Amari Cooper consiguió el coche que le prometió a su madre
El receptor de los Oakland Raiders fue un niño pobre al que una anécdota de su infancia le marcó tanto como para no cejar jamás en sus objetivos.
Hace casi veinte años, una tarde cualquiera, el pequeño Amari se sintió demasiado cansado como para caminar. Quizás lo estuviera, o quizás sólo lo dijo porque le apetecía quedarse en casa sin hacer nada. No hay niño que no haya pasado por una situación similar. El problema es que aquel instante de querer ser un vago le iba a marcar para siempre.
La casa estaba situada en una de las barriadas de los proyectos sociales al norte de Miami. Este tipo de edificios se hacen para familias al borde de la pobreza extrema y lo que suelen derivar es en guettos donde la droga, la delincuencia, la violencia y las bandas acaban campando a sus anchas. Así que las tiendas de servicios, incluso las de alimentación, procuran situarse lejos de ellas.
La madre de Amari, que lo criaba sin ayuda, no tenía coche. Recorría kilómetros y kilómetros para acudir a los numerosos trabajos que tenía para hacerse cargo de la vida de su hijo. Aquella tarde concreta, el crío no quiso moverse del sofá. Michelle Green, que así se llama la señora, emprendió el camino de ida y vuelta a la tienda de comestibles en solitario.
Cuando llegó al hogar tenía todos los brazos llenos de marcas, y los dedos entumecidos. Derrotada, se desplomó en el sofá. Amari no pudo dormir. Se sintió fatal por no haber ayudado, por haberse dejado ganar. Y su mente lo guardó. Para siempre.
Lo sé porque él mismo lo contó. Años después, por supuesto. En 2014 y cuando era una celebridad universitaria que peleaba por el Heisman Trophy, premio al mejor jugador del año en la NCAA. Seguía llamándose Amari y se apellida Cooper.
Amari Cooper prometió a su madre un coche y una casa. Y, al fin, lo ha cumplido. Orgulloso, ha subido una foto a Instagram en la que se ve a Michelle Green, su madre, con el coche y la casa de sus sueños.