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RACISMO

#IStandWithBubbaWallace: la NASCAR lucha contra el racismo

El asesinato de George Floyd en Minneapolis desató un efecto dominó que llegó a la competencia automovilística más popular de Estados Unidos.

Ciudad de México
#IStandWithBubbaWallace: la NASCAR lucha contra el racismo
Chris GraythenAFP

La muerte de George Floyd a manos del policía blanco Derek Chauvin hace casi un mes en Minneapolis, Minnesota fue una chispa que encendió el rastro de pólvora. El fervor anti-racista que ha recorrido Estados Unidos de norte a sur ha trastocado todas las aristas sociales: desde las políticas hasta las culturales, con entronque, claro, en el deporte. Desde Minneapolis, la bocanada llegó a las puertas de la NASCAR, la ultrapopular competencia automovilística que puede movilizar a 160,000 aficionados en una sola carrera (como en el circuito de Bristol, en 2009) y acumular nueve millones de espectadores, según estimaciones del New York Times y Forbes. Una competición usualmente asociada a la población blanca de los estados sureños de la Unión Americana (Texas, Alabama, Georgia, Tennessee). Una entidad que, hasta hace unos días, toleró la exhibición de la bandera confederada, tildada de racista, durante sus eventos.

La NASCAR no es precisamente un sinónimo de integración racial. Solo ocho pilotos afroamericanos han participado en la máxima categoría: The Cup Series (antes Grand National Series). Y de los ocho, tan solo uno, Wendell Scott, ganó una carrera en dicho escenario. Lo hizo en 1963, en el Speedway Park de Jacksonville, Florida, pese a que los oficiales de la prueba no le otorgaron la victoria en principio, pues falsamente creyeron que Richard Petty había completado todas las vueltas requeridas antes que él. La NASCAR adjudicó el triunfo oficialmente a Scott dos años después y no fue sino hasta 2010, a 47 años de la carrera, cuando la familia del piloto, quien falleció en 1990, recibió el trofeo de ganador. Para más inri, un estudio demográfico elaborado por NASCAR en 2011 estableció que el 8% de los aficionados son afroamericanos. Uno de cada cinco seguidores del circuito proviene de una 'minoría racial'.

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Chris GraythenAFP

Consciente de las etiquetas que ostenta, la NASCAR fundó en 2004 el programa Drive for Diversity (D4D), enfocado en convertir la competencia en un escenario multi-étnico y diverso en todas sus áreas, desde la conformación del crew mecánico hasta las juntas directivas, con especial atención en la formación de nuevos talentos al volante: hispanos, afroamericanos, descendientes de los pueblos originarios, etcétera. De la iniciativa, que también busca romper la barrera de género en la NASCAR, han surgido pilotos como el mexicano Daniel Suárez y, por supuesto, Bubba Wallace, el hombre del momento. A pesar de los esfuerzos integracionistas, las banderas confederadas, símbolo del supremacismo blanco y del racismo (la insignia representaba a los secesionistas estados sureños que renegaban de la abolición de la esclavitud, conflicto que detonó la Guerra Civil de 1861 a 1865) aún desfilaban por las pistas.

Desde su graduación de la academia de Max Siegel, expresidente de operaciones de Dale Earnhardt Inc. (la entidad fundada por el mítico y malogrado piloto homónimo), Wallace, quien lleva por nombre Darrell, como su padre, batalló por abrirse un espacio en un entorno aparentemente ajeno. Actualmente es el único piloto afroamericano en todo el circuito. La tensión racial, no obstante, nunca fue un tópico en la vida privada de Bubba. En casa creció con la tolerancia y la integración como acompañantes (padre blanco, madre afroamericana). "Nunca vi color y nunca pensé que sería tratado de forma diferente por ser 'negro'", recuerda en una pieza del New York Times. Ganar y nada más. "La única bandera que nos importaba era la de cuadros", asegura su madre, Desiree, en el mismo texto. Por años Bubba sobrellevó sus apariciones en las pistas sin ocuparse de su tez, de los prejuicios, los cuchicheos a su alrededor, los cientos y cientos de mensajes estampados en sus redes sociales. "Siempre seré 'el piloto negro'. Lo acepto y disfruto el viaje", se resignó.

Su posición cambió en febrero de 2020. Al teléfono móvil de Bubba llegó el video del asesinato de Ahmaud Arbery, un electricista afroamericano de 25 años, quien recibió un disparo de escopeta mientras trotaba en un barrio residencial de Glynn, Georgia. Arbery, desarmado, solía frecuentar la zona para realizar su rutina de ejercicio. Las investigaciones apuntaron a Travis y Gregory McMichael, dos residentes blancos, quienes habían seguido a Arbery a bordo de una camioneta. "La muerte le rompió el corazón y le abrió la mente en la urgencia de luchar por la justicia racial", explica el artículo del Times. Meses después, el episodio de George Floyd hizo estallar el polvorín. Millones de estadounidenses en las calles. Proclamas, consignas, hartazgo. Fue la gota que colmó el vaso. Bubba abrazó la causa y comenzó a cavar en su propia trinchera. “NASCAR: todos piensan 'redneck', 'banderas confederadas', 'racistas'. Y lo odio. Lo odio porque sé que la NASCAR es mucho más. ¿Acaso no les importa lo que pasa en el mundo?", cuestionó Wallace en una emisión del podcast de Dale Earnhardt Jr. en mayo. Una revolución estaba en marcha.

