Ünal castiga al Atleti en los últimos minutos
El turco marcó el empate segundos después de que Simeone sustituyera a Griezmann. En el descuento, el delantero del Submarino sentenció a los rojiblancos con otro gol.
Asomó el Atleti en la portería de Asenjo como Clint Eastwood en aquella película, Gran Torino; en su porche, escopeta en mano, listo para disparar. Fue fácil para Asenjo, pero ahí estaba, el reloj no había llegado al minuto y primera contra del Atlético. Si tenía la pelota se metía con ella en el área de Asenjo como si llevara su nombre. Las posesiones largas eran amarillas. A los cuatro minutos, después de una contra en la que Raba corrió toda la banda sin oposición, el Villarreal ya sumaba su réplica. Primer disparo a puerta. Había sido Bacca. El partido iba a ser competido.
Las transiciones, rápidas. Los golpes en un área, en la otra, las primeras heridas, esa patada de Fornals a Saúl por detrás. Los dos equipos midiéndose, Rodri arañando mando en un centro, el partido era escaparate no partido, Thomas balones, todo el estadio de La Cerámica reparó de pronto en el árbitro, Fernández Borbalán.
Dejada de Costa a Griezmann quien, por cierto, acababa de ver amarilla, quien, se dejó caer, al sentir la sombra de Jaume Costa en su espalda. Si hubo contacto no lo pareció. Pero el silbato del árbitro paró el partido. Penalti. Griezmann lo pidió, levantó los ojos, mirada Harry El Sucio, hacia la portería de Asenjo. A su red envió el balón, engañando al portero, bajo un cielo, de pronto, lleno de silbidos.
Si justo después Koke estampaba un balón en el poste, el Villarreal forraría sus botas con paciencia mientras el Atleti se hacía un Billie Jean a la portería de Oblak. Amasaba, tocaba e insistía el equipo local ante ese muro que Simeone levantaba con diez hombres, tan compactado de agobiar, para evitar que el balón nunca llegara muy cerca de su portero.
Lo buscaría el Villarreal con córners, por dentro, por las bandas. Siempre con el mismo final: ninguno. Y eso que Calleja rascaba ese flanco, Vrsaljko, progresa adecuadamente en ataque, necesita mejorar en defensa. El descanso llegaría con una ocasión errada de Correa. El Atleti, atrincherado atrás, también tenía velocidad de bala si por delante se presentaba una contra.
La caseta devolvió a un Villarreal que no bajaba los brazos. “Morir no es forma de vivir”, que se escucha en El fuera de la ley. Y morir era levantar los ojos hacia ese marcador. 0-1, un tesoro para Simeone. Su caja fuerte era dos hombres que se habían tragado la llave de la portería de Oblak, Giménez, Godín. Repeliendo cada ataque, cada intento, para desesperación del Villarreal. Como si la hierba hubiese mutado en lona de ring, Million Dollar Baby, más golpes, intentos de KO. Fornals y Trigueros, en una jugada embarullada casi logran el asalto, pero el balón terminó volando fuera. Entonces el aire de nuevo se llenó de silbidos, con La Cerámica en un deja vu sin igual final.
Porque cayó Bacca que trataba de darse la vuelta ante Giménez, en el área, y si pareció penalti, el árbitro ahora no lo pitó. El aire iba tan cargado que podía cortarse en tiras. Había estado más cerca pero la posesión del Villarreal seguía siendo estéril. Ese marcador seguía diciendo eso. El 0-1. La muerte. Pudo firmarla definitiva Griezmann, en otra contra, pero inexplicablemente, definió horrible. En ese momento el francés no llevaba el revolver cargado. Sería el segundo cambio del Cholo, para introducir más pierna dura, Gabi. Treinta segundos después el equipo de casa encontraría la llave. Empataría de córners. Centro de Álvaro solo para la cabeza de Unal, que también llevaba nada sobre el verde. Ante el Villarreal a Simeone no le sale eso de caminar en el alambre.
Remontada
(Filipe Luis, ese futbolista cuyo sueño es conocer, algún día, a Clint Eastwood, a quien el Atleti soñó muchos minutos dedicarle esta victoria, hasta que Unal, y Calleja, se la arrebataron para brindársela a La Cerámica).