Vio fallecer a su padre de niño, de joven lo descartó un equipo de MLS, cuando tuvo una oportunidad en Europa se enfermó. Todo lo superó con y por la pelota.
En épocas en las que el mundo futbolero pone atención a las grandes figuras, sus hazañas, títulos y actuaciones, las ‘pequeñas’ historias del fútbol se hacen más grandes en los campos de juego quizá más cercanos a usted. Ésta es una de ellas, Fútbol, vida, familia, fe, fortaleza, trabajo, pasión, todo como si fuera el aire que infla una pelota número cinco.
Si empezamos por decir Canadá, Estados Unidos y México, no crean que hablamos de la recientemente otorgada sede para el Mundial de 2026. Son más bien los países que marcan y unen la historia de Drew Beckie.
El hoy defensor de Oklahoma City Energy FC, nació en Regina, Canadá; Tijuana, México impulso su amor por el fútbol y su segundo idioma (español), mientras que Estados Unidos es su casa. Pero el camino es lo destacable.
“Viví en Tijuana entre 1997 y 1998, mi padre recibía un tratamiento experimental contra el cáncer. Allí aprendí mucho de fútbol y obviamente español”, contó Drew para AS USA al empezar a relatar su historia.
El chico tenía casi ocho años y en medio de las dificultades se sintió bienvenido. “Conocí a mucha gente buena allí, que nos recibieron muy bien y nos trataron muy bien. Fue una época especial de mi vida”.
Claro, como no iba a ser si el fútbol no solo creció como pasión sino que le disipó de la situación complicada de salud de su padre. “Pasé mucho tiempo en un hotel, jugué en un equipo y fue allí donde aprendí mi español”.
A la familia le encantó siempre los deportes, especialmente el baloncesto. Sus hermanas juegan y han jugado al fútbol, pero Tijuana fue el verdadero comienzo. “Era realmente mi única opción (jugar al fútbol), a partir de ahí fue mi pasión y afortunadamente puedo decir que vivo de ello”, contó Beckie.
Pero vivir es una frase que se dice rápido, lo de Drew ha sido sobrevivir, vencer y volver al amor por la pelota. Lo primero fue el fallecimiento de su padre, vencido por el Melanoma, ya de vuelta en Estados Unidos, cuando el chico tenía 11 años.
“Mi padre fue mi primer entrenador. No sabía nada de fútbol pero se esforzaba para intentar enseñarme cosas. Él tuvo un gran impacto en mí, en mi decisión de seguir jugando y aún hoy lo recuerdo cuando juego”.
Una vez más, el fútbol era su escape, Denver Pioneers fue su club en Colorado, donde se asentó la familia. Luego vino la Premier Development League (PDL) tanto en Colorado como en Canadá con el Ottawa Fury (2014 - 2015).
Beckie se esforzó por no perder su segundo idioma, “Al principio fue algo que usé solo en el fútbol con compañeros que quizá no entendían ordenes de los entrenadores”, contó en un claro español.
“Ahora, cuando lo hablo con cualquiera de inmediato regresa a mi mente”, explicó antes de contar que un ex compañero en el Carolina RailHawks (USL), fue de gran ayuda para recuperar lo perdido en el lenguaje, nada más y nada menos que el ex Chivas y selección México Omar Bravo.
“Somos muy amigos, es un crack y con él lo usé mucho”, fue una gran experiencia aseguró el defensor que le da otro valor al hecho de hablar español. “En el mundo de hoy es muy importante hablar los dos idiomas”.
Antes de conocer a Omar Bravo, Beckie ya había aguantado otro ‘palazo’ de la vida. En 2013 fue seleccionado por el Columbus Crew de MLS, pero una lesión le impidió mostrarse lo suficiente y al finalizar el año, tras la salida del entonces entrenador Robert Warzycha y la llegada de Greg Berhalter, el equipo le dio de baja.
“Al final no quedarme significó ir a otros equipos y tener minutos, algo que me permitió desarrollarme más que estar sentado viendo al equipo”, recordó con estoicismo aunque era obvio que no fue del todo fácil ser dejado libre por un equipo profesional.
Obviamente no era una experiencia que lo iba a detener, Drew creció católico y la influencia de su familia lo ha mantenido en pie. Algunas convocatorias al seleccionado nacional canadiense lo mantenían motivado entre 17 y 23 años de edad, algo que hoy espera poder retomar.
“Mi primer convocatoria de hecho fue en México y estuve en el grupo que perdió ante ‘El Tri’ el cupo para los olímpicos cuando ellos terminaron ganado la medalla de oro, claramente eran el mejor equipo”, relató.
Pero allí no paran las dificultades, en 2017 mientras se probaba en Europa y tenía muy cerca la oportunidad de cerrar un contrato, estuvo de vacaciones y se enfermó. Le detectaron una condición cardiaca que dio al traste con la posibilidad.
“Tuve que pasar una semana y media en un hospital de Suecia. La condición se curaba sola con seis a ocho meses de reposo”, relató. “Luego terminé mi tratamiento en la clínica Mayo de Jacksonville, Florida y en abril estaba completamente recuperado”.
¿Qué iba a hacer Drew una vez saludable?, claramente no había otra cosa en su mente que volver a jugar al fútbol. “Mi vida ha sido una relación de amor y odio con el juego. No hago millones de dólares pero vivo de esto y no puedes parar de hacer lo que te apasiona en la vida”.
Es claro que ni él ni nadie cercano se imaginaría a Drew Beckie en un trabajo de oficina o haciendo algo diferente a competir. La vida le ha enseñado a luchar contra todo, incluso contra sí mismo. Y la pelota ha estado ahí para levantarlo las mismas veces que lo ha dejado caer.
Su hermana Janine Beckie juega para el Sky Blue FC de la liga profesional femenina estadounidense y es jugadora de la selección canadiense.
Drew cumple por estos días algo más de un mes de haber vuelto a la alta competición, esta vez con el Oklahoma City Energy FC, ha participado en todos los encuentros desde su retorno y es uno de los líderes de la defensa del equipo.
“No puedo controlar el futuro, soy un agradecido y lo menos que podría es quejarme de la vida o tener grandes preocupaciones”, una frase como su historia, de la cual aprender, con o sin la pelota.