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Casados con Roger Goodell hasta que la muerte nos separe

Hace unos días os contaba que no tenía claro si la NFL es un espectáculo con envoltorio deportivo o un deporte muy espectacular. Creo que se han terminado las dudas. Y no es ninguna sorpresa. Los propietarios de la NFL han hecho lo que todos esperábamos extendiendo el contrato de Roger Goodell, el insigne comisionado, hasta 2024.

Para muchos de vosotros, Roger Goodell es ‘El Comisionado’ con mayúsculas. Quizá algunos pocos hayáis conocido y comprendido (que no es lo mismo) a más de uno. Dudo que muchos de los aquí presentes se pueda remontar antes de Pete Rozelle, que estuvo a cargo de la liga entre 1960 y 1989.

Una comparación entre Tagliabue y Goodell

En mi caso, solo he conocido de verdad a dos comisionados: Paul Tagliabue, en el cargo entre 1989 y 2006, y Roger Goodell. Y pese a que el segundo creció bajo el ala del primero, creo que ambos están en las antípodas. El primero, sin duda, veía la NFL como una competición deportiva. El segundo, también sin discusión, la ve como un espectáculo con temática deportiva.

Estoy convencido de que ambos eran y son tiburones, dispuestos a devorar a quien haga falta con tal de salirse con la suya. Sin embargo, Tagliabue siempre me trasmitió una imagen de buena persona, con un talante amable y dialogante dentro de la firmeza en sus convicciones. También me es simpático porque siempre apostó por Europa. Primero con American Bowls, luego con la World League y más tarde con la NFL Europa en la que jugaron nuestros queridos Barcelona Dragons. Casi lo primero que hizo Goodell cuando llegó al cargo fue cargarse la competición europea aunque, eso sí, se atrevió a dar el paso de traer partidos oficiales a Londres.

Otro de los motivos de mi aprecio por Tagliabue está en que cuando tuvo que sentarse a negociar con los jugadores siempre intentó ser ecuánime. De hecho, su ‘retirada voluntaria’ en 2006 casi siempre se achaca a que los propietarios nunca le perdonaran que en el convenio colectivo anterior levantara mucho la mano y accediera a muchísimas de las exigencias de los jugadores. Siempre transmitió la idea de que con esas concesiones terminarían por ganar todos porque la NFL crecería en conjunto. Eso le costó el trabajo.

Roger Goodell, el mercantilismo al poder

Roger Goodell trabajó en la dirección contraria en el convenio que le tocó negociar con los jugadores. El primer paso fue recortar todo lo posible las concesiones que había hecho Tagliabue en el anterior. El segundo fue actuar de manera exclusivamente mercantilista provocando que los jugadores se rebajaran miserablemente. La táctica fue más o menos darles más a los jugadores en activo en aquel momento para quitarle a cambio a los que vendrían en el futuro. Los jugadores hicieron lo más humano (y egoísta), que fue pensar en sí mismos y ‘el que venga detrás que arree’ y por eso las condiciones laborales de los jugadores de la NFL quizá sean las peores de cualquier gran liga profesional estadounidense. La estrategia fue un éxito y los propietarios declararon entonces amor eterno a su comisionado. Pero en 2020, cuando haya que negociar el siguiente convenio, la historia quizá no sea tan sencilla. Los jugadores están afilando los cuchillos al grito de ‘aquí te espero comiendo un huevo’.

Aunque entre nosotros, y lo digo bajito para que se enfade, Goodell volverá a robarles la cartera y volverá a ser sacado a hombros por los propietarios. Y sino, al tiempo.

Como veis, dos perfiles muy diferentes. Tagliabue trabajó casi dos décadas para asentar la NFL como la mejor competición deportiva del orbe. Goodell se encontró la competición asentada y ha trabajado a fondo para convertirla en un espectáculo fascinante que además es la gallina de los huevos de oro.

La pretemporada como anacronismo

Y con esto quiero llegar al segundo tema de este artículo. Goodell ha conseguido que la temporada regular sea un espectáculo, que el ‘Combine’ sea une espectáculo, que la agencia libre también lo sea. Y el draft. Incluso las sanciones a los jugadores se han convertido en un show mediático que acapara focos y titulares. Todo lo que rodea a esta ¿competición? ¿Se la puede seguir llamando así? Huele a glamour y dinero.

¡¡¡Todo no!!! Aún hay un resquicio en el mapa que no ha podido ser fagocitado por la ferocidad mercantilista y tiene sus raíces en el más profundo espíritu deportivo. Me refiero a los partidos de pretemporada.

Sí, esas cuatro jornadas que a nadie le interesan, con los estadios prácticamente vacíos, con partidos en el ‘Game Pass’ que dejamos de ver aburridos para recuperar alguno en diferido de la temporada pasada, con poquísima repercusión mediática… Y Roger Goodell los tiene en el punto de mira. Vaya si los tiene. Y dará la batalla a muerte en el próximo convenio colectivo para que los jugadores claudiquen y acepten la desaparición de al menos dos de ellos para ampliar en dos semanas (o tres con dos jornadas de descanso) la temporada regular.

Todos tiene razón

Los jugadores se niegan y con razón. Los titulares prácticamente no saltan al campo en agosto, pero tendrían que ir a muerte en dos batallas más de temporada regular. Los suplentes solo tienen cuatro ocasiones para estar en el campo muchos minutos y hacer valer sus poderes y no quieren que reduzcan sus oportunidades.

Goodell lo quiere hacer y con razón. Ccomo mínimo, el cuarto partido de pretemporada no sirve absolutamente para anda, pocas horas antes de que se hagan los cortes definitivos y de que comience la temporada regular. Dos semanas más de competición significarían una riada de ingresos, además de la ampliación de su negocio durante casi un mes más en la cima del calendario deportivo. Y si los equipos no empiezan conjuntados, ya espabilarán.

Los entrenadores no quieren ni verlo, y también con razón. Necesitan esos partidos para hacer su equipo. En pretemporada se vive en realidad el momento más puramente deportivo de todo el año cuando dentro de los vestuarios se producen batallas cruentas por la titularidad, los rookies necesitan demostrar que su elección fue acertada y más jugadores de los que creemos están peleando por su puesto de trabajo en partidos jugados con el abecé más simple del football americano y con las gradas vacías. Puro deporte, cero espectáculo.

No lo va a hacer, pero Goodell podría suprimir ‘por decreto’ dos, tres o incluso todos esos partidos de pretemporada cuando quisiera sin necesidad de pedir permiso a la asociación de jugadores. Sin embargo, otra cosa muy distinta será añadir partidos de temporada regular. Para eso tendrá que esperar. Y aunque estoy seguro de que se saldrá con la suya, para alborozo de casi todos los aficionados, creo que los jugadores no estarán dispuestos a claudicar salvo que los unten de oro… aunque los que vengan detrás tengan que pagar los platos rotos.

Ese es Goodell. El rey Midas del espectáculo de la NFL. Un tipo al que todos odiamos pero que ha conseguido que su circo sea un espectáculo hipnótico y adictivo con envoltorio deportivo. Y por eso seguirá ahí, porque aunque todos sepamos que lo que está haciendo puede estar matando la esencia deportiva del football americano, nosotros nos lo estamos pasando bomba viviéndolo. Y los que vengan detrás, que arreen.