaremos ir cuando él ya no esté.
Será como con Jordan. El antes y el después. La realidad y la fantasía. Los normales y los Dioses.
En menos de treinta minutos Messi demostró ayer que él no juega a fútbol como los demás brillantes jugadores. Él juega a otra cosa que solo existe en su mente y en sus piernas.
El gol de ayer con su pierna “mala” es otro ejemplo de constancia, humildad y voluntad. De hecho desde hace doce años se porta igual.
Su pierna mala, la derecha, podría estar dentro de las diez mejores piernas derechas de los mejores jugadores actuales del mundo. La mala.
La buena, la izquierda, no tiene comparación.
Y luego, después de Messi, ¿qué haremos? ¿ a qué jugaremos?.
Podemos fijarnos en el Madrid actual renqueante para asomarnos a la cruda realidad de un futuro que se acerca cada vez más rápido.
Pero mejor, no, no lo hagamos, veamos todos los minutos de Messi, y los que puedan, vayan a verlo.
Ayer más de 40.000 asientos estaban vacíos para ver el mejor caviar del mundo. Después, cuando no podamos volver hacia atrás, nos arrepentiremos y nos reprocharemos: “¿ por qué no vi a Messi más veces?”