ATLÉTICO DE MADRID 3 - EIBAR 0
Atleti no tuvo problemas para golear al Eibar
El Atlético, con una alineación ofensiva, pone pie y medio en semifinales tras golear al Eibar en la ida. Marcaron Griezmann, con ayuda de Yoel, Correa y Gameiro.
Los ojos asoman debajo de los gorros, apenas un centímetro de piel escondidos bajo bufandas, orejeras, pantalones térmicos, guantes a juego y botas de nieve. Se deshacía la tarde fría en Madrid, la que más del invierno, dos grados decía el termómetro a los que ponían en negativo los golpes de aire que venían, como latigazos de hielo, del Manzanares. Y, sin embargo, ahí estaban 25.000 valientes, enfrentándose al aire de Siberia en la grada del Calderón, aunque costara cantar por el frío, con un pundonor romántico. El año que viene, abrigará la cubierta del Wanda, no dejará correr el aire, no será lo mismo.
Correr como corrió Griezmann en el minuto 20, justo después de que el Eibar hubiera dejado dos señales en el área de Moyá en dos carreras de Peña, de natural delantero. Era el día en que los entrenadores habían jugado a las sillas con sus futbolistas. Simeone colocando a Carrasco como segundo punta y a Correa a la derecha (cerca de esa línea de cal que parece kryptonita: ningún rojiblanco la quiere tener cerca), y Mendilibar con el movimiento de Peña al lateral izquierdo. Simeone había tenido carreras del belga pero no ocasiones, Mendilibar esas dos: una terminó en disparo de Bebé y otra en remate del propio Peña que sacó Savic bajo palos para que Griezmann se cosiera el balón a la bota y corriera hacia la portería de Yoel.
La jugada terminó en una falta lateral lanzada por Koke, peinada por el propio Griezmann, quizá en fuera de juego, y rozada, en última instancia, por Savic, que no lo estaba, que se fue a la red. Durante veinte segundos el gol valió. Lo dio un línea, lo dio otro, lo anuló Mateu. A Griezmann lo mismo le dio. Dos minutos después había hecho uno legal.
Y fue casi un calco. Otra falta lanzada por Koke, ahora casi desde el centro, a cuyo remate fueron de cabeza dos rojiblancos, Giménez y Griezmann, ante un invitado especial: Yoel. Había salido el portero del Eibar al corazón del área a despejar no se sabe muy bien por qué o a qué, pero a su espalda la portería se quedó como si fuera una boca gigante abierta a la que enseguida dio de comer el rojiblanco que llegó primero a peinar el balón. Fue Griezmann. Fue gol, que no estaba la tarde para la frivolidad de ir rechazando regalos en el área.
Tardó en entrar en calor la segunda parte, con Mendilibar, inquieto, sin dejar de moverse en el banquillo, que tampoco estaba la tarde para quedarse quieto, y enviando a calentar a Enrich, Josué y Luna. Por muchas carreras que Bebé y Peña se dieran, no eran capaces de agrietar a una defensa rojiblanca que volvió a mostrar su perfil más sólido. El Atleti les había dado metros pero en realidad sólo esperaba agazapado otra oportunidad. Pudo tenerla Gaitán, en otro partido donde cada jugada suya era un clinic de talento, tras un balón de Griezmann. Pero fue de Correa, después de que Carrasco se metiera solo en el área, dispara dos veces a matar a Yoel y rechazara otras dos la defensa del Eibar para dejar un balón muerto a la zurda de Correa.
Simeone lo celebró zarandeando a Gameiro, preparado para el cambio. Mendilibar, igual, lo lamentó con Enrich y Luna. En el Atleti se iba Correa. En el Eibar, los cambios devolvieron a Peña a su sitio, la delantera, pero de nada sirvió. En la primera pelota que Gameiro tocó terminó en gol. Fue de cabeza, tras asistencia de cabeza de Griezmann, tras un lanzamiento de córner al que le dio sentido de gol un Giménez que jugó como centrocampista los últimos 20' después de que a Gabi y Godín se les acabara el descanso. Porque sí, se lo dio Simeone para este partido y se lo quitó mediada la segunda parte para sujetar el resultado de unos cuartos a los que les queda Ipurua pero parecen resueltos. Los últimos románticos, esos 25.000 valientes que ayer desafiaron los latigazos del Manzanares, lo merecían: ver asomarse las semifinales de esta Copa ya en casa, ya tras sus primeros 90 minutos en el Vicente Calderón.