Inglaterra vs Estados Unidos: El ‘Black Friday’ no llega al Al Khor

El público tuvo el mejor veredicto. Un sonoro abucheo abrochó un duelo para sestear en Al Bayt. Un partido con larga historia, que data de 1607. Colonos y nativos se dieron las gracias. Empate a 0, goles caros, un puñado de ocasiones, dos puntos por lado, una especie de armisticio (¿recuerdan el infame ‘pacto de Gijón’?) y una sola certeza: de Estados Unidos depende su clasificación a la ronda de eliminación. Quizá en otro día los goles se coticen con más accesibilidad.

Los minutos de contemplación terminaron cuando el remate de Harry Kane pegó en Zimmerman. Wright respondió, aunque con la mira averiada. El partido se perdía en la nimiedad porque Inglaterra se atragantaba con la pelota y para Estados Unidos no es mal negocio la nulidad. Cuando el ‘Team USA’ superaba la línea de presión que marcaba Rice, y Pulisic lograba girar (pese a siempre recibir de espaldas al arco), ‘Los Tres Leones’ corrían despavoridos de frente a su portería. Berhalter seguro había detectado esa anomalía.

A partir de un rompimiento tal, Dest trazó desde la derecha y McKennie, con el tiro que soñó una vida, la pelota en el corazón del área, a media altura, mansita, esperando al golpeo, envió por shipping un regalito de Black Friday a algún aldeano de Al Khor. Pero Estados Unidos ya había encontrado terreno fértil. Llanuras de terreno fértil tras Rice. Una calca, tras cabalgata en camello liderada por McKennie, terminó con un obús de Pulisic que reventó el travesaño de Pickford. Había Estados Unidos desnaturalizado a la fragante Inglaterra mediante las caravanas a todo vapor entre el terreno en disputa no reconocido por el mariscal Southgate, hasta que Shaw embrujó a Dest y Saka no quiso desaprovechar la bonhomía del Black Friday. Obsequio a las gradas. No pensó lo mismo Mason Mount, cuyo malicioso disparo casi se cuela en el rincón bajo de Turner, quien tuvo a bien excavar esa pelota.

Estados Unidos olió sangre alrededor de Pickford. El asedio a base de tiros de esquina duró varios minutos. Inglaterra se pertrechó mientras Dest y Robinson, por cada flanco, rompían lanzas. Pero luego pasó muy poco. Muy poco reseñable, más allá de las arengas de Pulisic a los American Outlaws, las permutas de Dest, los gritos furtivos en árabe en los gallineros del Al Bayt, el testarazo completamente errado de Harry Kane en el descuento, y una nueva desbandada del público qatarí antes de tiempo. La segunda mitad, un bodrio, acaso fue condicionado por la aritmética. A ver si la especulación no resulta contraproducente.