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Los Cubs ganan 108 años después y el Apocalipsis no ha sucedido

Hace un par de años, un visionario usuario de Twitter llamado GIO, llevó a cabo un ejercicio profético que raya lo sobrenatural. En el tuit, mencionaba que tanto los Cubs como los Indians iban a disputar las Series Mundiales en 2016 (cierto) y que el ‘Fin del mundo’ iba a llegar a con el partido empatado en entradas extra en el séptimo partido del Clásico del otoño.

Más allá de esa profecía que se ha cumplido en parte y no en su totalidad porque sino uno no andaría por aquí dándole a la tecla, el Apocalipsis no ha sucedido y lo único reseñable es que los Chicago Cubs han acabado con su sequía de 108 años después, que no es poca cosa.

El agónico triunfo de los chicos de Joe Maddon en un séptimo encuentro que pasará a los anales de la historia de las Series Mundiales es un canto a la perseverancia, una loa a un equipo que ha sido capaz de cumplir con los pronósticos que le dieron como máximo favorito para el triunfo en las finales del béisbol y que, por una vez y casi sin que sirva de precedente, han sido capaz de cumplir.

Se acabaron los tiempos en los que los aficionados de los Cubs pensaban que estaban malditos, que por ironías del Destino, los dioses del béisbol siempre se confabularían para prorrogar una de las sequías más prolongadas de la historia del deporte y que asumió un manto sobrenatural tras la famosa ‘Maldición de la cabra’, que se originó por parte del dueño de la taberna y su mascota ‘Murphy’ al no permitírsele el acceso al encuentro de las Series Mundiales que enfrentaban a los Cachorros y a los Detroit Tigers allá por 1945.

Pues bien, se acabaron las maldiciones, se acabaron los gatos negros que se cruzaban en el camino de los Cubbies y se acabaron las interferencias de los aficionados.

El bueno de Steve Bartman debe estar llorando de alegría por el triunfo de su equipo, que tantas alegrías y penurias le ha dado desde aquella fatídica noche de octubre de 2003.

Este triunfo va por todos ellos, por Ernie Banks, por Ron Santo, por todas las personas que siguieron confiando en que los Cubs podrían izar orgullosos la bandera de la victoria en Wrigley Field al término de la temporada.

Por todos ellos, los Chicago Cubs han saldado cuentas con el Destino y se han proclamado campeones del mundo.

Como decían los más veteranos del lugar, ‘ahora puedo morir en paz’, pero que no sea en el día de hoy, por favor.

Sin embargo, el camino hasta aquí ha sido una verdadera tortura, un recorrido que nos ofrece este maravilloso deporte a la hora de redimir a tantas y tantas generaciones que han visto pasar el tiempo sin que sus Cachorros fuesen capaces de hacerse con el título.

Y para ello, han tenido que superar a unos Cleveland Indians, que han un rival glorioso y que les ha puesto a prueba durante el transcurso del Clásico del otoño en numerosas ocasiones, llevando hasta el límite de lo imaginable a un conjunto de los Cubs que era el mejor de los dos libra por libra, pero que ha tenido que recuperar su identidad antes de ser el único que permaneciese en pie tras el séptimo encuentro de las Series Mundiales tras remontar un 3-1 en la eliminatoria en una remontada que únicamente es la sexta que se produce en la historia de las finales.

¡Y qué monumento de partido ha sido!

Los Cubs se impusieron a sus propias némesis durante el transcurso de la final, un Corey Kluber y un Andrew Miller que casi pasaban por ser invencibles, pero que se mostraron humanos en el peor momento posible antes de que le sucediera exactamente lo mismo a un Aroldis Chapman que sufrió de lo lindo para mantener un empate cuando su cometido era proteger una ventaja de tres carreras en la octava entrada.

Cuando dos equipos se citaban con la Historia y con las Series Mundiales, con sus 176 años de frustraciones, de tristezas combinadas, lo lógico era pensar que el drama iba a estar muy presente en el desenlace de una temporada que no se nos quería despedir y que las actuaciones de los de la Tribu más la lluvia (¿o acaso era el comienzo del Fin de los Días?) nos iban a brindar el broche apropiado a una campaña absolutamente maravillosa.

Porque para llegar a la Tierra Prometida, que es alcanzar la final y GANARLA, los Cubs han sido llevados hasta el mismísimo límite… y se han proclamado vencedores.

E iba a ser un oriundo del propio estado de Illinois, un Ben Zobrist que llegó como agente libre tras campeón el año pasado con los Royals y que prometía ser la pieza que daría equilibrio a toda esta maquinaría, quien conseguiría volver a desequilibrar una balanza ya en entradas extra para situar en la posición en la que querían verse los Cubbies, mandando en el marcador.
De paso, sólo se confirmaría como el MVP de las finales, que tampoco es mal colofón a su temporada.

De esta manera, el técnico Joe Maddon, cuya llegada a la ciudad del viento estaba destinada a acabar con todo este infortunio y que ha sido muy cuestionado en las últimas horas por las distintas decisiones en el tramo final de las Series Mundiales, consigue hacer buena la apuesta de Theo Epstein, que se convierte de inmediato en objeto de culto para los aficionados del deporte, habiendo acabado con la ‘Maldición del Bambino’ de los Boston Red Sox en 2004 y ahora la de la cabra con los Cubs en 2016.

Si te marcas objetivos grandes, puedes lograr grandes metas y eso es lo que ha ocurrido al vencedor definitivo en las Grandes Ligas de béisbol.

¡Felicidades a los Chicago Cubs y a sus aficionados! ¡Os lo habéis ganado y festejadlo como es debido, que la espera ha merecido la pena!