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Camino a la Super Bowl

Bill Belichick, los caballeros Sith y el poder del reverso tenebroso

Ya casi nadie duda que Bill Belichick es el mejor entrenador de la historia de la NFL. La duda es el camino que le ha llevado a ser un head coach revolucionario en un mundo complicado.

HOUSTON, TX - JANUARY 30: Head coach Bill Belichick of the New England Patriots speaks with the media during Super Bowl 51 Opening Night at Minute Maid Park on January 30, 2017 in Houston, Texas.   Bob Levey/Getty Images/AFP
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Bob LeveyAFP

El mundo de hoy en día es demasiado complicado. Cuando era niño todo era mucho más sencillo. Los malos eran Franco y los rusos. Los buenos, casi todos los demás. Y con esas premisas, los dibujos de ScoobyDoo y aquellos otros rumanos de marionetas que nos daban tanto miedo, transitábamos por la vida en blanco y negro,con la tranquilidad de que el camino estaba marcado con luces de neón, al ritmo que marcaba cada mañana La Saga de los Porretas.

Ahora todo es mucho más difuso. Los buenos son buenos y malos al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto, lo que hace saltar por los aires el famoso principio de no contradicción aristotélico que tanto nos costó aprender en nuestras viejas clases de filosofía. Y a partir de ahí, ancha es Castilla, ya no sabemos a qué atenernos ni por dónde van los tiros.

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El maestro del reverso tenebroso

Por eso Bill Belichick es un remanso de aguas tranquilas en medio de un mar revuelto. El famoso maestro de Jedis, no sé si se dice así, tentado por el reverso tenebroso para convertirse en el más grande de los Sith. Con su rostro cubierto por la capucha de una sudadera recortada y la seguridad de que está tan concentrado en su trabajo que puede usar la fuerza para trasladar el balón de un lado a otro del campo con precisión milimétrica. Que Brady es solo una marioneta, un ser inerte, que él mueve a su antojo para ganar partidos sin cesar. Y demos gracias. Que si usara todo su poder, probablemente rompería la nuez de todos los jugadores del equipo rival, arrancaría los asientos de las gradas, e incluso desinflaría los balones sin necesidad de esconderse en los baños. De rayos y truenos no hablo, porque esos sí que los hemos visto sobre el emparrillado más de una vez cuando él estaba presente. Sobre todo sobre la cabeza de los entrenadores rivales, indignados por haber sido engañados con sus argucias una vez tras otra.

Sin embargo, no comparto esa visión mitológica del entrenador de los Patriots. Sin duda, y ya casi sin discusión, el mejor de todos los tiempos. No solo porque con esta séptima aparición en la final es ya el entrenador principal con más finales, ni porque si los Patriots se proclaman campeones será también el más laureado con cinco anillos. Tampoco porque con sus veintidós victorias en playoffs haya sido el entrenador más exitoso en enero. O porque lleve en su carrera 237 triunfos y solo 132 derrotas, con un porcentaje de 67,3 solo superado por décimas por George Halas y Don Shula. Bill Berlichick es el mejor porque ha conseguido que algo tan complicado como es el football americano parezca algo sencillo.

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Tito Bill, el sabio gruñón

Por eso siempre me ha gustado llamar a Belichick ‘Tito Bill’. Porque en el fondo es como ese tío, o abuelo gruñon, que siempre parece estar refunfuñando, enfadado con el mundo, viviendo en su propio mundo y sin que le importe un bledo lo que sea que haya a su alrededor. Pero que cuando coge confianza contigo te cuenta historias maravillosas que jamás pudiste imaginar. Cosas cotidianas que en su boca se convierten en aventuras prodigiosas. Y entonces descubres que también se sabe reír, aunque no se note, y que su humor socarrón supera cualquier expectativa, mientras sabe sacarle todo el jugo a la vida sin necesidad de pedirle demasiado.

