Los Atlanta Falcons le roban la autoestima los Carolina Panthers
El Georgia Dome fue escenario de un cambio de tendencia en la liga que tiene, ahora mismo, consecuencias imprevisibles.
Hay momentos en los que, sin saber explicarte muy bien cómo, te rebelas contra ti mismo y superas un miedo arraigado dentro que no te dejaba crecer. Sucede con cada uno de nosotros. En el trabajo, en las relaciones personales, incluso con aquel matón del patio del colegio al que una vez te enfrentaste, muerto de miedo, y el resultado fue el contrario de lo esperado: recuperaste la autoestima. Esos instantes son cruciales en el desarrollo personal y definen tu carácter mucho más del valor que le das a ese momento concreto.
Los equipos deportivos, en ese sentido, son bastante parecidos a la psicología humana. Aunque sea un conjunto de individuos, existe una cultura y una forma de ser global que obliga a cada pieza a adaptarse, a meterse dentro o a ser expulsado. De ahí eso que tanto se habla de la personalidad de tal o cual equipo. Y, por consiguiente, de la creencia en si mismo.
Los Atlanta Falcons son un proyecto que viene construyéndose desde hace poco. Dan Quinn, su entrenador jefe, sólo lleva un año y cuatro partidos en el puesto. Y una gran verdad de la NFL es que los equipos con personalidad se parecen, indefectiblemente, a sus entrenadores. No ha construido, hasta el momento, nada que sea parecido a un rocoso conjunto unido el que todos parecen cortados por el mismo patrón, vengan de donde vengan, y suman al conjunto.
O no había construido. Porque el partido que ganaron ayer contra los Carolina Panthers es de esos que hacen crecer dos palmas de un tirón, de los que forjan carácter y hacen mirarse al espejo con otros ojos, muy diferentes, apreciando ya los efectos de la adolescencia.
Los Falcons le pegaron una soberana paliza a los Panthers. No lo dice, del todo, el marcador. Y puede que tampoco los titulares, más centrados en la increíble pareja númerica que montaron Matt Ryan y Julio Jones, únicos en la historia para pasar más de 500 yardas y recibir más de 300, o en la conmoción cerebral de Cam Newton.
Pero lo que realmente pasó en el campo es que los de Atlanta se plantaron ante el abusón, el campeón de los últimos tres campeonatos de la NFC Sur, el finalista de la Super Bowl 50, y le dijeron que no iban a recibir ninguna bofetada gratuita más. Y, de pasó, le devolvieron alguna para que se fuera caliente a casa.
No quiero subestimar este instante, este partido. No tiene por qué ser una victoria más. Sé de sobra que los Falcons comenzaron 5-0 el año pasado y que, después, se hundieron. También sé que los Panthers son un equipo campeón al que esta derrota no tiene por qué pasar más factura que cualquier otra, pero...
... pero la verdad es que la autoestima ha cambiado de bando. El muy bien entrenado ataque de Atlanta, dirigido por un magistral Kyle Shanahan, es un sueño de las variaciones tácticas. Lo mismo te ganan con Julio Jones de récord, como este domingo, que utilizan al receptor sólo como cebo de tal forma que el resto del campo quede expedito al llevarse dos rivales con él. Julio, la antidiva, estará igual de contento en ambos casos. Lo mismo te corren con Tevin Coleman que con Devonta Freeman. Lo mismo usan dos tight ends y full back que te abren el campo con Sanu.
No se puede decir lo mismo de la defensa, un señor coladero. Pero, de la misma forma que todo lo que tiene que ver con el football en sentido físico es de un equilibrio absoluto, que la carrera sólo funciona si funciona el pase, que la defensa sólo es buena si el ataque tiene drives sostenidos, la personalidad y crecimiento de una unidad tiene que ver con el resto del grupo. Pongamos de ejemplo a Deion Jones, rookie que vive en el medio del grupo de linebackers y que fue el que golpeó, de forma dura y sucia, a Cam Newton, sacándole del partido. Estaba en su salsa, sintiéndose parte del triunfo colectivo, de la sensación de superioridad, aunque no paren a nadie.
El miedo, aquí sí, ha cambiado de bando. Son ahora los de Carolina los que miran con desconfianza a sus rivales, los que ya no tienen tan claro que esta división sea su cortijo, los que han visto un punto de inflexión impredecible hace tan sólo un mes.
Ya tienen personalidad. Ya tienen arrestos. Ya tienen alma. Y, ahora, ya tienen una victoria señalada, subrayada, para empapelar el vestuario y decirse a sí mismos que son los mejores, que nadie les puede parar en su propia división. Eso no asegura triunfos, ni asegura que los Panthers no les ganen de nuevo, pero sí que pone los cimientos necesarios para pelear de tú a tú con cualquiera. Los Falcons le han robado la autoestima a los Panthers y se han hecho mayores ante nuestros ojos. Es hora de tratarlos como a adultos.
Y eso exactamente, ser tratados como adultos, en sobredosis, es lo que tendrán las dos próximas semanas: los Denver Broncos y los Seattle Seahawks les esperan. Veremos qué clase de equipo son en quince días y si su personalidad se asienta de forma definitiva.