Los Redskins muestran más que los Vikings y les vencen
El equipo de Washington se adaptó, durante todo el partido, a lo que le opusieron los de Minnesota y les ganaron en cada nuevo cambio táctico.
Esta es la historia de un partido que fue definido más por la táctica que por el físico, en el que se jugó una partida de ajedrez entre dos entrenadores que acabó ganando ¿el más listo? No, el que más armas tenía, que así resulta más sencillo. Dicen en mi pueblo que con buena... bueno, quedaos con lo dicho.
El inicio del partido fue un clinic del uso del doble tight end. Salió Jay Gruden dispuesto a demostrar que con Jordan Reed y Vernon Davis tiene una pareja fantástica de tipos de esa posición y los usó con profusión. No tanto en recepciones puras, que también, sino como armas de destrucción masiva en los play-action que la defensa de los Vikings se comía una y otra vez. De hecho, eel segundo de los touch downs del partido, el que ponía el 14 a 0 en el marcador en el segundo cuarto, vio como ambos, Reed y Davis estaban solos tras un play-action en la end zone. Un juego de niños para que Kirk Cousins escogiese a su receptor.
Por aquel entonces los Vikings, que no habían podido establecer su juego de carrera en modo alguno, mutaron a un equipo dispuesto a jugar todo el partido con una sola jugada: el pase intermedio a Stephon Diggs y, si acaso, un poquito a Kyle Rudolph.
Me detendré un instante en este aspecto. Porque es reseñable que una defensa contra la carrera que ha sido sospechosa saliese tan preparada para eliminar esa parte del juego de los Vikings que, desde que han perdido a Adrian Peterson, es de una mediocridad rampante. Para aquellos que opinan que los running back son intercambiables, bueno, decir que discrepo y que el ejemplo de Minnesota me parece perfecto para defender mi tesis.
El caso es que Mike Zimmer demostró cintura y abandonó a McKinnon, Asiata y Hillman, ya que estos le habían olvidado a él antes. Entre los tres sumaron 31 yardas.
Los Redskins se vieron desbordados entonces. Asiata, Rudolph y Thielen, con tres drives de idéntico desarrollo en pases intermedios, anotaron tres touch downs que pusieron 14 a 20 por delante a los Vikings. 20, sí, porque no sería un partido de Minnesota si Blair Walsh no fallase una patada, en este caso un extra point.
Tras el descanso, Gruden volvió a mover ficha. Cazados ya los tigh ends, volvió a la esencia del juego de carrera. Y digo esencia porque las 97 yardas de Rob Kelley fueron de las sufridas, peleadas y sudadas. Parece que Washington ha encontrado su solución para el puesto. Mereció la pena, y mucho, verle arrancar cada avance a los de morado.
En esa fase, ya en la segunda mitad, los Vikings fueron anulados, pero los Redskins no pudieron rematar: cuatro drives arrancados a pico y pala para... cuatro field goals. Minnesota había aprendido a cerrar la puerta a Counsins.
Esto llevó, un 26-20, a que Sam Bradford y los suyos tuviesen una última oportunidad de hacerse con el partido. Todos los ajustes habían funcionado salvo el del juego intermedio de Diggs, que enlazó seis pases seguidos de corto yardaje pero suficiente para llegar a una distancia de pase sensato a la end zona ya en el minuto final. Entonces, el último de los ajustes, la última de las armas, el pass rush de los Redskins, emergió y cazó dos veces seguidas a Bradford, en las manos de Preston Smith y Murphy, para finiquitar el asunto.
Ganó el que tuvo más de donde tirar, el más completo. La temporada de los Vikings avanza inexorablemente hacia un ataque monocorde, algo que son muy malas señales. La de los Redskins, por otra parte, hacia un inevitable choque con todos sus compañeros de la NFC Este, ya que todos pueden presumir, ahora mismo, de tenerlo todo en su mano para jugar los playoffs. Armas tienen, sí, y cada vez más.