La potencia de Francia se enfrenta a la fe de Portugal
Cristiano y Griezmann se encuentran en una final 43 días después. Nani, Renato, Payet, Pogba o Giroud no son actores de reparto.
Ha llegado el gran momento. Francia está donde siempre se le supuso que estaría, en la final de su Eurocopa, de la misma manera que siempre culminó con éxitos los torneos en los que ejerció de anfitriona. Delante tendrá a Portugal, un equipo que ha sabido sufrir y que sin alardes ha aprovechado la carambola de quedar en la parte fácil del cuadro para a base de prórrogas y tandas de penaltis acceder a una final en la que muy pocos le colocaban hace un mes.
Francia ha llegado hasta aquí en base a una potencia física fuera del alcance de la mayoría de equipos, culminada por la habilidad de un Griezmann en estado de gracia. El delantero francés es hasta el momento el hombre del torneo. Portugal ha alcanzado el último partido en base a una fe inquebrantable en sus posibilidades y a la aparición de Cristiano en los momentos de zozobra.
El peligro para Francia es precisamente que lo tiene todo a favor. Desde la historia hasta el campo pasando por las apuestas y el potencial de sus jugadores. Todo parece preparado para que al final del partido sea Hugo Lloris el que recoja la copa.
Pero frente a esta superioridad hay un equipo que tiene una cuenta pendiente con la historia. Hace doce años, Portugal estaba en una situación muy parecida a la que están hoy sus adversarios. Contaba con todos los pronunciamientos a favor para ganar la final de su Eurocopa ante la sorprendente Grecia. El desenlace de la historia es conocido y doloroso para los portugueses, que llevan muchos campeonatos nadando para ahogarse en la orilla. Pero a fe no les gana nadie.
Que esta noche en París se cumplan los pronósticos o que haya un sorpresón monumental va a depender en buena medida de la incidencia que tengan en la final Griezmann y Cristiano. El francés, máximo goleador del torneo, llega al partido decisivo tocado por la fortuna. El portugués sigue siendo el mascarón de proa de su selección. No ha estado brillante, pero a competitividad no le gana nadie.
Tiene la espina clavada de no haber ganado nunca nada con su selección y sabe que puede dejar sentenciado el próximo Balón de Oro en el mes de julio. Hace 43 días, en Milán, fue Cristiano el que se llevó la gloria ante un Griezmann que tuvo en sus botas la posibilidad de cambiar el guión de la final.
La compañía. Por detrás de ambos jugadores hay un ramillete de actores de reparto muy capacitados para ser decisivos en la final y convertirse en los auténticos protagonistas de esta historia. Del lado portugués, acompañando a Cristiano hay que destacar el oportunismo de Quaresma, la gran capacidad goleadora de Nani, la irrupción de Renato y la fiabilidad de una defensa liderada por un Pepe que vuelve al equipo una vez superadas sus molestias.