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ATLÉTICO 2-LAS PALMAS 3

El Atleti, a cuartos con susto

Mateo García hizo el 2-3 sobre la bocina, después de que Livaja igualara por dos veces los goles de Griezmann y Correa. Buen partido de Las Palmas.

El Atleti, a cuartos con susto
JESUS A. ORIHUELADIARIO AS

En medio del frío, el Atleti siempre encuentra en Setién su primavera. Pasó en la Liga, en el último partido de 2016 en el Calderón. Pasó en el primer trago de los octavos de esta Copa, en Canarias. Pasó en el Calderón. La constante que para Desmond en Lost estaba en una isla, para Simeone es el equipo de otra, Las Palmas. No fue fácil, nada fácil. De hecho, en el minuto 92’, maldito minuto, un escalofrío recorría 40.000 espaldas a la vez en el Calderón: Mateo García acababa de marcar un gol. Era el 3-2. Uno más y el equipo que estaría en cuartos de la Copa sería el canario. El susto duró un minuto, el mismo tiempo que tardó el árbitro en pitar el final. Otro más y a lo mejor la historia termina en drama (rojiblanco).

Los dos equipos se dejaron los goles para la segunda parte. Como si la primera sólo hubiera sido un testar. Primero domino yo (Las Palmas: sin peligro). Después tú (el Atleti, con Griezmann el día anterior sentado a la mesa de Cristiano en Zúrich, podio de The Best, titular y tomándole las medidas a los guantes de Raúl las dos primeras veces que el Atleti llegó a su área y Gaitán con más aire de alborotador que últimamente). De nuevo yo (Las Palmas, ya con peligro). Si Livaja no convirtió la primera que tuvo en gol (32’) fue porque Moyá cerró sus piernas como si fueran la puerta fortaleza del Muro de Juego de Tronos ante su disparo.

Así, tuya-mía-la-casa-sin-barrer, el partido llegó en empate hasta en los banquillos, porque en el 46’ Simeone ya estaba como Setién: si uno, el último, había perdido a un hombre, Hernán, por lesión, casi nada más comenzar el partido, el otro lo hacía ahora: Lucas se quedaba bajo la ducha con una sobrecarga, al césped saltaba Gabi. Eso obligó a Simeone a desmontar su nueva banda derecha (Vrsaljko-Juanfran). Los dos terminarían siendo protagonistas de lo que, en los 45 minutos siguientes, pasó: de los cinco goles que hubo, participarían en tres, para mal y para bien.

El primero fue el croata. Porque golpeó primero el Atleti y su gol nació en una triangulación Vrsaljko-Gaitán-Griezmann. El primero se llevó el balón, el segundo lo centró y el tercero lo marcó. No acusó Las Palmas el golpe. Al contrario: logró hacerle ese gol que le había faltado en los dos partidos (y medio) que habían jugado en quince días. Lo hizo Livaja. Tenía la pierna cargada de la primera parte: ganó en una carrera a Giménez y a Godín, tocado de una entrada en la jugada anterior de Momo, y encontró en la escuadra derecha una grieta en el muro de Moyá. Gol(azo). Tampoco lo acusó el Atleti.

Si Gaitán estaba en modo recital y tenía ganas de público, de aplausos, de fútbol, Correa también pedía su trozo de la tarta. Se lo zampó de un trago después de que Godín le enviara un balón desde su campo y corriera y corriera como si el Calderón fuera campo a través vigilado sólo por un hombre; David García. Se lo quitó de encima con un golpe de cadera y siguió corriendo hasta el gol. Si alguien pensó que el partido, y la eliminatoria habían muerto, ja.

Pero lo pareció. Lo pareció mucho tiempo. Los dos equipos estaban jugando viendo más como pasaba el reloj que sumaban ocasiones en el campo. Keidi, un albanés que promete, por cierto, debutaba con la rojiblanca, Grizi descansaba, todo era felicidad en el Calderón, esperando el viernes, al sorteo, al próximo rival, cuando, zas, Livaja, que había encontrado el camino a la red de Moyá volvió a intentarlo tras un pase de la muerte de Mateo. Era el minuto 87’, el empate, pero no el final.

Cinco después Mateo fue como Dorothy en el Mago de Oz y sólo tuvo que seguir el camino de baldosas amarillas que había fijado Livaja en el área del Atleti para batir por tercera vez a Moyá y poner el 3-2 en el banquillo y al Calderón con los nervios de punta entre ese minuto y el siguiente, cuando el silbato de Sánchez Martínez pitó el final.