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Minnesota Vikings

Los Vikings por fin buscan un sustituto para Blair Walsh

El quinto kicker mejor pagado de la NFL debería ser un pilar al que agarrarse, y no un problema inesperado en una temporada en la que todo parece derrumbarse.

MINNEAPOLIS, MN - SEPTEMBER 1: Blair Walsh #3 of the Minnesota Vikings looks on during the third quarter of the game against the Los Angeles Rams on September 1, 2016 at US Bank Stadium in Minneapolis, Minnesota. The Vikings defeated the Rams 27-25.   Hannah Foslien/Getty Images/AFP
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Hannah FoslienAFP

Los Minnesota Vikings por fin se han decidido a dar un paso que no podía esperar más. Están probando kickers con la idea de sustituir a Blair Walsh, un jugador que desde que falló el field goal de la victoria en la pasada wild card ante los Seahawks no ha levantado cabeza.

Walsh falló entonces un field goal de 27 yardas y todo el mundo pensó que había sido un accidente. Que el sol de frente le deslumbró, que el césped estaba en mal estado, que el holder, que el long snapper... La realidad es que Walsh llevaba ya algún tiempo inseguro. No es que fallara demasiado, pero el vuelo del balón cuando salía de su pierna no iba ni todo lo recto, ni todo lo fuerte que se le supone al quinto kicker mejor pagado de toda la NFL. Y si la pelota roza el larguero demasiadas veces, llega un momento que termina pasando por el lado que no es, y le coge el gustillo a seguir haciéndolo.

Ya hemos hablado mucho este año sobre los graves problemas de los Vikings. Pero cuando tu quarterback se lesiona, tu corredor estelar se pierde también la temporada, tu primera ronda del draft ni está ni se le espera, tu línea ofensiva queda en evidencia al quedar expuesta, tu infranqueable defensa empieza a hacer agua, tu coordinador ofensivo decide marcharse a su casa sin avisar… necesitas algo a lo que agarrarte. Aunque sea un kicker. Un tipo que juega al football con los pies.

El quinto kicker mejor pagado

El drama es que Walsh, insisto, el quinto kicker mejor pagado después de Gostkowski, Tucker, Crosby y Janikowski (otro que tal baila) se están convirtiendo en un problema añadido, y tal vez inesperado. Y este año está tirando a palos como el que lanza fuegos artificiales: a ver dónde caen. Y posiblemente sin quererlo, y tal vez sin merecerlo del todo, se ha convertido en la gota que colmó el vaso. El centro de todas las miradas. El puchingball perfecto en el que desahogar todas las frustraciones.

Si el año pasado un error suyo les costó la vida en playoff, esta semana han sido un field goal rechazado y un extrapoint sin puntería los que le han costado una victoria divisional clave para su equipo. Porque les habría sacado de la UVI y porque en enero puede costar muy cara.

Y el drama es mayor porque los Vikings habían luchado la victoria ante Detroit con más corazón que argumentos. A base de pases más cortos, carreras desesperadas, anclarse al terreno y bracear en la corriente por sobrevivir como fuera. Había sido una batalla agónica. Un esfuerzo desesperante. De esos que uno ve con el corazón encogido y amargura en la garganta. Un quiero y no puedo que podría terminar con alegría a poco que Walsh hiciera sonar la flauta. Pero sopló como un cobarde y solo le sacó un ruidito infame, que recordó a los pobres de siempre que su sino es pasar hambre. Que por mucho que se esfuercen, la vida es un drama que termina mal.

Los Vikings no jugaron bien contra los Lions, pero jugaron mejor que las dos últimas semanas, y mejor que sus rivales. Y un tipo que le pega a la bola con los pies les devolvió a su mundo real de frustraciones moradas. De lluvia púrpura que siempre empapa de fracaso. Y las miradas en la grada no eran de comprensión. Ni siquiera de desilusión. En muchos casos rayaban el odio. Un rencor infinito. “¡No quiero verte más! ¡¡¡VETE DE ESTA CASA YA!!!” Y cuando se llega a ese punto, a ese aborrecimiento, el tiempo no puede arreglar nada.

El día que Blair Walsh falló aquella patada de 27 yardas frente a los Seahawks yo lo tuve muy claro. Debía marcharse a lugares más cálidos. En el fondo, nunca tuvo alma de Vikingo.