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REAL MADRID 2-BARCELONA 3

El Barça gana el Clásico Miami

El Barça ganaba 0-2 a los 7 minutos con goles de Messi y Rakitic. Kovacic y Asensio empataron antes del descanso. Decidió Piqué. Partido sin defensas y dos porterazos.
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El Barça gana el Clásico Miami
CHRIS TROTMANAFP

Fue un Clásico para la galería, muy al gusto americano, vestido de all-star. No esperen nada parecido en la Supecopa, pero alegró la tarde de Miami y la madrugada en España. Dos defensas de carnaval, un tiroteo larguísimo y magnífico y un justo vencedor, el Barça, que ausente Cristiano, conserva mejor artillería y que, visto el duelo, no encontrará, ni con 200 millones en la mochila, relevo para el mejor Neymar desde que llegó.

La reunión de un equipo que salió a malentrenarse y otro que buscó lucirse tuvo un efecto demoledor para el Madrid en el inicio. Se intuyó desde el primer toque de campana. El equipo de Zidane, que salió con lo mejor que tiene menos Kroos, Isco y Cristiano, quedó aculado en su campo, tirando la toalla de la presión, a merced de un rival que sí quiso darle aire al Clásico. A estas alturas la plantilla debe saber que el club no puede vivir de su museo ni un verano.

Fue un desmayo tremendo el del Madrid. En doce minutos el Barça le había hecho dos goles y dos ocasiones claras. Un error de cálculo de Ramos levantó el telón del 0-1. Quedó fuera de sitio y Messi puso el resto: la carrera, el recorte a Modric y el disparo de fortuna que tocó en Varane y dejó sin respuesta a Keylor. Y de inmediato, una arrancada en la izquierda de Neymar acabó en la bota derecha de Rakitic después de algunas peripecias. Fue el 0-2. Con el Madrid boca arriba perdonaron otras dos Rakitic y Suárez. Para despegar al Madrid el Barça no había necesitado ni codicia en la presión, que por ahí ha empezado Valverde su viaje de regreso al pasado. Antes del primer cuarto de hora sonaban los olés, que en fútbol es música de baile.

Y de repente hubo partido. Sucedió de modo imprevisto, en una arrancada vertical de Kovacic, ese eslálom frontal que ningún otro jugador de la plantilla posee. Mandó a la lona a Piqué con un recorte y a Cillessen con un derechazo. Todo sucedió a espaldas de Bale, recostado esta vez en la derecha. El galés salta de puesto a en puesto sin ponerse a salvo en ninguno. Aquella megaestrella que un día compró Florentino es ahora un futbolista deprimido, quebradizo, insustancial. Su moño se paseó sin rumbo por Miami durante la primera mitad y espabiló, sin deslumbrar, cerca del final. Sin él, con algún arranque de Modric y Benzema el Madrid se curó las heridas y apareció un partido a tumba abierta, la especialidad de Neymar, la filigrana convertida en mercancía. La humareda de su marcha ha ocultado un inicio fantástico.

Si Tebas buscaba un buen spot de su Liga en el partido, dio por bien empleado ese alocado y veraniego arrebato de área a área en el que se manejó mejor el Barça, que se hartó de malgastar oportunidades ante Keylor: Neymar y Messi dejaron ir las mejores. Y es que el Madrid hizo balconing atrás, más de lo que dijo el marcador. Y celebró marcharse con un empate al descanso, tras soportar a un rival claramente invasor. Fue Asensio quien le llevó hasta él en un contragolpe que inició como un velocista y culminó como un veterano, previo paso por Kovacic, de largo el mejor centrocampista del equipo. La imprudencia en las dos orillas dejó un partido irreal en periodo de competición pero entretenidísimo, que cumplió con su misión de globalizar el Clásico, de conseguir que lo que emociona a España emocione al mundo.

Cambió más Zidane que Valverde en el descanso. Se marcharon los dos centrales en el Madrid, llegó Isco y Bale se arrimó la izquierda, su suerte natural. Una sacudida que no sacó al equipo blanco de su desvarío atrás. A los cinco minutos, Piqué ponía de nuevo por delante al Barça en un envío de Neymar que el Madrid no defendió ni con la vista. Un regalo para un Barça que había doblado en munición a su archirrival. Un calco del inicio, con un huracán soplando sobre el marco de Keylor, que dejó dos paradas estupendas. Kovacic le quitó cerca de la línea un gol a Umtiti con el Madrid saliendo de las cuerdas a puñetazos, porque también llamó a la puerta de Cillessen, que frenó a Marcelo e Isco dos veces.

El último cuarto de hora quedó definitivamente desfigurado por los cambios. Ambos acabaron con diez nuevos y a los suplentes del Madrid ya no les dio para más en este Clásico sin costuras que sólo se repetirá si vuelven aquí el año próximo. En la Supercopa se consentirán mucho menos. Pero tendrá más encanto.