FUENLABRADA - REAL MADRID | LA INTRAHISTORIA
Baba Sule, de campeón del mundo a utilero del Fuenlabrada
El Mundial Sub-17 que se llevó con Ghana en 1995 le trajo a España. Pasó infortunios en Mallorca, Orense, Real Madrid y Leganés.
Cualquier persona diría que la vida ha tratado mal a Baba Sule, el utilero del Fuenlabrada. Pero Baba Sule le sonríe a la vida. Él no es una persona cualquiera. Pocos pueden presumir de ser campeón del mundo. Es su caso. En la categoría Sub 17. Alzó el título en 1995 con Ghana ante la Brasil de Julio César, aquel central que el Real Madrid fichó a finales de los 90 procedente del Valladolid. Baba jugaba de mediocentro. Era un espectáculo. Potencia y técnica unidos. Una especie de Xavi y Casemiro embutidos en la misma piel negra azabache.
José Martín Otín, Petón, le echó el ojo y lo ‘fichó’ para su agencia, Bahía. A su puerta llamaron muchos clubes alemanes. Entonces apareció el Mallorca. La propuesta le gustó. Para allá que se fue en 1996, donde coincidió con Valverde, al que, por cierto, saludó la temporada pasada, cuando, en la visita del Fuenla al Athletic B, el ‘Txingurri’ corrió a abrazarlo apenas supo de su presencia en Lezama.
En las islas a Baba le descubrieron hepatitis. “En Ghana no nos hacíamos pruebas. Fue duro”, confiesa. Tenía 18 años. Para su desgracia, no era más que el comienzo de un carrusel de infortunios. Cuando lo cedieron al Orense, se rompió el cúbito y el radio en El Sadar. Más tarde lo fichó el Real Madrid, que lo prestó al Leganés. Esa temporada sólo aguantó un partido. En la primera jornada se destrozó los ligamentos de la rodilla. Del Bosque, que acabaría ese año de entrenador blanco, asistió in situ. Querían ver si Baba estaba para jugar en el primer equipo.
Recuperado, al verano siguiente un mal golpe en un amistoso le rompió la plastia y en la operación, una infección le envenenó la rodilla hasta dejarla casi inservible. Por Butarque duró cuatro temporadas compactadas en ocho partidos. La última, lo echaron. El proyecto de los argentinos que arruinó aquel Lega lo mandó a la calle. Tras un breve periplo por Segunda División B, Baba dejó el fútbol. Tocaba buscarse la vida.
Primero fue electricista. Luego, vigilante en un Corte Inglés. Más tarde, chófer. De De Gea, ni más ni menos. “Tenía 17 años. Bahía era su agencia. Yo lo llevaba de Illescas a Alcorcón, donde estudiaba. En el camino, practicaba inglés con él”, insiste en una de las anécdotas que más ha repetido en estas semanas plagadas de entrevistas.
Todos quieren conocer la historia del utilero del Fuenlabrada, al que todos adoran. “La felicidad depende de uno mismo. Por eso yo soy feliz, aunque me haya pasado de todo”, rubrica como epílogo de su historia y de una vida incapaz de borrarle la sonrisa por muy mal que le haya tratado.
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