A Zidane cualquier tiempo pasado debe de parecerle mejor. Mira al banquillo y, donde antes encontraba soluciones, ahora ve dudas, hasta el punto de no fiarse de los suplentes ni cuando los necesita.
Se volvió a ver en San Mamés, donde su equipo pecó de falta de automatismos y exceso de improvisación en ataque. Atrapado en el césped en su propio juego, ZZ no encontró en el banquillo a nadie que pagara el rescate. Por eso esperó hasta el 81', ya con la sombra de otro tropiezo echándosele encima, para tratar de agarrarse a LaLiga. Pero no le bastó con dar entrada a Kovacic y Mayoral por Isco y Benzema, y ni por esas vio conveniente tirar de Ceballos, Theo, Nacho o Lucas Vázquez, los otros cuatro hombres de campo que esperaban una oportunidad a su espalda.
Los cambios, tarde o no los hace
Desde luego, a Zidane no se le puede criticar por intervencionista. Su modus operandi ante el Athletic mezcló dos de sus defectos de esta temporada, no aprovechar el banquillo y recurrir a él tarde. De agosto a diciembre, hasta en cinco ocasiones no ha agotado los cambios: en tres de ellas, más de la mitad, el Madrid acabó empatando, contra el Tottenham en el Bernabéu, frente al Atlético en el Wanda Metropolitano y en el empate con el Athletic; en las dos restantes, en Mendizorroza (1-2) y en Fuenlabrada (0-2), terminó ganando.
Al francés le cuesta decidirse para hacer los cambios. De los 66 que ha ordenado este curso, el 43% llegaron a partir del minuto 75, con sólo un cuarto de hora de margen de maniobra, y poco más del 68% fueron sobrepasado el 70'.
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