Andrew Luck, la estrella humilde de los Colts
Conocí a Andrew Luck cuando él tenía cinco años. Hoy es uno de los mejores quarterbacks de la NFL y, además, licenciado en Arquitectura.
Conocí a Andrew Luck cuando él tenía cinco años. Su padre, Oliver, a pesar de estar a cargo de un incipiente apartado de NFL Internacional, viajaba por Europa dando clinics dentro de un ilusionante programa denominado NFL World Partnerhsip, que incluía veteranos entrenadores, como Jack Bicknell, y excelentes ex jugadores, como el que fuera sensacional tackle izquierdo de los Cincinnati Bengals, Anthony Muñoz.
A Oliver, quarterback estrella en la Universidad de West Virginia y segundo pasador seleccionado en el draft de su año (Houston Oilers), solo por detrás de Jim McMahon, no le importaba arremangarse y dirigir un entrenamiento un martes casi de madrugada en Reus y a la noche siguiente, otro en Mataró. Sin embargo, su carrera como directivo de la NFL avanzaba a pasos agigantados y también debía cumplir con el protocolo, como ser invitado al palco del Camp Nou para presenciar un Barça-Osasuna.
Aquel domingo de febrero de 1984, Oliver no dudó un solo segundo en llevar con él a Andrew. Los recuerdo todavía ilusionados, antes de subirse al coche, tirando pases en el parking del Estadio Olímpico de Montjuic, al lado de donde estaban nuestras oficinas de los Barcelona Dragons.
Así creció Andrew. Primero vivió en Alemania y luego, en Londres, mucho más cerca del fútbol –que por cierto su hermano, Addison, practica en la Universidad de Yale- que del football. De cualquier forma, cuando Oliver y su familia volvieron a Estados Unidos, Andrew, gran deportista, no tuvo problemas en seguir los pasos de su padre y convertirse no solo en quarterback, sino también en free safety, kicker y punter titular de su high school, donde tuvo que superar una dura fractura de clavícula –su padre también la padeció en un partido universitario contra Penn State-.
Después, Andrew optó por el gran nivel académico de Stanford, donde no solo jugó fútbol americano, sino se graduó en arquitectura con honores. Con Jim Harbaugh dirigiendo al equipo, la universidad del norte de California se convirtió en una de las mejores del país y siguió brillando a pesar de la marcha del entrenador a los San Francisco 49ers. Tras su última campaña, Luck, aunque no ganó el trofeo Heisman, fue el primer jugador elegido en un draft 2012 plagado de excelentes quarterbacks.
Al llegar a Indianapolis, el joven pasador se convirtió en la niña de los ojos del propietario, Jim Irsay. Rápidamente, Luck hizo olvidar a Peyton Manning, clasificando a los Colts para los playoffs en su primera temporada con el equipo. Dos años más tarde, lideraría al club hasta la controvertida final de conferencia en que Indianapolis sucumbió en New England en el partido del famoso deflategate.
Tras un 2015 lleno de lesiones, Andrew tiene el duro papel de devolver a los Colts esta temporada a la cima de la División Sur de la AFC. Su peso es aún mucho mayor, cuando Irsay lo convirtió este verano en el jugador mejor pagado de la NFL.
A pesar de todo, Andrew sigue siendo como aquel niño que lanzaba el balón con su padre en el parking del Estadio Olímpico. En su periodo vacacional, suele perderse en las playas de la Costa Brava, intentando, ante todo, pasar desapercibido. Hace diez días tuve la gran suerte de volverme a encontrar con él, en un entrenamiento de los Colts en Londres. Yendo hacia el campo, encontró dos balones de soccer y no dudó en hacer unos toques con ellos. En lugar de pasar por una puerta trasera, cruzó toda la sala de prensa, saludando uno a uno a los periodistas antes de acceder al atril para contestar sus preguntas.
De educación le viene al genial quarterback ser una persona sencilla. Pero con los tiempos que corren y lo que ganan hoy en día las grandes estrellas del deporte, la actitud de Andrew Luck es sin duda encomiable, pero también sorprendente.
Cinco cosas que pienso:
1. Pienso que si alguien nos dice antes del domingo que en el duelo entre Aaron Rodgers y Eli Manning no iba a haber un solo touchdown a partir del segundo cuarto, no nos lo creemos.
2. Pienso que Eddie Lacy es la nueva versión Beast Mode de la NFL.
3. Pienso que la victoria de los Colts el domingo, sin semana de descanso tras jugar en Londres la jornada anterior, refuerza aún más el argumento de que es posible tener una franquicia en Londres.
4. Pienso que la suerte de los Cleveland Browns no puede ser peor. Jamás esperaron, cuando se sorteó el calendario, que se encontraría en la Semana 5 a Tom Brady en su debut de la temporada, más sediento de victoria que en su primer día en la NFL.
5. Pienso que, si no hablamos de fútbol americano, la ciudad de Cleveland está de moda en cuanto a deporte se refiere. Los Cavaliers, campeones de la NBA; los Indians, en la final de la Liga Americana tras doblegar a los Red Sox, 3-0; ¿para cuándo el turno de los Browns?