Y para mí eso es Bill Belichick, y esa es la clave de su legado. El secreto de su éxito. Cuidar los pequeños detalles, hacer fácil lo difícil, conseguir que todos entendamos qué es lo bueno y qué lo malo. Lo negro y lo blanco, pese a que él adore las sudaderas grises, de color indeterminado.

Reinventar el football americano

Belichick no hace cosas complicadas. Bueno, rectifico, hace que las cosas más complicadas parezcan sencillas. Cuando todos decían que los tightends estaban en peligro de extinción, él sacó a jugar a dos simultáneamente. Y cuando todos decían que en la NFL era imposible usar secundarias mixtas defendiendo en zona y al hombre, él demostró que no solo era posible, sino que abrió un nuevo mundo por el que ahora transita la mayoría. Y cuando todos buscaban un receptor número uno, él decidió jugar con una nube de avispas. Y cuando los demás decidieron subirse a la nube, él buscó al mejor receptor número uno para completar una temporada regular perfecta. Y cuando…

En realidad no eran inventos grandilocuentes, ni nuevos mundos que emergían del mar de la nada. Era puro sentido común y trabajo. Y por eso, porque es lo lógico, cuando vemos un partido de los Patriots, después de haberles visto jugar mucho, nos encanta levantarnos, acercarnos a la tele, tocar la pantalla con el dedete y dibujar la ruta que va a correr cada jugador, y el pase más probable. Y lo hacemos con la casi certeza de que acertaremos, de que harán lo más lógico, que curiosamente también es lo más endiablado.

Football sencillo pero lleno de secretos. Porque sus rivales, como tú y yo, también saben lo que va a pasar, pero no saben cómo evitarlo. O preparan un partido a conciencia para descubrir tras el kickoff que Belichick está haciendo todo lo contrario a lo esperado. Y que aunque parezca sencillo, y se pueda dibujar cada ruta con el dedo, no tienen tiempo material para darle la vuelta a la tortilla y replantear la batalla.

Estrategias complicadas frente a la visión más sencilla de la vida. Lo bueno y lo malo. Lo blanco y lo negro. Cuentos de niños convertidos en holocaustos sangrientos al final del último cuarto.

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LARRY W. SMITHEFE

Convertir a mediocres en estrellas

53 jugadores que no saben hacer nada demasiado bien, pero que en manos de Belichick se convierten en armas letales que pueden actuar en diferentes puestos con un rendimiento óptimo. Quarterbacks jugando de receptores y receptores jugando de quarterbacks, o de cornerbacks, o de lo que haga falta. Tipos que no eran comprendidos en un mundo complicado pero que redescubren el camino cuando desaparecen los grises y Tito Bill les cuenta sus historias maravillosas. Inimaginables. Solo hay que ver cómo habla con sus jugadores en sus reuniones en la banda. “Haced vuestro trabajo. Ya no hay nada que inventar. Solamente salid ahí y haced lo que tantas veces habéis ensayado, lo que yo os digo que hagáis. Sin inventos, sin complicaciones. Lo más sencillo, lo que sois capaces de poner en práctica sin pensar, sin dudas, de manera mecánica de tanto haberlo repetido”.

Y así, los mediocres se convierten en reyes capaces de conquistar la tierra. No por un caballero Jedi que puede mover el mundo con la mente, sino por ese viejo abuelo sin dentadura que llama al pan pan, al vino vino, y que, si pretende coger una manzana,coge una silla para auparse y extiende la mano hacia el árbol, en vez de plantearse ir a una tienda a comprar una sierra mecánica. Ideas claras, mensajes comprensibles. Football americano.

Es Bill Belichick. El amo del reverso tenebroso, el monarca del sentido común. Un tipo que va a lo suyo con el único objetivo de ganar. Que no quiere caer bien y al que no le importa in pimiento ni caer mal, ni lo que piensen de él.

Y qué queréis que os diga. A mí me tranquilizaría vivir en un mundo en el que los malos fueran Franco y los rusos, y el bueno Bill Belichick. Un mundo que ya sería perfecto si volviera ‘La Saga de los Porretas’.