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Black Lives Matters

El legado afroamericano en el deporte: del Black Power a Jordan

La valentía de Jackie Robinson, las hazañas de Ali y Beamon, el coraje de Smith y Carlos. Todos ellos han delineado las revoluciones sociales en Estados Unidos.

Estados UnidosActualizado a
El legado afroamericano en el deporte: del Black Power a Jordan

La lucha por la igualdad y la garantía de los hechos civiles indistintos al color de piel protagonizó el Siglo XX en Estados Unidos: 100 años de revolución inacabada. El país aún batalla contra los coletazos del racismo y la desigualdad, y la situación no parece mejorar. Sin embargo, las proezas de los afroamericanos en el deporte catalizaron la rebelión, cavaron las trincheras, alumbraron el camino. Ellos, representantes públicos de una raza oprimida, apartada, cambiaron el deporte, y redefinieron el mundo. 

Once años después de que Jesse Owens probara a Hitler, en sus narices en el Estadio Olímpico de Berlín, que sus postulados de "superioridad aria" eran erróneos, por decir lo menos, Jackie Robinson se convirtió el primer jugador afroamericano en las Grandes Ligas de Béisbol. Si el antológico topetazo de Owens fue una batalla silenciosa, la de Robinson necesitó estruendo para escucharseNieto de esclavos, nacido en un bastión del racismo más rancio, Georgia, se abrió paso entre las Ligas Menores ('Negras', que había distinción) hasta los Brooklyn Dodgers. Los primeros pasos fueron difíciles. Los insultos no cesaban de descender desde las gradas, e incluso recibió amenazas de muerte. Robinson respondió con un campeonato de Serie Mundial, seis apariciones All-Star y un porcentaje de bateo de .311. El menosprecio abrió el camino al Día de Jackie Robinson, cada 15 abril, fecha que marca su debut en Grandes Ligas. El béisbol entró a una nueva era. "No me importa si te gusto o no. Lo único que pido es que me respetes como ser humano".

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Poco después de que los sueños de Martin Luther King, con el puño en alto y el corazón por delante, fueran arrancados por el revólver de James Earl Ray, Bob Beamon volaba sobre los cielos de la Ciudad de México. 8.90 metros, eternos, inconmensurables, inquebrantables desde 1968 hasta 1991, cuando Mike Powell rompió una marca aparentemente imposible. Sports Illustrated la consideró la más grande hazaña atlética de todos los tiempos. Un oro olímpico en memoria de los sueños del reverendo King. 

El magnicidio también inspiró a Tommie Smith y John Carlos. En el momento de su coronación como campeón y tercer lugar olímpicos de los 200 metros planos, también en México 68, en los dominios de Beamon, sacudieron al mundo, y no solo por el poder de sus zancadas. Insurrección en pleno, en tecnicolor y vía satélite. Un par de guantes negros (Carlos olvidó el suyo en su habitación de la Villa Olímpica), dos manos cubiertas, una derecha y otra izquierda, 'The Star-Splanged Banner' en las bocinas, dos cabezas apuntando hacia abajo. La protesta más poderosa, enérgica, furiosa, mientras los policías anti-motines encapsulaban reproches a porrazos y escudos en San Francisco, Washington, Filadelfia. El ostracismo esperó por ambos a su regreso. La gloria olímpica no le serviría para sortear los reproches. Pero el puño en alto, la dignidad del Black Power, permanecieron.

Como también permanecerán los golpes de Cassius Clay, desertor de Vietnam, "nombre de esclavo", él mismo decía. "No voy a recorrer 10.000 kilómetros para ayudar a asesinar a un país pobre simplemente para continuar la dominación de los blancos contra los esclavos negros", profirió. El joven que, con una medalla de oro en el cuello, fue expulsado de un restaurante en Atlanta por su color de piel, se convirtió en, acaso, el mejor deportista de todos los tiempos. El más épico, al menos. Muhammad Ali, que picaba como abeja y flotaba como mariposa, encontró en el boxeo una metáfora de vida y de la realidad. A cada golpe, destruyó un muro. Como los jumpers de Jordan, la estela más brillante de todas en la NBA, que explotó cuando las ruinas que derrumbaron Robinson, Beamon, Carlos, Smith y Ali ya habían dejado de humear. Jordan después declaró haber superado su propio racismo "contra todos los blancos". El color había dejado de importar.