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Isco y Ramos se lamentan en Wembley.
EFE

Del escarmiento al hundimiento. Ese fue el triste trayecto de tres días del peor Madrid que ha manejado Zidane hasta ahora. Le maltrató el marcador más de lo que merecía, pero dejó la impronta de equipo inánime, sin contundencia, abandonado por sus centrocampistas, ante un rival mayúsculo con un delantero de época, Kane, capaz de salir a hombros sin marcar un gol. La derrota de Wembley le llenará  al Madrid de curvas los octavos. Tendrá que celebrar que sean en febrero.

El Tottenham, que a finales de los cuarenta inventó el push and run que alimentó el fútbol inglés durante décadas, ha derivado en un equipo inusualmente táctico, muy agrupado, presionante, atento, dispuesto a encontrar una oportunidad en cada robo. Un equipo que le buscó las zapatillas al Madrid y al que sólo se puede desvestir con balones profundos a espaldas de sus laterales. Y los del Madrid, caído Carvajal, distraído Marcelo y en prácticas Achraf, andan ahora en números rojos.

Fue, en cualquier caso, un duelo de gran paladar en un escenario donde cada partido es misa mayor, con un Madrid menos embozado que en Girona pero cargando con casi todas las imperfecciones de aquella parodia de Montilivi. Kroos y Modric han perdido jeraquía y energía. No dominan los partidos. Al alemán le aguarda un calvario cuando el equipo pierde la pelota. El croata, gran agitador del centro del campo, ha sufrido un frenazo brusco.

El cortejo de centrocampistas de Pochettino, dos con quite (Winks y Dyer) y dos con buen pie (Erikssen y Alli), les privó de oxígeno y forzó las pérdidas hasta hacerles el partido indescifrable. Y delante estuvo, Kane, un goleador con la guardia alta, que no prosperó porque lo mejor del Madrid estuvo frente a él. No le regalaron casi nada Nacho y Ramos y en su auxilio acudió siempre Casemiro. Con todo, el internacional inglés lo intentó en dos vaselinas frívolas que le adivinó Casilla y se trastabilló en un mano a mano que también le sacó el meta del Madrid.

El derrumbe

Sin embargo, el Tottenham fue capaz de ponerse por delante en una jugada que dibujó todas las averías del Madrid: nadie estorbó la apertura fantástica de Winks y nadie estuvo en la izquierda (léase Marcelo) para adivinar la arrancada y el centro de Trippier, que partió en fuera de juego. Dele Alli, un fantástico creador de espacios, sólo puso su firma casi a puerta vacía.
Esta vez el Madrid sí respondió. Cristiano cazó cuatro remates seguidos, tres de ellos salvados por Lloris. El portugués parece haber perdido sus superpoderes y es incapaz de soportarse a sí mismo si no marca. Benzema, en cambio, puede pasar meses sin hacerlo y justificarse o esperar que otros le justifiquen (Zidane, el club...). No revistió de honores a Wembley. Así que todo desembocó en Isco, la única salida del enredo. Estuvo emprendedor, pero el Tottenham limitó sus funciones.

  No fue mejor el Madrid cuando se reordenó, sin cambios, con tres centrales (Nacho, Casemiro, Ramos) para alargar a sus laterales. Eso le desabrigó atrás y provocó el 2-0, en jugada de fortuna de Alli. La que le faltó al Madrid después, cuando Cristiano le quitó involuntariamente un gol a Ramos. Pero el equipo de Zidane empezaba a confundir arrojo con suicidio. Su tableteo sobre el área de Lloris dejó un mundo a su espalda. Fue el paraíso de Kane, que le regaló a Eriksen el tercero en una contra de manual. Zidane tardó demasiado en intentar arreglarlo. Asensio, Mayoral y Theo llegaron, antes de que Cristiano aminorara la derrota, entre olés de Wembley con el equipo en las últimas. Ahí estaba en Girona y ahí sigue.