La historia de Bale apaga a Estados Unidos

Parecía un carnaval y terminó en calvario. Estados Unidos apenas (y decimos ‘apenas’, porque las sensaciones eran radicalmente opuestas tras los 45 minutos iniciales) rescató el empate ante Gales en Al Rayyan bajo un ambiente eléctrico. Un partido de dos colores: blanco y rojo a partes iguales. Bale, pintor de la segunda, hizo historia para la razón de sus alegrías.

Sin tiempo que perder. Estados Unidos salió en bandada a conquistar el inclemente desierto qatarí, lo cual tiene su mérito si la encomienda es por la noche. Weah, un digno émulo con el potencial (y la potencia) de su insigne padre, demostró que el apellido no es ninguna carga. Dejó dormida a la pelota en el colchón que tiene por pie derecho y luego la sirvió en ronquidos para que Rodon la dejara en el cuerpo de Hennessey. “No me ayudes”. Testarazo amigo y al bulto que activó al Ahmad Bin Ali Stadium. ¡U-S-A! ¡U-S-A! El rugido de los American Outlaws se escuchaba hasta las bases navales de la US Army en el golfo Pérsico. Segundo aviso: Dest hizo excursión por el desierto a galope de camello y Sargent, más pillo que Rodon, demostró que la brújula aún es un instrumento necesario, incluso dentro del área chica.

Y entonces Pulisic encendió la máquina. Recibió el anticipo de Sargent tras un peloteo con Musah e inició la marcha. 10 metros, 20 metros. La pelota pegada a su pie derecho. Un barrilete cósmico (?). Convertido en un versión a escala Pensilvania de Maradona, ya había dejado atrás a media guardia pretoriana del príncipe William, pisó la media luna y soltó el pase al vacío: Weah cortó la trayectoria y batió a Hennessey con un punterazo de manual de buenas prácticas. El gol fue un bálsamo para Estados Unidos, que perdió fulgor, pero ganó alivio. Los deberes estaban hechos.

¡U-S-A! ¡U-S-A!. El cántico arreciaba mientras mientras Berhalter echaba el cerrojo. Pulisic, abierto por el desierto izquierdo, ejercía como la única punta de lanza. Musah, enterrado tras la bomba central, simbolizaba el repliegue estadounidense. Por mera inercia y nada más Gales ganó terreno, pero perdió minutos paulatinamente. El merodeo no inquieto en demasía a Turner y, en cambio, Davies y Mephan quedaban expuestos a los vendavales de Pulisic. Eso hasta que una seguidilla de cabezazos a quemarropa, primero, Davies y luego, Moore, obligaron al arquero del Arsenal a estrenar el uniforme. Y, mientras tanto, Bale, atrapado en los tumultos de Souq Waqif.

A Berhalter se le bajó la presión cuando Pulisic aquejó un dolor en su tobillo derecho. Perseguir a Bale tiene sus peligros. Y, peor, cuando Musah se derrumbó a la altura del medio campo. Cuando Weah replicó las quejas se elevaron las sospechas: tallones al empeine como fracturas de tibia y peroné. Algo presentían. Y algo pasó. Ramsey rompió la línea de Robinson, Roberts le pasó el capote a la pelota y Zimmerman arrolló a Bale. Penalti sin VAR. El exMadrid definió con la decisión de sus convicciones: Gales, golf y todo lo demás después. El primer gol galés en un Mundial desde 1958 no podía tener otro firmante. ¿Al Rayyan? Esto es Cardiff ahora.