Bubba vistió su Chevrolet 43º Camaro ZL1 1LE, propiedad de Richard Petty Motorsports, con el HT #BlackLivesMatter, y comenzó a portar una playera negra que luce en el pecho el lema 'I Can't Breathe', en alusión a las últimas palabras de George Floyd mientras Chauvin le presionaba el cuello con la pierna. Las acciones de Wallace lograron efectos casi inmediatos. El 10 de junio, por primera vez en su historia, la NASCAR prohibió la exhibición de banderas de la Confederación en sus eventos. Ni serían izadas en competencia, ni permitidas en las gradas. En 2015, el entonces presidente de la competencia, Brian France, intentó remover las enseñas. Incluso, su oficina emitió un comunicado en el que instaba a los seguidores a no portarlas en los autódromos. La súplica fue ignorada. "Nadie debería sentirse incómodo en una carrera de NASCAR. Esto empieza con las banderas confederadas. Hay que sacarlas. No hay espacio para ellas", declamó Bubba en CNN dos días antes del veto. La decisión fue anunciada tan solo unas horas antes de la Blue-Emu Maximum Pain Relief 500, sobre la pista de Martinsville Speedway, en Virginia, carrera en la que Wallace finalizó en la 11ª posición. "Las banderas representan odio, no herencia", había espetado el piloto de 26 años.

Una soga enciende las alarmas

La determinación de NASCAR y el activismo de Wallace, naturalmente, acarrearon reacciones. Más allá de críticas y amenazas de boicot de aficionados, una represalia directa en contra de Bubba hizo saltar las alarmas. El domingo 21 de junio, tras aplazarse por lluvia la GEICO 500 en el Talladega Superspeedway de Lincoln, Alabama (el estado del que es originario el conductor), el staff de Richard Petty Motorsports encontró una soga anudada en el garaje que utilizarían. El trasfondo histórico es inequívoco: con sogas atadas a las ramas más altas de los árboles es como el Ku Kux Klan solía ejecutar a sus 'enemigos' (afroamericanos, hispanos, judíos, homosexuales, etcétera). "El despreciable acto de racismo y odio me deja increíblemente entristecido y sirve como doloroso recordatorio de lo mucho que nos queda como sociedad y lo persistentes que debemos ser en la lucha contra el racismo'', escribió Wallace en su cuenta de Twitter. Debido al lugar del hallazago, el culpable debería tener una relación directa con la NASCAR: ya sea con la organización en sí, equipos, patrocinadores, staff del autódromo...

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Chris GraythenAFP

Lejos de amedrentar al piloto, o enajenarlo, el gesto galvanizó un apoyo multitudinario a su favor. “Estamos enojados e indignados y no podemos enunciar con mayor firmeza cuán seriamente tomamos este acto atroz”, expresó NASCAR, quien lanzó una investigación interna para determinar la autoría del hecho. El FBI también encomendó una propia pesquisa que arrojó un resultado polémico: el Bureau no encontró indicios de 'crimen de odio', pues, argumentó, la soga ya se encontraba en el garaje desde el año pasado. Richard Petty Motorsports se deslindó del hecho y refrendó haber cooperado en todo momento con las investigaciones. En entrevista con CNN, posterior a la publicación de los resultados del FBI, Wallace aseguró jamás haber visto una cuerda con el nudo corredizo en ninguno de los garajes de las carreras en las que ha participado desde 2013 y reveló que él no fue quien reportó la presencia del objeto. Las críticas contra Bubba, a quien se acusa de haber tramado una farsa para potenciar sus propósitos, se han disparado en redes sociales tras el carpetazo del FBI.

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Brian LawdermilkAFP

El lunes 22 de junio, Wallace corrió en Talladega y cerró en el 14º sitio. En cuanto salió de su vehículo, fue abrazado por sus compañeros y ovacionado por los 5,000 asistentes (cifra máxima permitida debido a las restricciones sanitarias por la pandemia del COVID-19). Wallace no vence en una carrera desde 2013, cuando se impuso en el Kroger 200 de Martinsville, primera victoria de un afroamericano en el top 3 de la NASCAR desde Wendell Scott, pero su notoriedad ya trascendió el asfalto. El domingo que en Talladega debían rugir los motores, cientos de personas, enarbolaron las banderas prohibidas en los alrededores del autódromo. Al momento de la carrera, los medios que la cubrieron no dieron cuenta de un solo estandarte confederado. #IStandWithBubbaWallace se leyó en el césped adyacente a la pista. El anti-racismo llegó a uno de los últimos bastiones del supremacismo blanco en el mundo deportivo. La NASCAR ha cambiado para siempre.