México recibe a Panamá en el Estadio Azteca
La Selección Mexicana afronta un momento definitivo en el proceso de Juan Carlos Osorio, otra vez, en un ambiente enrarecido.
A la Selección Mexicana no le va la ceremonia. El momento más crítico de la gestión de Juan Carlos Osorio se dirime en cuarteles, en cónclaves, sin el fulgor ni la verbena de otras ocasiones. Todo lo que es, y todo para lo que se es, se reduce a partidos como el de esta noche en el Estadio Azteca. El Mundial es la única aspiración real del Tri. Integrar la lista de invitados garantiza patrocinios, vendimia, solvencia y ciertas dosis de demagogia. Lo demás es añadidura.
El debate de las vísperas ha rondado más en los eufemismos que utiliza Osorio para justificar sus triquiñuelas tácticas y en los intercambios ‘refresqueros’, dolientes y delirantes, de los protagonistas mediáticos incapaces de despegarse de sus banderas nacionales, ignorante de que las opiniones, justificadas o no, no son un alegato nacionalista ni un llamamiento a las armas. Y también, en la erradicación del grito “homofóbico”, a fin de sortear, una vez más, las alecciones de FIFA sobre incorrección política y futuros males, aún peores. ¿Qué? ¿La Selección está a un partido de la Copa del Mundo de Rusia? No, la Coca-Cola. ‘Ehhh, México’. Los embates de Tláloc. Osorio dimisión.
El surrealismo de la previa también lo protagonizan el mismo Tri y la afición, históricos aliados, inmersos en una relación en horas bajas definida por la desconfianza mutua. Una reprende a la otra por falta de compromiso. Una insulta mientras la otra, investida de supremo juez moral, dictamina qué es lo bueno y qué es lo malo. Para sortear la tormenta, la Selección se ha acuartelado Sumiya, como en marzo, lejos de asedios, de flashes, cobijados por el incienso de las pagodas y el sonido del discurrir de los riachuelos.
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Con su equipo en terapia zen, Osorio planea conjurar el mal agüero. No habrá dilaciones. Sus bosquejos dilucidan un equipo armado con espadas, trinches y machetes. Nunca puede faltar el dejo de excentricidad, eso sí. Heavy metal con theremín. Damm como lateral izquierdo sería el último grito de la extravagancia, o, como las llama ahora Osorio, de las “alternativas tácticas”. Moreno y Pereira están entre algodones, pero Araujo y Reyes quieren redención. ‘Tecatito’ retará a duelo a Escobar y a Torres y, en punta, el tridente de gala: Vela, Chicharito e Hirving, el último, en estado de gracia.
“Bolillo” Gómez ya sabe la contraseña de la caja fuerte del Azteca. Hace cuatro años, la imperecedera chilena de Raúl Jiménez evitó el hurto. De minas terrestres sus jugadores han llenado la previa y no dudarán en hacerlo sobre el terreno de juego. Aquella noche estuvieron en el Coloso de Santa Úrsula Torres, Gómez, Blas Pérez, Quintero, Godoy, Tejada. El episodio de Graham Zusi ha marcado para siempre la relación entre ambas selecciones. Su revancha es aquí y ahora. La sed de absolución es uno de los motores más potentes de la voluntad humana. Las cúpulas encebolladas de la Catedral de San Basilio se les asoman en el horizonte. Para México, están tras el chequeo de pasaportes.
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