Los Panthers dicen adiós tras otro festival ofensivo de Atlanta
Matt Ryan rompió otro récord y dio pases de touchdown a dos jugadores desconocidos que hasta este partido sumaban una recepción como profesionales.
Por mucho que hayan mejorado los Panthers en el tramo final de temporada, aún están a mucha distancia de Atlanta, que ya no solo es un ataque descomunal con una defensa que no desentona. Ahora también la defensa es capaz de hacer grandes jugadas, aplicar mucha presión y desconcertar con sus coberturas a un quarterback como Cam Newton, que sufrió dos intercepciones y no logró completar ni el 50% de sus lanzamientos.
Pero una semana más, el auténtico espectáculo estuvo en el ataque de los Falcons. El mismo día en que Matt Ryan rompió otro récord histórico de la NFL, al conseguir lanzar pases de touchdown a 13 receptores diferentes en una temporada. Y además culminó la hazaña por duplicado. Primero con Josh Perkins, que la semana pasada contra San Francisco cogió la primera recepción de su carrera, y ante Carolina conseguía su primer touchdown con el segundo balón que llegaba a sus manos como profesional. Poco después, el agraciado era D.J. Tialavea, que recibía el primer pase de su vida en la end zone de los Panthers. Era como una jornada de puertas abiertas. ¿Quiere usted vestirse y recibir un pase de touchdowns de Matt Ryan? Y ahí estaban vigilantes de seguridad, espectadores enchufados y periodistas a pie de campo diciendo “¡Yo, yo, escójame a mí, que yo también quiero! ¿Y que me lo dedique!” Solo había que ver a Tialavea en la banda, que no quería soltar el balón de la gesta ni para saltar otra vez al campo.
Lo de Matt Ryan este año ya alcanza grados sobrenaturales. No solo es que casi no falle un pase (27 de 33 para 277 yardas y 2 touchdowns al final del partido), es que es capaz de aguantar el balón hasta el mismísimo instante en que le llega el golpe, para lanzarlo como un puñal a la yugular de sus rivales. Tocado por la mano de Dios, convierte en oro lo que toca, completa pases a diez receptores diferentes en el partido, encuentra el agujero entre los brazos de dos y hasta a tres defensores, y tiene en el backfield dos joyas, Freeman y Coleman, que no paran de hacer daño e impiden que las defensas puedan abrirse del todo.
La conclusión es que semana tras semana el ataque de Kyle Shanahan se convierte en una piedra preciosa que anota puntos cuando lo necesita, casi siempre lleva la iniciativa y se vuelve completamente imprevisible.
Pese a todo, la defensa de los Panthers hizo lo que debía agobiando a Ryan en el pocket e intentando colapsar la línea. Sus blitzs interiores funcionaron más que bien, y a ratos fueron un dolor de cabeza para Atlanta. Sin embargo, ese trabajo no era suficiente para mantener en el partido a su equipo. Sobre todo porque lo que perdía Ryan con la presión, lo ganaba martirizando a una secundaria que siempre daba demasiados metros a los receptores rivales.
El otro gran problema de Carolina es que Cam Newton volvió a se tan inconsistente como durante gran parte de la temporada. Lanzó dos intercepciones incomprensibles, y no fueron los únicos balones que terminaron en manos de jugadores rivales que no fueron capaces de asegurarlos. Además, la defensa interior de Atlanta volvió a reivindicarse frente a un Jonathan Stewart siempre infrautilizado por culpa de la ansiedad de su quarterback.
Con ese guión, los Falcons se adelantaron de 13 puntos en un primer cuarto fulgurante, y a partir de ahí el partido se convirtió en un toma y daca en el que los Falcons siempre disfrutaron del colchón de al menos dos anotaciones. Y mientras Carolina se exasperaba intentando acercarse a la desesperada, con cuartos downs y lo que hiciera falta, sus rivales volvían a ampliar la ventaja con comodidad en cuanto lo necesitaban. Al final, la única alegría de Carolina fue que Greg Olsen se convirtió en el primer tight end en superar las1000 yardasde pase en tres temporadas consecutivas. Un premio muy pobre para un equipo que en septiembre aspiraba a todo y que en Nochebuena perdió el último halo de vida que le quedaba en el sueño imposible de alcanzar la postemporada.