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Miami Dolphins

La espera por Ryan Tannehill ha concluido: ahora o nunca

Un quarterback titular en esta liga tiene un número determinado de oportunidades de demostrar si es un QB franquicia.

CINCINNATI, OH - SEPTEMBER 29: Ryan Tannehill #17 of the Miami Dolphins is tackled by Geno Atkins #97 of the Cincinnati Bengals during the fourth quarter at Paul Brown Stadium on September 29, 2016 in Cincinnati, Ohio. Cincinnati defeated Miami 22-7.   Andy Lyons/Getty Images/AFP
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ANDY LYONSAFP

Es injusto, pero hay un trío de personas en cada equipo de la NFL que cargan con la responsabilidad de las victorias y las derrotas: general manager, entrenador y quarterback titular. La complejidad del juego, y de la liga, obligarían a más profundas reflexiones para dirimir culpas y éxitos pero, eh, esto el siglo XXI y vamos al ritmo que vamos, así que agarrémonos el flequillo y reconozcamos que en las franquicias de esta competición la citada trilogía es la imagen pública esencial.

Es por eso que cuando se produce un cataclismo suelen irse los tres a la vez. Raro es el general manager que soporta a un entrenador que estaba en el puesto antes de llegar él, y pocos entrenadores querrán quarterbacks 'maleados' en otros sistemas y en otros fracasos. Que si se ha llegado al punto traumático de cambio de jefe es que, en general, las cosas no han ido bien hasta entonces. Un fichaje, un chico del draft... lo que sea, pero un hombre nuevo con el que encarar el futuro y al que poder moldear a gusto.

Nada de eso ha sucedido en los Miami Dolphins, y es algo que pone a Ryan Tannehill contra las cuerdas y con la certeza de que le quedan doce partidos para forjarse un futuro, o ausencia del mismo, en la franquicia.

Mike Tannenbaum llegó a los Dolphins en febrero de 2015 para ser el vicepresidente de operaciones 'footballísticas'. Y se tomó su tiempo en evaluar lo que tenía y lo que no. De entrada, en una decisión de la que hoy seguro reniega, mantuvo a Joe Philbin como entrenador jefe. No fue hasta mitad de temporada que se quitó ese lastre y apostó por Adam Gase, ya para el 2016, como el entrenador de su proyecto personal para Miami. De la misma forma, a comienzos de este año puso a Chris Grier como general manager, como su mano derecha, en el equipo. Es decir, el 2016 es un nuevo comienzo para la franquicia.

Pero detrás del center sigue estando el mismo hombre: Ryan Tannehill. Alguien que no fue escogido en el draft por Tannenbaum; alguien que Gase no señaló con el dedo para que fuera el gestor de su ataque. Alguien, en definitiva, por el que no tienen que morir, un 'error' que no es suyo.

Hablo de 'error' no porque asegure que lo es, sino por la muy elemental teoría de la evolución y su inseparable dependencia del instinto de supervivencia. Por muchas palabras de ánimo, de hermandad y de apoyo que se dediquen, esta gente mira por su propio beneficio y supervivencia. Es lógico. Tannenbaum y Gase no se van a atar a Tannehill porque a ellos les queda una vida más si pierden esta. Si se van barranco abajo, y en ello están, el señalado será el quarterback. Su coartada. Su salvavidas.

Así que Ryan ha de saber que le pondrán a los pies de los caballos si la situación llega al extremo de necesitar un culpable obvio. Y, hombre, apostaría a que se va a necesitar con el 1-3 que señala el récord ahora mismo y las sensaciones que ha dado el equipo.

Y es que hay un número limitado de oportunidades para que un QB demuestre si está capacitado para ser eso que se llama un 'QB franquicia' o, incluso, 'QB titular'. Un número que tiende a cero cuando por encima de su cabeza se ha cambiado a quienes mandan y quienes dependen de tu juego para seguir en sus puestos de trabajo.

Ryan Tannehill no ha demostrado estar capacitado para ser la respuesta a la pregunta con la que se le eligió en el draft: "¿eres el QB franquicia de los Miami Dolphins?". Ha dejado chispazos aquí y allá. Ha dejado pases y partidos. Ha elevado la moral de la tropa con algún instante de gloria. Pero, en la foto global, ha sido mediocre.

Ha tenido tantos cambios de coordinador ofensivo, y ahora de entrenador, que habría que darle el beneficio de la duda. Está jugando con una línea ofensiva tan porosa que sería prudente valorar en su conjunto el ataque y no sólo al pasador. Pero es que todo lo anterior juega en su contra.

Eso, y que ya no es ningún rookie. Cumple su quinto año en la liga. Además, la extensión de contrato que firmó la pasada campaña era, como la de todos los jugadores de su rango, muy espectacular en cuanto a los grandes números, 4 años y 77 millones de dólares, pero muy favorable al equipo: si le cortan este año 'sólo' dejaría como dinero muerto, dinero por cobrar, diez millones de dólares.

No habrá que llegar a ese extremo, que el chico aún tiene cartel como para ser carne de traspaso. Pero lo que es innegable es que ya no va más para su carrera en Miami. Le quedan 12 partidos para despejar cualquier duda posible sobre si es el QB del presente de los Dolphins, porque en caso contrario ni Tannenbaum ni Gase van a hacer lecturas muy profundas a la hora de usarle como escudo. Y el grave problema es que, en estos primeros cuatro partidos de la temporada, Tannehill sí que ha despejado algunas dudas, sí, pero justo para lo contrario. Es ahora o nunca para él en los Miami Dolphins.