Carolina Marín se lleva el oro en bádminton
La onubense remonta a la india Shindu en un partido agónico (19-21, 21-12 y 21-15) y logra la undécima medalla para el equipo español.
El grito más sonoro fue de Carolina, como las lágrimas más sentidas. La española, en un torneo impecable en el que ha dado lo mejor de sí, logró el oro olímpico en una final apasionante, de 83 minutos (19-21, 21-12 y 21-15), y elevó, una vez más, el bádminton español a los altares del deporte internacional. Después de ganar dos Mundiales (2014 y 2015), la onubense consiguió otro reconocimiento tras una carrera hacia Río que emprendió junto con sus entrenadores hace dos meses, y que le ha hecho padecer lo indecible para llegar en esta de forma. No podía tener la española una final fácil. El premio era tan mayúsculo como el reto que se le presentó cuando la india Shindu le remontó y le ganó el primer set (21-19). Unas cadenas que soltó jugando como nunca, sufriendo y disfrutando, para lograr la undécima medalla en Río.
“¿Usted es español? ¿Verdad que la china se ha lesionado ante Carolina?”, preguntó el jueves un periodista indio. Ante la respuesta afirmativa, lo celebró. “Ya tenemos el bronce”, dijo, dando por sentado que su jugadora Shindu Pusarla perdería en semifinales ante la japonesa, favorita a disputar esta final con la española. Pero el torneo de su compatriota, para sorpresa de todos, fue impecable, jugando como nunca antes lo había hecho quien llegaba a Río como décima del ránquing.
Aunque ese estado de gracia se topó con la roca española. La concentración es a la mente lo que la intensidad al físico, y Carolina Marín tiene la virtud de dominar ambos conceptos, lo que la ha convertido en estos Juegos de Río en una jugadora imbatible. Shindu es una de las mujeres más altas del circuito, un gigante de más de 1,80m, con brazos robustos y piernas largas, una jugadora de voleibol con raqueta. Al igual que Carolina, le dio por gritar en cada punto, lo que aparte de un partido de bádminton aquello se convirtió en una competición acústica. Los espectadores no pararon de gritar “Carolina” o “Shindu”, “España” o “India”, una auténtica algarabía en medio de un duelo apasionante por su igualdad.
El primer gran grito esta vez lo pegó Shindu y atronó en el pabellón 2 de Riocentro, enfrente de la laguna de Jacaparegua. Nadó contracorriente la india en el primer set, ante una Carolina que ejerció su dictadura en la pista y que llegó a dominar 16-11. No resultó la táctica de Shindu de alejar a la onubense de la red, porque, punto a punto, metro a metro, empezó a sentirse más cómoda y a mover a su rival. Pero las emociones también juegan en una final olímpica, aunque la intención de Marín fuese salir y disfrutar. La española estuvo algo nerviosa, mirando a sus entrenadores después de cada punto, y Shindu no la dejó irse. Se lo creyó y obtuvo premio, con puntos de hasta 32 golpes. Primero la hirió con un 17-16 y luego le dio la estocada del set 19-20. Por primera vez en los Juegos, Carolina iba por debajo.
En vez de convertirse en una losa, ese contratiempo se transformó en un estímulo, el que necesitaba Carolina para ganar la final. Con un parcial de 8-2, la onubense apenas dejó respiro a la india en el segundo set, ante la desesperación de sus compatriotas, que veían el milagro de la victoria cerca. La española se colocó 13-6, y esta vez sí pudo contener a su rival, menos ágil y con menos fe (18-9). Pareció fácil, pero no lo fue, requirió dar lo mejor de sí para tumbar a esta gigante (21-12).
Estaba desatada Carolina y abatida la india, que siguió ofreciendo resistencia pero cada vez más a merced de su rival. Nuevamente por delante (9-5), Carolina afrontó los últimos puntos con la gloria a tocar pero también el abismo, con la experiencia del primer set como lección (10-10). Intentó no perder la concentración la española ni dejarse llevar por una grada que se caía en cada punto indio pese al empuje. Su sangre caliente debía cambiar de temperatura para superar esa situación adversa (20-14). Un smash al revés de la india acabó con tres saltos al aire de Carolina para acabar en el suelo llorando, abrazada por su rival. Dos gigantes en la pista y en el bádminton, en una final apoteósica en Río, que corona a una pionera del deporte español.