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La Roja

La odisea de un periodista chileno al llegar a Rusia

Diego Sáez, de ADN Deportes, fue estafado por un taxista ruso. La historia tuvo un final feliz y pormenores dignos de una película.

Moscú
Diego Sáez, periodista de ADN.
Diego Sáez, periodista de ADN.Leo Iturra
La odisea de un periodista chileno al llegar a Rusia

A Diego Sáez, reportero de mil batallas de ADN Deportes, le tocó vivir una experiencia inédita y, espera él, irrepetible, al llegar a Moscú.

"Tomé un taxi en el aeropuerto Domodédovo. Al llegar al hotel, el conductor me cobró y, como no sabía bien el tema de los cambios de moneda, le pagué. En eso, un colega me cuenta por whatsapp cuánto costaba el viaje. ¡Me estaba cobrando cinco veces más!", recuerda Sáez, quien de inmediato encaró al conductor. "Le dije que me estaba estafando y que lo denunciaría a la policía. Pero no tenía cómo llamar ni me sabía el número", agrega el periodista valdiviano.

Llegó el personal del hotel a asistirlo y el taxista se fue. Sáez le tomó una foto al auto y los empleados llamaron a la policía. A Sáez lo llevaron a un cuartel a declarar. "Estuve hasta las 5 de la mañana ese día. Hablé con una fiscal y ahí pensé que sería solo el trámite. Me llamaron al día siguiente para decirme que estaba identificado el taxista".

El viernes por la noche, la policía pasó por Sáez el hotel. Al llegar al cuartel, que tenía aspecto de muchos que se han visto en películas de la Guerra Fría, esas con la KGB y los espías, vio el taxi Mercedes Benz. Lo volvieron a interrogar y le hicieron firmar mil papeles. "Ahí me preguntaron si quería que el taxista fuera a prisión y si solo me conformaba con recuperar mi dinero. Les dije que lo segundo, pero que le pagaran la carrera al precio normal. Fue ahí cuando trajeron al chofer, quien muy afectuosamente se deshizo en disculpas y ofreció llevarme gratis donde quisiera".

"Iban a ser las 3 de la mañana, las 20 horas en Chile, y tenía que irme al programa. En el cuartel todos estaban extrañados con la situación, especialmente con que yo quisiera que le pagaran el precio real de la carrera. Y que tuviera que despachar a esa hora. Ahí fue cuando la fiscal me ofreció protección policial permanente por el resto de mi permanencia en Rusia, con dos guardaespaldas. Les dije que no era necesario, mientras el taxista seguía dándome disculpas y diciéndome 'mi amigo, mi amigo'. Lo miré feo y le dije: 'you are not my friend'".