El Real Madrid gana en la vuelta de Cristiano Ronaldo a Lisboa
Su gol, a cuatro minutos del final, neutralizó un penalti de chiste de Coentrao. El Sporting jugó mejor pero no tuvo remate. Se lesionaron Marcelo y Bale.
Un Madrid en legítima defensa, sin más, levantó la barrera de los octavos de final. Una victoria ante el Borussia le convertirá en primero de grupo después de pasar un mal trago en Lisboa. Un cabezazo de Benzema en estampa de Zarra desdramatizó la broma pesada de Coentrao, una mano para el club de la comedia que sirvió el empate de un Sporting mejor pero que ya andaba con diez y a punto de entregar las armas.
Jorge Jesús ha hecho del Sporting un equipo de autor, con mejores principios que rematadores. Como en el Bernabéu hace dos meses, reclamó la pelota y quiso ser primer actor del partido, pero esta vez el Madrid actuaba sobre aviso. El primer cinturón de seguridad fue repetir el formato del Calderón, que se ha llevado por delante a Benzema y el establishment, para evitar que el equipo presente esa cintura de avispa que le hace muy vulnerable en el centro del campo. La BBC ofrece, en definitiva, una bendita deformidad, enmascarada por la enorme categoría del trío. Sus goles ocultan el cuerpo del delito. Pero con Isco como mediapunta y Lucas Vázquez en trabajos forzados en la derecha el equipo se agrupa mejor y favorece el bien común.
Con todo, el Madrid no tuvo el nervio del Calderón. Le dejó el centro del ring al Sporting, evitó ser golpeado y esperó a sacar un mano. La sacó. Accidentalmente. Fue en una falta lateral, botada por Modric. Cristiano pifió el remate y dejó a Varane a un paso de Rui Patricio sin un adversario en dos metros a la redonda. El remate a quemarropa del francés y el ojo del lince del asistente, que acertó al dar validez a la jugada, marcaron una distancia que no existió en el terreno de juego. El Madrid se vio sobre el estribo simplemente solventando con eficacia las tareas administrativas.
Al Sporting aquel comercio con la pelota no le dio demasiado, aunque dos veces estuvo a punto de empatar. En ambas apeló a la zurda de Bruno Cesar. Ramos, que luego volvió a incurrir en una desatención de la que esta vez salió ileso, desvió la primera. La segunda pasó a dos dedos de la escuadra. La irrigación de las bandas del cuadro lisboeta también fue irregular. Bryan Ruiz resultó casi inservible por la izquierda y Gelson Martins, sin ser el extremo diabólico que atemorizó al Bernabéu, llevó al límite a Marcelo, el que más sufrió sin la pelota. La impresión que dejó el Sporting fue la de un equipo bien estructurado, que trabaja sobre plano y que entiende su misión, pero sin espolones. Dost, su ariete, ofrece menos versatilidad que el añorado Slimani y mezcla poco con un equipo de mucha paciencia e inclinación natural al toque.
La segunda mitad se fue entre atestados. Marcelo 'resucitó' de lo que pareció una lesión muscular, aunque no pudo acabar el partido; se rompió Bale; metió la pata Joao Pereira y se fue a la calle a la hora de partido por un golpe bajo a Kovacic en una discusión de tráfico. Cada suceso fue interrumpiendo la salida en tromba del Sporting hasta desanimarle, hasta sacarle de un partido que no merecía perder pero que tampoco había sabido ganar. Y entonces se entrometió Coentrao, que levantó la mano reclamando una mano y acabó cometiéndola él. La primera protesta, que se recuerde, que acaba en penalti. Por tan grotesco camino llegó el Sporting al empate, un último impulso ahogado por un cabezazo imponente de Benzema. Un gol que mejora su posición en el debate. Un gol que puede hacer primero al Madrid. Un gol que convierte en venial el pecado de Coentrao.
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