Una lesión de Navorro Bowman enterró a los 49ers ante Dallas
Los de San Francisco jugaron un partido aceptable hasta que se lesionó su estrella defensiva y todo el equipo retrocedió a su triste nivel de juego habitual.
El partido empezó torcido para los Cowboys cuando en su primera serie ofensiva, después de sudar tinta para llegar a la yarda 29 contraria, Bailey falló el field goal. El asunto siguió cogiendo mal color en el primer ataque de los 49ers, con Gabbert lanzando pases como si le fuera la vida en ello y en no huddle, al más puro estilo Chip Kelly, para que Kerley anotara un touchdown tras un pase de 33 yardas. Y por si todavía quedaban dudas, un segundo drive de Gabbert desatado terminaba con un touchdown de carrera de Carlos Hyde. Los Cowboys todavía no sabían por dónde se andaban y ya tenía el marcador 14-0 en contra sin saber muy bien cómo salir del círculo vicioso en que les había metido San Francisco.
Sin embargo, cuando menos se esperaba, llegaron dos touchdowns de Dallas antes del descanso, como caídos del cielo. No es que nada cambiara demasiado. Una penalización oportuna de violencia necesaria de un jugador ridículo (Jaquiski Tartt), que caía sobre Prescott con la jugada cerrada después de que dos compañeros hubieran hecho bien su trabajo, y un pase profundo a Terrance Williams, valieron el primero (14-7); una serie pasadora de Prescott en la que la defensa de San Francisco abandonó la presión para proteger el marcador antes de marcharse al descanso (vaya ironía), terminó con Butler recogiendo el pase del empate (14-14). Todo el buen trabajo de la defensa de los Niners, que se había aprovechado de la baja por lesión de los dos jugadores titulares en la izquierda de la OL de Dallas (Tyron Smith y Lael Collins), terminó echado por la borda de forma inexplicable.
Los 49ers volvieron del vestuario con la intención de recuperar las sensaciones perdidas, pero ya nada era lo mismo. A Gabbert se le había pasado el efecto de la pócima mágica y volvía a lanzar sus pases al tobillo de sus receptores, como siempre, así que ese primer arreón se quedó en field goal de 36 yardas, y gracias (17-14).
Poco después los Niners sufrieron el golpe letal que decantó el partido. Navorro Bowman se lesionaba, aparentemente en su talón de Aquiles, y desde ese instante era como si la defensa local jugara con diez. Ezekiell Elliott comenzó a correr sin oposición, mientras Prescott, que estaba echando mucho de menos a Dez Briant, conectaba pases por el centro como si los defensas rivales tuvieran prohibido entrar en esa zona. Por primera vez en el encuentro, los Cowboys se ponían por delante (17-21).
Desde ese punto, terminaron las rarezas y volvió la dura realidad. Esa en la que Gabbert lanza intercepciones antes de agitar el pelo al viento como el principe de Shrek, el centro de la defensa sin Bowman se convierte en una autopista por la que Elliott y Morris circulan por encima del límite de velocidad, y Dan Bailey mete las patadas entre palos como ha hecho siempre (17-24). Aunque nos quedamos con la duda de lo que habría pasado si Bowman no hubiera tenido que salir del partido. Como sucedió en el primer duelo de Dallas de la temporada, Prescott tuvo un buen rendimiento, pero le faltó esa marcha más que convierte un ataque digno en peligroso e imprevisible.
Los Cowboys ganaron en San Francisco sin brillantez, y haciendo simplemente lo justo e imprescindible. Lo triste es que para ganar hoy en día en San Francisco ni siquiera hace falta jugar demasiado bien. Casi siempre es suficiente con ser el equipo que menos errores comete. Apasionante.