GRUPO C | ATLÉTICO 1-CHELSEA 2
Chelsea silencia el Wanda
Un gol del belga en el 93' provoca la derrota del Atleti en el estreno de su estadio en Europa. El Chelsea gozó de más ocasiones. Los rojiblancos, terceros en el grupo.
Parecía que sería otro día en el que quedarse a vivir. Día de fotos, de estreno en Europa, de Atlético presumiendo de Wanda. Parecía sí. Porque acabó en lo contrario: un olvidar rápido, al Chelsea, su partido y esta derrota que, en el descuendo, daba la vuelta a un partido que se empezó ganando. El estadio ha dejado de oler a lo que huelen los libros en septiembre, aún por llenarse de subrayados, de fluorescentes o tachones.
Pero, ante el Chelsea, todo comenzó torcido, emborronado. Todas aquellas veces en las que Hazard le ganaba la espalda a Thomas era un tachón. Porque Hazard era una pistola ametralladora. Disparo al lateral de la red, disparo al palo de Oblak que hizo temblar, por vez primera vez, los cimientos de este estadio. Para el Atleti enfrentarse a la defensa de tres centrales era como jugar con antifaz. Da igual que la grada, con su garganta, tratara de indicar los caminos. Parecían cegados. Griezmann, Carrasco y Correa siempre se estampaban contra Azpilicueta, David Luiz o Cahill, como un insecto frente a la luz.
Al Atleti no le salía nada. Ni los centros de Griezmann, demasiado largos, ni los pases filtrados de Saúl, a nadie, ni un pase atrás de Godín a Filipe y Lucas que casi se convierte en regalo a Kante. Y el Metropolitano (para la UEFA no existe Wanda) alzaba la voz como lo hacía el Calderón. Ese alee, alee, alee, de momento, lo único a subrayar. Porque el Chelsea llegaba tan fácil que parecía jugar solo. Y mientras Courtois seguía inédito, Oblak le sacaba otro balón que olía a red a Morata.
Pero es que Bakayoko cada vez ocupaba más campo, Fábregas lanzaba balones arriba, y Morata y Hazard se movían, rapidísimos tras ese hueco, cada vez más grande, a la espalda de Thomas y Saúl. Godín no tenía cuerpo, pies, piernas para tratar de frenarles. Y el reloj pasaba y cada minuto era una arruga en la frente. Así se sufría, sí. Con el Atleti aguantándo como sólo se puede ante la lluvia, resguardado, esperando un claro. Eso o un paraguas. Se lo tendió David Luiz.
Fue marcar y pitar el árbitro. Final. Después sólo hubo un infinito silencio. Un silencio que no podían mitigar casi setenta mil gargantas a la vez. Un silencio que pesaba entre el ruido. Dos partidos de Champions, un punto de seis, lo que queda de fase de grupos convertido en un infinito Anglirú.